¿Refugio franco cantábrico?
El resumen de este trabajo viene a decir que no se ve la importancia que se dio -y se sigue dando- al juego que hayan podido dar estos u otros lugares calificados como refugios, porque hay muchos indicios en la lógica científica multi disciplinar y en la lengua vasca que apuntan a que la humanidad era capaz de sobrevivir sin problemas en zonas muy frías, era capaz de navegar y vivir de los recursos del mar o de tierras frías como estepas, tundra o taiga.
La cosa comienza porque en pleno romanticismo francés, hacia 1863 se añadieron muchos descubrimientos a la gruta conocida como “grotte Richard”, así que para 1918, la villa francesa de Les Ezyes de Tayac en el Valle de La Vezére abrió el museo -hoy muy ampliado- que llamaba a los visitantes con el nombre de “Capital Mundial de la Prehistoria” y en el que se recogían los primeros esqueletos de Cromañones junto a muestras innegables de un pasado épico y se podían visitar pinturas parietales impresionantes.
Los descubrimientos eran inquietantes y el escenario cuajado de abrigos rocosos soleados y protegidos del viento del Norte ayudaba a los visitantes a comprender que hace milenios hubo una forma de vida organizada y capaz de crear arte, de manera que ante la ausencia de yacimientos conocidos en otros lugares, pronto se creó el mito de “Un Refugio Francés de los Hielos” que había salvado a la humanidad de la extinción.
Poco después, Marcelino de Sautuola descubría unas pinturas en Santillana que superaban a las francesas en magnitud y realismo y tras describirlas ante los representantes científicos de la época, sufría un rechazo general orquestado por los chauvinistas franceses y secundado por una gran parte de los entendidos nacionales, hasta que pasado el siglo XIX y muerto Sautuola, Breuil, el “pape de la Prehistoire” se dignó a visitar la cueva y a reconocer su autenticidad.
Desde hace siglo y medio se ha multiplicado en todo el mundo el descubrimiento de cuevas simas, abrigos o simples concentraciones de indicios “al aire libre”, pero en la zona que comprende la costa cantábrica central y oriental, el peri pirineo y el centro de Francia, tanto el número de descubrimientos como el aporte de información desde el Paleolítico Superior hasta época histórica, ha sido mucho mayor, así que no es de extrañar que gente bien informada como el Paleo demógrafo Jean Pierre Bocquet, retomara un siglo después ideas anteriores y volviera a poner de moda ese refugio que primero fue francés y luego se amplió al cantábrico, así que con mucha más información que entonces, la literatura no ha perdido la ocasión de engancharse a esta oportunidad.
No es posible disponer de imágenes fieles de un periodo tan largo y en el cual la superficie de la Tierra ha sufrido tantos cambios, así que los mapas que se adjuntan son solo orientativos de las densidades de yacimientos registrados.
Todo el Cuaternario ha sido muy propenso a la modificación de la superficie de la Tierra por lo que la mayor parte de los yacimientos superficiales, especialmente las terrazas de los ríos, o han sido lavados o han resultado aterrados, las simas se han derrumbado o colmatado, muchas grutas han sido cubiertas por avalanchas o tapadas por un mar que se ha movido cientos de metros…
Tampoco los razonamientos pueden ser tan amplios como los datos y la imaginación sugieren, pero si es posible aún en un pequeño ensayo como este el advertir de ciertos aspectos que han de ser tenidos en cuenta en cualquier reconstrucción de la dinámica de una amplia época pasada, así se van a tratar seis o siete temas que merecen no solo ampliación, sino profundización en sus llamadas:
1.Peculiaridades de los abrigos.
Tanto los abrigos franceses como los cantábricos se dan en macizos calizos que, poco alterados unos y plegados y fracturados otros; se dan por la interacción de agua y roca durante los periodos geológicos anteriores que produjo grandes erosiones, dando lugar a dolinas, cavernas, simas y cubiertas rocosas más conocidas como abrigos o resguardos.
Los abrigos de la comarca de Les Eyzies son lugares privilegiados por su orientación, dimensiones, formas suaves, muchas veces horizontales, así que no es en absoluto extraño que fueran atractivos para animales y humanos en cualesquiera situaciones ambientales, pero no hay motivos para pensar que quienes los ocuparon, lo hicieran de forma prolongada o permanente. La idea que se nos inculca desde niños sobre las gentes de la edad de piedra viviendo en una cueva como ahora vivimos en un bloque de viviendas, limita mucho nuestra apertura mental y las grandes carencias en percepción de sonidos y movimientos de la naturaleza y en desarrollo de habilidades manuales y motoras de las que es responsable nuestra forma de educación nos lleva a subestimar la capacidad de auto protección que debían de tener aquéllas personas, puesto que nosotros somos absolutamente incapaces de resolver cualquier problema nimio que puede darse en el medio natural.
Contra la idea inculcada de milenios interminables de “cazadores-recolectores” vagando sin criterio por un vasto y desconocido mundo en el que la caza surgía “por casualidad” o por suerte como las raíces, frutos o larvas gordas que se extraían de las tortas de estiércol con que se tropezaban, los análisis de economía alimenticia y docenas de voces del Euskera, apuntan más bien a que la ganadería no comenzó siendo una actividad sucedánea de la agricultura, sino un arte muy temprano por el que ciertos rumiantes aprendieron que de la asociación con los humanos, podían ganar en tranquilidad y seguridad aunque estos les quitaran de vez en cuando un recental, parte de la leche, sangre, pelo o cuernos y se comieran a los viejos después de una vida larga.
La ganadería inteligente exige el conocimiento de un montón de técnicas auxiliares, exige conocer la etología de los animales, los ciclos de hierbas, épocas de floración, plantas compuestas y árboles, climatología, riesgos ambientales, técnicas de manejo, marcado y búsqueda de los rebaños, maniobras para la reproducción y cría, anatomía y cuidados… y toponimia, mucha toponimia.
