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Espá, espa… en el territorio y en los diccionarios. Etimología.

Este morfema, con o sin acento y en algunos idiomas sin la “e” inicial, tiene con frecuencia un origen y un significado común relacionado con la atipicidad y la sorpresa o admiración que induce, aunque la demostración resulte siempre atenuada por una tradición cultural grecolatina que lleva siglos presentándose como el origen de toda etimología fiable.

Es España hay varios lugares acentuados, “Espá” que suenan igual que el Spa de Bélgica en Las Ardenas famoso como lo es Orense, por sus aguas termales, que el Spay francés en el Pays de la Loire y que Ispani en Calabria.

En Portugal hay decenas de “Espargo” como Espárragos hay en España

Sin acento, aún más, unos dos mil lugares; unos pocos que acaban así, como la Peña Crespa, la Borda d’Espa y el Arroyo de la Crespa y la mayoría al principio, como España, Espasa, Espada, Espart, Espantosa, Espartal, Espadaña, Esparza, Esparraguera, Espacs, Esparru y en especial el Pico Espax en La Ribagorza (también escrito “espacs” en portada, de “espa atx”, peña sorprendente).

El cerro alargado (1,5 km) de Espanta Palomas en Salamanca y otro homónimo en Porcuna.

Aparte de la abundancia de nombres de lugar, el diccionario también es un buen yacimiento de trabajo, donde nombres como espada, espato, espacio, esparadrapo, espalda, espantar, España, espárrago, esparto, espasmo, espátula, espabilar, espadaña, espagueti, esparaván, esparceta, esparcir, espatarrar… son objetos y verbos principalmente que la oficialidad los relaciona con fuentes tan diversas como disparatadas, cuando desde el Euskera arcaico, ofrecen un panorama integral, lógico y de pura Semántica.

Comenzando por la espada, aunque todo el mundo sabe que los romanos la llamaban principalmente “gladius gladii” y a sus profesionales, “gladiator” y aunque algunos sabemos que también se la llamaba “ensis” y que “spatha” no se le llamó hasta muy tardíamente, (cuando se copió el modelo de Hispania como se ve en esta cita de Tito Livio sobre las luchas en Macedonia, escrita en la época de Cristo) aún así, la erudición entera se salta informaciones y lógica cuando se trata de asignar al imperio toda clase de avances en lugar de investigar seriamente y asumir la verdad incluso cuando es molesta o erosiona los paradigmas que se manejan.

Debió de ser tan decisiva la ventaja de la “espata”, que más o menos alterada, quedó en todas las lenguas latinas menos en el Rumano (“espada, spada, espasa, épée…”) y el propio Latín, que siguió con su “gladius” y solo los románticos que hace cien años creaban el Esperanto recuperaron la música latina para llamarle “glavo”.

¿Qué significa “espa ta” en Euskera?; más sintético imposible. “Ta” es la raíz verbal que define el corte transversal, el tajo (“ta ʤo”) y “espa”, lo asombroso, así que -como decía Livio-, si hubiera que crear ahora un aforismo comercial para promocionar la espada, se diría “corta de espanto”.

Esta raíz “ta”, que pervive en la Toponimia y en cierta Onomástica y Léxico, también aparece para la espada en las lenguas derivadas del Sanscrito (Bengalí, Gujarati, Hindi, Panjabí…), en todas las cuales se la llama de forma semejante pero conservando la idea del corte: “talo…, tala…, taravara”.

Continuando con el espato, aunque hoy en día es una denominación genérica para minerales semi cristalinos exfoliables, algo nos dice que el nombre se tomó del espato islandés, el más conocido desde la antigüedad, porque –si bien- la historia de Islandia comienza en el siglo IX, no hay duda de que tras la regresión de los hielos, los cazadores que rondaban la banquisa tocaron su tierra y trajeron noticias de la “isla grande”.

Los etimólogos germánicos quieren apropiarse de su paternidad y aseguran que su nombre procede del “spät” germano que significa “tarde, retraso” y está relacionado con la duplicación de la imagen que produce, como si la segunda raya de la imagen estuviera “retrasada”.

 

Seguramente esos sabios teutones no han leído libros de aventuras vikingas donde los patrones de las naves guardaban un trozo de espato en una caja de boj (de ahí el “box” nórdico para las cajas) y en los días nublados lo orientaban al cielo para localizar el sol cuya posición se descubría cuando la intensidad luminosa aumentaba por la polarización de la luz blanca… Es probable que antes de llamarse “sun stone” se llamara “iz batu”, concentrador (“bat tu”) de luz (“iz”).

En este caso, el “espa” con el que comienza su nombre, no se debe a la sorpresa, sino a la función que proyecta la birrefringencia.

Al llegar al esparadrapo, se asoma otra vez la condición de excepcional adherencia y su origen “no latino” que reconocen todos los buscadores de ideas en la epigrafía, aunque no dejan de hacer malabarismos para que la adherencia sea sinónimo de separación; así, los más descarados publican sin rubor que viene “…del latín medieval sparadrappum, formado por spara- (del latín separare, separar) y el latín tardío drappus (tela, trapo). El primitivo sparadrapum consistía en unas tiras de tela cortada o separada de la pieza…”

Ni lo del “drappus” es latino ni nadie es tan cursi para llamar a una venda o tira “tela engomada separada de la pieza…”

El hecho de que solo las lenguas ibéricas y el Francés usen voces emparentadas, mientras los italianos le llaman “cerotto” y en Latín que era una variante de “emplastrum”, sugiere un origen peninsular pero quizás no prehistórico, nombre que inicialmente fue “espa la tra apo”, como de niño yo lo oí pronunciar muchas veces.

