Este es un ejemplo de ejercicio de toponimia realizado sin salir de casa, con tan solo el ordenador y un acceso a Google Earth.
Un grupo extensísimo de topónimos (cerca de mil variantes), es el de los lugares que comienzan según “La R……” y entre ellos posiblemente el más numeroso, el que en España cristaliza como “La Rocha” y en Francia, como “La Rochélle” (que veremos próximamente).
¿Qué persona sensata con estudios de bachiller o incluso universitarios podría dudar de que La Rocha y La Rochélle se refieren a rocas y roquedos?… En un estudio superficial, ninguna. En un estudio profundo, todas.
Así se ha elaborado gran parte de nuestra cultura. Los que la dirigen confían en que la gente se conformará con un vistazo y asumirá los teoremas de los presuntos sabios, como si fueran verdades contrastadas, cuando son elucubraciones hueras. La consecuencia es que casi toda la Etimología y gran parte de la Toponimia, dos ramas del saber claves para entender los valores, riesgos, desafíoss y soluciones del pasado, son un bodrio; algo que no aguanta una investigación profunda.
Académicos y otros vividores que pontifican sobre estos temas, atacan con furia desautorizadora a quienes denunciamos sus veleidades, pretendiendo evitar un cuerpo a cuerpo que –creo- que intuyen que perderían.
De ahí que me parezca más grave su cobardía, porque acaban gestionando mal sus conocimientos y la búsqueda de la verdad, que para ellos debería ser sagrada.
Yo disfruto con la toponimia como cualquier ornitólogo lo hace escuchando los cantos de los pájaros y leyendo en ellos informaciones que otros no podrían imaginar. Disfrutar con la toponimia no es fácil pero el avance en su resolución es progresivo; cuanto más nombres similares compiles y visites en campo con espíritu verdaderamente crítico, más probabilidades tienes de dar con algún significado.
Es importante tener conocimientos de Geología, Geografía, Edafología, Hidrografía, Clima, Economía (especialmente Agricultura, Ganadería y Comercio) o Ecología y es necesario conocer las raíces vascas más importantes (Ver “El ADN dl Euskera en 1500 partículas”) que intervienen en la génesis de los nombres.
También hay que desarrollar una especie de “olfato” que discriminando las variables que intervienen, ayude a acercarse a aquéllos lugares en que por la concentración de nombres favorables o porque alguno de ellos llama la atención por alguna confirmación o contradicción, “invite” a hurgar en la información cartográfica, gráfica o histórica disponibles.
Veamos un caso real.
Cerca de Calamocha, Teruel, en un paraje sedimentario, desprovisto de vegetación densa y con un relieve muy suave, se encuentra el nombre de La Rocha para denominar al extremo de una paramera.
Aunque es un punto topográfico dominante, la búsqueda en otras cartografías y en la ortofotografía oficial y el Google Earth, evidencia que en el entorno cercano no hay roca alguna, sino perfiles suaves y redondeados y suelos desnudos.
Moviéndose un poco hacia cotas más bajas, se localiza un arroyo seco que se llama “Hocinos”. Este cauce tiene señales de haber agua de forma intermitente y en la cartografía se dibujan unos símbolos que se reconocen como “lagunas temporales” o pozos de temporada. Ver cartografía.
Recurriendo a la ortofoto, se percibe que en el lugar que correspondería al mayor de los pozos, hay dos figuras de forma redondeada que muestran señales inequívocas de haber sido labradas en un entorno en que todo son pastizales.
La certeza del laboreo indica que el grosor del suelo de depósito es suficiente para el arado y la forma curva (muy distinta de los bordes rectos de las parcelas tradicionales sometidas a herencias) sugiere que ambas formas son debidas a antiguas pozas colmatadas por los sedimentos que proceden de la zona de La Rocha.
En un ejercicio rápido podemos “reconstruir” el proceso morfológico diciendo que hace cinco o seis mil años y con un clima más húmedo, las depresiones que ahora se labran, estaban formadas por pozas y humedales que se han ido colmatando con los acarreos del arroyo y con la vegetación que iba ocupando –cada vez- zonas más profundas, hasta resultar llenas y forzar al arroyo a irse a uno de los márgenes.
En un periodo húmedo, las zonas llanas serían herbazales y el arroyo llevaría agua casi todo el año. Al cambiar el clima hacia una continentalidad más marcada, los herbazales se hicieron más xéricos y la agricultura dio con las zonas de tierra más gruesa, húmeda y fértil mientras en el resto se aplicaba –durante siglos- una ganadería extensiva; a pastos.
En la época húmeda citada, las pozas del arroyo pudieron dar nombre al mismo, ya que “oz” es la raíz genérica para los pozos en Euskera, raíz que seguida de “in”, una de las formas que al final de la voz determina un tamaño destacado, grande y terminada entre “ok y oz”, una forma de plural, haría “oz in oç”, con el significado de “Los pozos grandes”.
Buscando a lo largo del arroyo, se localizan varias figuras redondeadas que correspondieron a otras tantas depresiones o pozos.
Estos elementos, quizás permanentes en otra época y especialmente el mayor de ellos, pudo ser el que dio nombre a la planicie inmediata, “Larr osá”, es decir “El pozo del pastizal”, nombre que con la pérdida de la lengua hablada entonces y con la modificación del espacio tras los cambios naturales y económicos del entorno, quedó como “La Rocha” (La Roca), frase aparentemente más coherente, aunque en el entorno no haya roca alguna.
Mecanismos como este se repiten por millares en la toponimia del suroeste de Europa.