El arte prehistórico para denominar a los lugares no es pródigo en la descripción de colores aunque haya cierta presencia del blanco, negro y rojo, principalmente.
Nuestros antepasados preferían elementos permanentes o de larga persistencia, por lo cual, suelen predominar las morfologías y relieves, los procesos geológicos e hídricos y la geología y litología respecto a peculiaridades florales, colores y formas efímeras.
Quienes manejan el Euskera para sus ensayos, saben que el adjetivo “gorri” (rojo) es muy frecuente en amplias zonas ibéricas, como lo es el “bermejo, roig, roxo, rojo…” en otras, pero hay que advertir que la mayor parte de las veces en que aparece ese “gorri”, no lo hace en referencia a un sustrato rojo, sino a la cualidad de que el suelo superficial ha desaparecido y se muestra la roca o el subsuelo “descarnados, pelados”. Valga como ejemplo nuestro Aitzkorri ó Aizkorri.
Dicho esto, procede hacer un recorrido “de ojeo” por la toponimia española para comprobar cómo los lexemas “gor, gol, glo, gro…” parecen estar representando a situaciones que a lo largo de los milenios en que se establecieron los nombres, indicaban un tono rojizo.
Ya mi hermano Jon, en su libro “España es nombre Vasco”, citaba haber visitado el parque de la Penya Golosa y postulado que la tal peña no es que fuera ávida de caramelos, sino que sus rocas, daban un precioso tono rojizo veteado con el sol del orto y el ocaso. Ver foto de portada.
Por cierto, que peñas golosas, hay dos mas, una en León (Peña Golosa) y otra en Lugo (Pena Golosa), ambas rojizas.
Si nos vamos a la estadística, la forma que más abunda en la toponimia, es la que lleva el lexema “gor” –que parece ser el original, porque sus topónimos pasan de los 5.000-, y que figura en muchos nombres de aspecto aparente vasco, como Peñagorri, Lurgorri o como Peña Gornosa, en Badajoz, -casi en Portugal- y en otros más familiares como Gormaz en el entorno de San Esteban, en Soria, o en las Umbrías de Gor, en Granada, donde el tono rojo también está presente. Foto del entorno de San Esteban de Gormaz.
Las variantes más frecuentes, “gro, gol, glo” ( la primera víctima de una metátesis, la segunda de una lambadización y la tercera de la acción conjunta de ambos vicios), siendo aún abundantes, ven reducir su lista a unos 3.000 casos la primera, 2.400 la segunda y unos pocos 250 la tercera, sugiriendo que así, según esa tendencia ha evolucionado el “gusto” de los habitantes o merodeadores de Iberia a lo largo de milenios.
Puede que sea Logroño, la alegre capital de Larrioxa el paradigma más llamativo de un elemento “rojo” destacado de la toponimia que ha pasado desapercibido, cuando es verdaderamente destacado. Se trata de la colina o muela conocida como “Monte Cantabria”, que estando en la orilla izquierda del Ebro, parece “meterse” entre las casas de algunas calles de la capital y que se muestra “especialmente roja” cuando el sol está en determinadas posiciones.
Se postula que el topónimo antiguo denominaba a este impresionante cerro, a cuyos pies y entorno cercano hay evidencias de asentamientos prehistóricos, pero, después, al hacerse sitio la agricultura, el poblamiento pasó a la riquísima terraza de la margen derecha aguas abajo del Iregua y la nueva población tomó el nombre “del otro lado” del río. Foto de Logroño y el Monte Cantabria.
Si buscamos entre los aficionados ala escalada o al senderismo, no habrá uno solo que no conozca los “Mallos de Riglos”, impresionante talla de la naturaleza en los conglomerados terciarios que una vez estuvieron en los barrancos del fondo de un mar interior y que ahora compiten en belleza y distinción con el mismo Montserrat (de igual origen) y en los que su color rojo se antoja representado por el morfema “glo” en el centro del nombre.
Bástenos como ejemplo de “glo”, el pueblecito albaceteño de Golosalvo, donde hay que irse a la “cerrada” de su embalse para encontrar las rocas rojizas; lo más llamativo en un entorno predominantemente llano. Ver foto.
Como el espacio es limitado, nos tomamos la licencia de hacer una mención a lugares no tan llamativos o que han sido totalmente desfigurados por el urbanismo, la agricultura o los usos militares (tal es el caso de El Goloso al sur de Madrid), donde apenas quedan rastros de las arcillas rojas de algunas de sus depresiones, pozos que son aprovechados anualmente para una de esas carreras “pasadas por el barro”, como la conocida en todo el mundo como “Mud Day”.
Para finalizar, una somera explicación de los probables significados de los topónimos citados.
La Penya Golosa y sus primas, parecen mostrar la alteración y contracción de “gol o asa”, donde “gol” hace referencia al tono rojo, “o” es expresión del tamaño y “asa”, variante de “atxa”, significaría peña.
En Gormaz, el comienzo está claro, “gor”, rojo y “mas” parece referirse a un entorno general, masivo de arcillas.
Riglos puede ser la contracción apocopada de “arrigolotx”. Pedreras estrechas rojas.
Logroño es la gran colina de limos rojos. “Lo, loi”, son los detritos fluviales, “gro” es el “gor” metastizado y “oño”, como en Ogoño o Loroño, es la colina grande.
Golosalvo lleva las componentes de rojo (“gol”) y borde, margen, ribera “albe” y de estrecho o cerrada.
Finalmente en El Goloso, el “oso” se refiere a un pasado de pozos o charcas que el “gol” califica como de tintadas de rojo.
Este tema podría dar para cien páginas…