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Delfín

Cetáceo de menor tamaño, que junto a calderones y marsopas es muy familiar y es un símbolo de proximidad a la naturaleza para niños y adolescentes.

Como infinidad de otros seres más o menos ligados con la mitología, todos sabíamos desde niños que su nombre procedía del Griego “delfis ó delfus”, matriz, útero.

Se nos decía que era por la forma en que las hembras parían a sus pequeños.

Es seguro que pescadores y marinos antiguos arponeaban a los delfines que jugaban con la proa de los barcos y que algunos de los cazados eran hembras grávidas, por lo que la historia encajaba y los niños quedábamos satisfechos.

Pero no solo todos los demás cetáceos paren a sus crías vivas, sino que hay otros muchos peces vivíparos y ninguno de ellos se llama así.

Es entonces cuando surge la duda y cuando los que penetramos en la forma de ser y en las metodologías de nuestros antepasados, viendo que se tendía a denominar a los seres y fenómenos por aquello más exclusivo de los mismos, no por lo que compartían con otros, es cuando se piensa que quizás nuestros educadores no fueron lo bastante críticos con las lenguas clásicas y su universalmente aceptada prevalencia…

Es cierto que el dominio de las formas “delfyn, dofí, dolfijn, dolphin, delfini, dauphin…”, indican una línea clara, solo alterada por gallegos y portugueses con sus “golfiño, golfinho” y sobre todo con el Maltés “denfil” que nos hace pensar en la finura de los dientes de este animal, más que en una simple metátesis… (ver los finos dientes en la imagen).

Pero es el Euskera, que habiendo perdido el nombre original, se ha quedado con un “sucedáneo basura” como es el “izurdi” o cerdo de las aguas, se revuelve entre tanta documentación dudosa para llamar la atención de lo más singular de esos mamíferos marinos tan inteligentes: Su aguda llamada “iiiiii, iii, i, ui ui ui…” perceptible incluso fuera del agua y que hoy en día, cualquiera puede escuchar en docenas de videos que lo describen con detalle…

Los antiguos pescadores, marinos mercantes e infantes de marina, oían con frecuencia esos pitidos que identificaban con llamadas y es muy probable que de ahí venga la composición “dei fin”, de “dei”, llamada y “fiñ”, aguda; llamada aguda, que ha mutado a “del fin” por la tendencia a alterarse la “i” en “l” no solo en la Toponimia sino en nombres, verbos y adjetivos comunes.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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