Árbol mediterráneo de porte medio, hojas perennes olorosas y flores tetra pétalas, las únicas entre los árboles.
Los sabios a lo suyo, a asignar todo al latín aunque su magnanimidad sea grande y a veces acepten que el nombre ha llegado a España a través del Francés Provenzal “laurier”, partiendo del Latín “laurus” y aceptando a regañadientes que la voz es rara en latinidad y que quizá sea de un sustrato anterior… que pudo dar origen también a la forma griega “dafní”, ya que ellos tienen licencia para cambiar “des” por “eles” y todo lo que haga falta hasta conseguir que un caracol salte.
Pues no, señores de la búsqueda impenitente, el laurel ha permanecido fiel durante milenios a su lexema “laur”, cuatro, rematado por el genitivo “en”, que generalmente evoluciona a “el”, con lo que la voz queda en “laur el”; “el de cuatro”. Ver su rara, microscópica y efímera flor tetrapetalia en la figura de una enciclopedia y en la foto que me ha costado obtener esta primavera en uno de mis laureles floridos.
¿Conoce alguno de los lectores otra flor con cuatro pétalos?
La precisión en la designación de los nombres y fenómenos en el Euskera antiguo es proverbial; lo que no es fácil de explicar es porqué esta lengua que disponía de nombres tan precisos los ha cambiado por otros alternativos e insustanciales como “ereiñotz, erremu…” en tanto que Castellano y otros (mal llamados) romances, han conservado aproximaciones del original.
Hola Javier.
Me alegro por esta página y por su trabajo.
Felicidades desde Andaluzía.