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Guadalentín, el río más salvaje de Europa.

El Guadalentín que lleva ese merecido título, el más conocido, es el murciano que entrega su agua y sus masivos arrastres al Segura, pero hay otro Guadalentín jienense afluente del Guadiana Menor y por ende, del Guadalquivir, cuyas aguas salen por Sanlúcar en vez de hacerlo por Guardamar: Aunque ambos nacen cerca, uno en la parte occidental de la Sierra de Segura y al otro, hijo de varias sierras 1) que miran a Levante y Sur es difícil ponerle cuna y nombre hasta que llega a la llanura, sus salidas al mar se alejan casi mil kilómetros.
El andaluz es conocido por senderistas y geógrafos por la impetuosidad de su nacimiento y la impresionante garganta que han mecanizado sus aguas, pero luego se serena.

Pero hoy toca hablar del murciano, cuyas fechorías registradas ponen los pelos de punta, para confirmarlo, la etimología dice que antaño su valle ya era un entorno temible, “sin seguridad”.
Ya en el siglo XVII los murcianos quisieron frenarlo construyendo una presa tres leguas aguas arriba de Lorca, donde hay un estrecho entre las estribaciones de la Sierra de la Torrecilla por el Sur y de los Montes de Pinosa por el Norte. Una avenida en plena obra se llevó hasta los cimientos y fue un aviso de cómo se la jugaba el río que de vez en cuando juntaba las aguas de un montón de torrentes como el de Luchena 2) , Turilla, Periago, Ramblas Salada y Mayor, Caramel, Castril, Vélez…para llamarse Guadalentín una vez los había sorbido.
Convencidos los ilustrados de que era posible dominar a ese rebelde, a finales del XVIII, volvieron a intentar represarlo, pero la llamada Presa de Puentes, reventó la primera vez que entró en carga, llevándose más de ochocientas personas entre muertos y desaparecidos. Imagen de 1802.

Con las aguas colándose por el agujero, las avenidas sorpresivas del Guadalentín continuaron con sus aguas torrenciales hasta que a finales del pasado siglo se rematara la obra de la presa de igual nombre en el mismo estrecho. En la imagen de portada, inundación de Totana en 1870.

La gente culta se empeña en buscar nombres árabes a los ríos españoles y el Guadalentín no es una excepción, así que mires donde mires te darán a entender que su nombre tiene menos de mil cuatrocientos años y que cuando lo pusieron los moros era “Guad al iznaín” o “Guada al tin”, “segundo río” ó “río del lodo” según estas dos opciones.
Es entretenido estudiar la Toponimia (que se parece a los mosaicos) y a poco buscar se encuentran ríos “con Se”, por ejemplo, Seco, Secu, Sequillo, Segura, Segurilla, Seta, Sedanillo, Sedo, Segre, Ser, Serpis, Serrano, Servoi, Setenil, Sever… y uno de ellos, un torrente llamado Segundera a más de 1.600 metros de altura en la zona glaciar de Sanabria, llamado así por nacer en la Sierra Segundera, pero nunca he encontrado un río segundo, tercero ni cuarto…
Sí que hay un río Quinto afluente del Henares, pero no es el quinto, sino el segundo desde la cola, lo que se ha de leer como el mensaje de que muchos de los nombres son antiquísimos y no significan lo que parecen, sino otras cosas que es probable que sonaran muy parecido en el idioma que los bautizó.
Si la inexistencia de ríos calificados según numerales es patente, no es fácil de creer que “Guad al iznaín” con el significado de “el segundo río” haya mutado a Guadalentín, tanto si la frase se dice en Andalusí como cuentan los ilustrados o, se dice “alnahr althaani” en Árabe fetén y el cambio necesario es excesivo para una voz tan sonora como el nombre actual.
Sería más creíble que procediera de “Guada al tin” (aunque le falte el importante lexema, “len”) y no tanto de “nahr altiyn”, significando “rio de lodo” en vez de “barranco de lodo” (“ouad” es barranco y “nahr”, río), pero en esa zona toda la parte baja de ríos, barrancos y ramblas está formada por arrastres recientes, todo son aluviones, por lo que decir río de lodo, barro o aluviones, es como no decir nada y los antiguos eran muy precisos con sus nombres, seguramente para reforzar la memoria al comprobar sus características.
Lo que se plantea en este ensayo no es la originalidad de “guada” 3) , cuya discusión exigiría todo un capítulo, sino la parte final del nombre, “lentín” y sus variantes, que se encuentra en numerosos lugares.

Solo en España se recogen alrededor de quinientos lugares que llevan terminaciones como “entín, entin, enchín, encín, entzin, endín…”, siendo los más abundantes Valentín, Lourentín, Aventín (San) y Ventín, aparte de Guadalentín, que nombra barrancos, cañadas, cordeles, cortijos, granjas y valles. Valentín, en modalidad de nombre solo o con título de santo es el más abundante.
El complemento “entin-entzin” en Euskera, transmite una idea de confianza en la persona, animal, material o proceso, así que la mayor parte de los lugares llamados “Valentín” sin complemento de dignidad, santidad u otro tema son lugares en que en épocas se depositaron lodos oscuros, pero que no suponían peligro para personas o animales, es decir, no eran arenas movedizas. La mayor parte de ellos están en zonas ahora muy fértiles y regadas y la explicación es muy sencilla; “bal” son los limos oscuros y “entín” los describe como consolidados.
La larga coda del nombre de Guadalentín, se debe a que su forma original fue “al lentín”, donde la partícula inicial trae el mensaje de ausencia, de carencia de lo siguiente, la seguridad o confianza. Según esto, el río Alentín era conocido por nativos y visitantes como los pastores que cruzaban la geografía por sus repentinas avalanchas de agua y lodo después de largos periodos secos en que sus álveos y riberas se cubrían de vegetación sobre los fértiles aluviones, dando una imagen de abundancia y seguridad, cuyos pastos podían atraer a los rebaños.

Un nombre tan contundente no se olvida y cuando los musulmanes aparecieron por la zona para cobrar los tributos, solo pusieron “Guada” por delante, aporte que no molestó a los naturales, que siguieron llamándole así aún después de que aquella dominación se disipara.

[1] Se puede decir que desde el Pico de Añora, hacia el Este, Montes de Pericay, de Pinosa, Sierra de la Zarza, del Almirez y del Gigante y sus intrincadas estribaciones, envían su agua-cuando la hay- hacia el Guadalentín.

 

[2] Nombre que recuerda a las Luchanas de Baracaldo y Erandio, que deben su nombre a un gigantesco desmoronamiento de tierra en el río Nervión.

[3] La tradición escrita al menos desde Covarrubias, dice que “guada”, vale por “agua viva” en Árabe, pero no es así; “wad”, es un barranco como se cita arriba. “U a di”, significa también aguazal en Vasco.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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