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De perro a castor

No hay animal –por necesario que sea para la vida- que haya dado tanto que hablar como el Perro. Ni género alguno que siendo tan recurrido guarde tantos enigmas.

Para empezar, allí donde hay humanos hay perros. Los hay en la tundra, en las banquisas polares, en las tierras templadas, en las montañas y en las llanuras, en desiertos y en los bordes de las selvas. Los hay en Eurasia, en América y en Oceanía, pero es mentira que los hubiera en Canarias antes de ser colonizadas por humanos; es una de esas “felices ideas” que se ocurrían a clérigos ociosos que conociendo el Latín, Canarias les sonaba a canes y se marcaban un tanto como estudiosos geniales.

Puede que algún día haya nuevos datos que permitan poner otra fecha al inicio de la relación de los perros con humanos, pero de momento se manejan cifras que llegan a los 40.000 años.

Yo creo que esa cifra se cuadruplicará, porque la vocación merodeadora de los humanos modernos es consustancial a su anatomía y mentalidad y porque los merodeadores son candidatos a observar, a saber mas y a ensayar y así, ensayando se debió de llegar a esta convivencia universal y buscando se encontrarán nuevas pistas.

Los Nombres, por ejemplo. Aparte de la Física y la Genética, los nombres ayudan a amarrar algunos indicios, incluso a aceptarlos y a rechazar otros, pero los nombres hay que analizarlos con perspicacia y con una propensión clara a la consideración de nuevas posibilidades y de rechazar definitivamente algunos patrones culturales arraigados pero erróneos, como la obsesión por buscar en el Latín, un yacimiento vacío.

Es chocante que algunas voces (como el mármol, el ámbar o el coral), apenas varíen de unos países a otros e incluso entre ramas lingüísticas diversas sigan uniformes, sin embargo, algo tan común desde hace milenios como el perro, tenga –solo en Europa- del orden de veinte nombres diferenciados, eso excluyendo las variaciones “menores”.

El “perro” del Castellano o el “cú” del Gaélico, no se repiten, pero tampoco lo hace el “dog” de los ingleses (que ni siquiera tienen idea de dónde procede), como tampoco se sabe nada del “canis” latino, que por acuerdo de notables se dio como padre de los canes, chienes, caôs, caines, etc., sin tener argumento alguno.

Hay nombres del tipo “hond, hund, hundur” que los sabios germánicos tampoco saben a quién asignar aunque les suene a caza (hunt) y los hay como “pas, pes, pies…”, como “kuta, kutta, kuche, algunos con aire de más allá del Indo, pero nada parecido al “skylo” del Griego, todos sin credenciales.

Los nombres filtrados por África son aún más discordantes, como “kalbo” del Árabe y “kelb” del Maltés (a veces emparentado con el Bereber o el Árabe) o el “aidi” Thamazig, así que es mejor tomar la muestra ibérica para una inmersión y limitar un poco tanta variación.

En Castellano, además de “perro”, se usan “can”, “cachorro”, “chucho”, “gozque”… y en Euskera, “txakur” como indicativo y “oerrá” como genérico.

Los sabios de asiento no tienen por donde agarrar al perro, así que salen con que “perr…perr…” es una voz expresiva para llamar al animal, señal de que no han hecho una pequeña abstracción tratando de imaginarse a los humanos frente a las jaurías salvajes hace 40.000 años…

“Perra, perratú” son en Euskera, una mella y el acto de presionar diferencialmente una superficie con algo más duro, de manera que queden mellas o muescas. Es también el efecto de la mordedura de un perro en un palo o en otro de los infinitos objetos que este animal mordisquea como respuesta a la necesidad que siente de ejercitar sus mandíbulas y enviar sangre a la gíngiva.

De ahí se tomo la voz que luego pasaría a las “llaves perro” o llaves de presión, muy usadas en fontanería.

Del “canis” latino no hay explicaciones, pero lo más probable es que esta forma declinada proceda de “ka n”, donde “ka” es una abreviatura del “kaz” de cazar o del “catch”, de atrapar y “n” es el genitivo, de manera que “kan” equivale a lo que hoy se diría, “cobrador”, que ayudaba a los humanos a capturar las piezas heridas, aguadas o alicortas.