En efecto, “espa” se refiere a su singularidad sorprendente, “la” es la adherencia o sujeción, “tra” los tejidos elaborados a base de trama y urdimbre y “apo” la condición de que los hilos no estén prietos, sino flojos para permitir la penetración de la goma.

Sobre el espacio y la extremadamente sosa explicación desde el “spatium” latino (lo que hay entre aquí y allá…) no hay mucho que discutir cuando se habla del espacio cósmico o firmamento, que esas culturas urbanas creían ciegamente que era una bóveda fija. El hecho es que la humanidad nómada tenía unas explicaciones mucho más acertadas que los ciudadanos, así el “mu un du”, nada tiene que ver con lo limpio[1], concepto que surgió con la civilización sedentaria y sus desechos, sino con el movimiento ordenado, secuencial de planetas y otros cuerpos celestes, concepto que los griegos copiaron en “cosmos”, orden.

Es probable que el mensaje de “espa zio” sea la inquietud que manifestaban nuestros antepasados al observar su inmensidad, lejanía y fenómenos en las noches serenas de luna nueva y atmósfera límpida. “Espa zio”, porque es sorprendente, ya que “zio” es la desinencia de motivación.

En la imagen, Júpiter como la primera vez que lo vi.

 

La espalda, parte posterior del tronco de los animales erectos, no parece tener nada extraordinario ni sorprendente, ¿Cuál es, entonces, su origen?.

El sector oficial jura que viene del Latín “espátula”, diminutivo de “espatha” y este de “espathe”, tablón en Griego, así que nuestros antepasados inventaron el fuego, luego la rueda y cuando necesitaron un tablón para el carro se dieron cuenta de que la espalda, que a la sazón no tenía nombre, se parecía a uno de ellos y le pusieron el mismo nombre.

Hay cuestiones absurdas, pero algunas de las salidas lingüísticas seguro que estrían en los primeros puestos de un campeonato que se hiciera. La cuestión es aún más grave porque el Latín ya tenía nombre para esa parte del cuerpo (“dorsum, tergum…”), pero ¡nada de espátulas siquiera en los romances, donde se encuentran voces tan dispares como “esquena, arriere, de volta, inapoi…”

La espalda -que solo está en el Castellano, es un paradigma de orfandad que solo el Euskera puede resolver, explicándola como metáfora de la decisión de “no hacer caso, desentenderse, dejar pasar…” a partir de un pequeño hiato en “ez pa” formada con la negación “ez” y el dinamizador “pa, ba”, una especie de “pues no”, que completado con “alde”, hemisferio, parte, hace “ez pa alde a”, el lado de la negación.

No es menos lamentable la explicación para el espanto, sensación que cualquier inteligencia mediana situaría en los inicios de la humanidad y que los hipercultos latinistas se empeñan en que procede de un “expaventare” que aún no han encontrado escrito, pero que aseguran que existió en Latín. Espanto se encuentra “espant” en Catalán, pero nada más, porque lo general, lo extendido en las lenguas latinas, germánicas y algunas eslavas, son variantes del “terror”.

Para entenderlo hay que bajarse a “andar”, hoy una forma verbal aplicada a los humanos, que era hasta hace tres o cuatro siglos (como lo reconoce Covarrubias) un verbo de uso pecuario que no puede venir de “ambulare” como se empeñaba él y se empeñan aún los lingüistas con vocación de  latinistas, sino que se refería al tipo de paso que llevaba una cohorte de ganado, paso que podía ser perezoso, sereno, vivo o manifestar otras percepciones de rebaño, como el barrunto de una tormenta, terremoto, ataque de predadores, etc., así que “espa andar” era una especie de estampida o los bailes y ajustes previos a la misma que eran rápidamente leídos por los pastores.

La pérdida de esa cultura sabia y consolidada nos ha llevado a despreciar cuanto ignoramos y a no querer creer que haya podido haber otro origen distinto de las bibliotecas y de las universidades para establecer el conocimiento, un conocimiento que, partiendo de los fenómenos naturales bien interpretados, es fácil de asumir y recordar.

 

Para no hacer pesada esta serie, se va a explicar en último lugar la etimología del esparto, la “Stipa tenacíssima” según Carlos Lineo, que la oficialidad obliga a citar como alteración de la voz griega “sparton”[2], cable, pero que aparte de menciones de época romana en que se citaba la gran abundancia de esta planta en el entorno de Cartagena y de que los nativos la trataban con vapor para hacer cuerdas muy resistentes, en la Cueva de los Murciélagos de Albuñol (Granada), aparte de una preciosa diadema de oro, se encontraron multitud de herramientas, más de una docena de restos de alpargatas de esparto y varios útiles de ese material datados en 7.000 años.

Este y otros hallazgos demuestran que quienes visitaban esa y otras cuevas en el comienzo del Neolítico, sabían de las propiedades de su fibra, sabían procesarla, tejerla, torcerla y crear útiles de gran calidad.

Con respecto al esparto, lo más apreciado era su resistencia a la tracción, su tenacidad, de ahí el nombre “espa hartu”, cuya primera parte se refiere a lo asombroso de su naturaleza y la segunda, tiempo verbal de “har”, recibir, soportar, aguantar, explica con nitidez “resistencia sorprendente”, condición que unida al potencial de enlazar unas fibras con otras indefinidamente, hacía posible el torcido de cordajes larguísimos y restaurables, superando a los trenzados de tiras de cuero para algunas utilidades como lazos, redes y maromas para descender acantilados o amarrar balsas.

Continuará.

[1] Se dice en todas partes que “mundus” se refiere a la limpieza.

[2] Aunque todo el mundo sabe que en Griego a las sogas se las llama “scoini” y a los cables, “cordoni”.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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