Del “cachorro” ya se ha explicado en otros papeles, que la parte inicial “katx” es un adjetivo con significado de incompleto (cacho de…) y “orra” es la forma genérica de cánido, de manera que cachorro equivale a decir “proyecto de perro”.

“Chucho” está relacionado con “uzá” del Euskera, enviscar, azuzar, que haría “uza uzá” y al aplicarle género, “uzo uzo” y chucho.

“Gozque”, muy poco usado y limitado a perruchos ladradores y molestos, se refiere al hambre “goze ka” que pasan y al alivio que sienten al ladrar. Similar al “gos” catalán que se refiere al hambre que acarrean estos animales (hambre canina).

En cuanto al Euskera, la voz central y genérica que es “oerra”, ha perdido su dominio a favor de una neo forma más sonora y activa como “txakur”, que englobando dos elementos “txa”, casa y “oerr”, can, ha configurado el híbrido “perro casero”, la versión neolítica del animal salvaje rendido a la comodidad del sedentarismo, el perro que ha dejado de vagar junto al pastor y al rebaño y se ha quedado cuidando cosecha y cuadra.

Esto debió de suceder hace unos 10.000 años, tiempo que ha sido suficiente para cambiar incluso el metabolismo de este animal, que antes dependía de una dieta lípido-proteínica obtenida de los pastores (leche, queso, cecina, carne, despojos…) y luego pasó a comer también cereales, legumbres y verduras, cosa de la que otros cánidos están muy lejos.

Pero la forma “oerra” no ha perdido todos sus vestigios, porque animales como el zorro (“vulpes” del Latín), conservan en el elemento femenino la contundencia íntegra de este nombre, así, “so oerra”, zorra, equivale a “cánido merodeador”, descripción insuperable para este pequeño, prudente y solitario cánido que ha merecido el “so” de mirar, revisar, indagar…, el mismo del “sew” inglés que suena igual y que cualquiera que haya visto evolucionar a la raposa, coincidirá en confirmar.

Esta forma genérica del Vasco, debió aplicarse a otros carnívoros de talla media, entre otros, los castores, animales cuyo nombre registra solo dos ramas, una que se debate entre variantes de “bever” que van desde “bavior, baever, bäver, beaver, bever, bebras, bebrs, beber, biobhair, bibher, bíbara, bívara, bobr…” hasta “bobur” y los más estables parecidos a “castor”, donde aparte de media docena de castor, hay “castorea, castoro, castor, ucastor, kastore y kastoras.

Esta última, la forma griega ha sido aceptada por aclamación como la madrina de esta saga y lo ha sido-como siempre- sin otra razón que la de haber aparecido antes que otras en esa lengua y en esa forma.

Ese método sirve para llenar libros, pero carece de valor didáctico ni científico alguno, no siendo sino el exponente de unos intereses ideológicos para fundamentar el mundo greco-latino.

El análisis de las variantes de la primera forma, muestra un parecido sonoro notable con las expresiones en las mismas lenguas de la palabra “tejedor” (weber) aunque las grafías sean distintas, lo que hace pensar en que hay una correlación entre la actividad de los castores (derribo de árboles, preparación de las ramas y tejido de las mismas para hacer represas y colonias de viviendas) y sus nombres en una amplia zona septentrional y que esa biyección se manifiesta también en el área meridional.

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¿Cómo?

A través de “oerr” situado al final de “castor” y rematado por un “kas” inicial con su significado nativo de “construcción, edificación” antes de ser casa o castillo, así, “kas (t) oerr”, donde la “t” hace de secuenciadora entre las dos silabas, trae el mensaje de que el castor es un “perro edificador”. En la imagen una muestra de presa “tejida” por castores.

Los antiguos tenían en la observación la mejor guía didáctica.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

2 Comments

  • Beti pentsa izan dut zorro, zuhur hitzatik zetorrela, definizio egokia iruditzen zitzaidan,zer diozu Jabi? Ondo izan!

    • Bai, Zirimiri, gure etxean ere hori esaten zan, baina ikerketan zaudenean, lehenengo araua da ahalden gitxiena aldatzea, horrela, «zurr» bada «zuhurra», baina guztiok diote «zorr», billatu behar da «so» hori zer edo nondik datorren…

      «So», gaur egun galgua dugu, baina bere esanahia izan da «begirada, ikusialdea…, izpian ibiltzea…», hortik «so orra», txakur kuriosoa.

      Ondo izan.

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