Quien haga caso a las corrientes bibliográficas, estará convencido de que hubo que esperar al paleolítico superior para que los grupos humanos aprendieran a cazar con tácticas y técnicas más refinadas que el simple encuentro y garrotazo de los comienzos. En vez de asignar a un temprano pastoreo y al establecimiento de un matadero el que en algunos yacimientos empezara a haber restos de una sola especie (generalmente renos), los sabios en cónclave decidieron que los hombres de la piedra “habían aprendido a cazar” y ya elegían sus piezas…
Para negar el pastoreo se repasan las escenas parietales de caza, pesca (casi todas) y ojeo, basándose en la ausencia de imágenes de pastoreo para negar la existencia de esa modalidad, pero se olvidan del “actualismo”, receta que hay que aplicar siempre y que nos dice que las cosas siempre han sucedido igual con ligeros cambios en función del escenario y de los actores, así que igual que en periodos posteriores quienes tenían capacidad para pagar a un pintor pedían imágenes épicas sino divinas, antes se exaltaba el riesgo y la emoción venatorios y a nadie se le ocurría pintar a un tallador sacando lascas…
Los abrigos eran lugares idóneos para pasar una temporada o para quedar con otros grupos, pero entonces no existía el sedentarismo sino en algunos individuos “raros” que elegían una vida contemplativa, siendo un axioma que los exteriores aptos para soportar imágenes, tallas o modelados estarían llenos de estas expresiones, pero, obviamente, el efecto erosivo de la luz, del aire húmedo y del viento, ha disuelto todas aquellas obras.
Casualidad o no, el sonido del nombre francés de Les Ezyes (Leizeak-leizeaz), cualquier hablante de Euskera, lo entendería como “leizeak”, las cuevas y su segundo apelativo, “Tayak”, “ta aiak”, como rocas cortadas. Los franceses se cuestionan la ortografía en lugar de analizar qué significan los nombres que ni entienden ni pueden pensar que son de origen vasco.
2.La costa de entonces.
Las cuevas francesas calizas se encuentran en el centro del país y con la pérdida del dominio calizo por la transición a un entorno sedimentario reciente y creciente hacia el Oeste, según se acerca a la costa, desaparecen cuevas y abrigos.
En España, sin embargo y especialmente en el Cantábrico, una vez extinguido el escudo gallego, la caliza sola o alternando con cuarcitas y otras rocas ácidas, llega hasta el pirineo, así que la frecuencia de aparición de grutas es permanente y así lo fue aún cuando hace unos 17.500 años, los hielos estaban en su máximo y la línea de costa estaba entre 6 y 12 kilómetros más al Norte que ahora.
Por eso no puede extrañar que aquí haya una gran densidad de cuevas y simas en las que gran parte del material que entra o es llevado, queda atrapado por polvo, derrubios y coladas y se transforma en un yacimiento para la investigación del futuro. Pero la existencia de estos registros en los que -con frecuencia- hay indicios de actividad humana, no niega que en lugares como estepas y planicies de denudación pero sin cuevas ni simas, no hubiera tal actividad o incluso más, porque nunca que ha habido recursos venatorios o posibilidad de pastorear los herbazales ha sido un problema para los grupos humanos el de crearse refugios temporales.
Lo que sucede en estos lugares es que cualquier resto, o es sepultado por ser zona de acreción o es lavado y arrastrado, por serlo de erosión, dispersándose en este caso, o enterrándose sin dejar indicio alguno, en el primero y la impresión es la de que allí no hubo vida, estableciéndose una correlación inexacta entre cuevas y presencia humana.
Volviendo a la regresión marina, la retirada del mar descubrió un gran pasillo costero en el que la topografía era más suave que tierra adentro, pero es seguro que en él se encuentran numerosos yacimientos que fueron cubriéndose por las aguas durante la siguiente regresión, así que entre unos pocos y hasta más de cien metros de profundidad pueden estar muchas de las claves que nos faltan. Además, ese pasillo debió de ser como una autovía cómoda entre la meseta española y la gran llanura europea que comienza en Las Landas y a la que enlazaban corredores menores que con los numerosos ríos cantábricos entraban tangencialmente en ella, convirtiéndose en una vía muy recurrida para herbívoros y por tanto, cazadero y paso preferente de rebaños.
En la imagen, el Cabo Matxitxako y Bermeo. La costa llegaba hasta donde ahora está fondeada la plataforma Gaviota. Frente al Abra de Bilbao, los aportes del Nerbión, “inflan” la batimétrica, que quizás antes no fuera tan convexa.
3. El entorno de cuevas y abrigos.
El modelado de la roca en forma de abrigos es espectacular en el Perigord francés por la concentración, por sus dimensiones, formas, visibilidad y cercanía a ríos, pero en otros lugares, no siendo los abrigos tan amplios ni accesibles, también fueron aprovechados por las generaciones de entonces y algunos han llegado a conservar -ligeramente modificado- el nombre que entonces les daban sus ocupantes como lo sugiere la repetición del apelativo “San Adrián”.
El más destacado de ellos es la ermita de San Adrian en Rouen (Francia) unos cientos que kilómetros al Norte de Les Ezyes, ermita que se edificó aprovechando para la nave parte de un refugio y construyendo una fachada para cerrarla.
Este nombre de santo se ha comprobado que se repite en numerosas cuevas como en: San Adrián de Juarros, Burgos, San Adrián de Navarra, San Adrián de Lizarrate en Gipúzkoa, San Adrián de Sásabe en Huesca, San Adrián de Valduenza y San Adrián del Valle en León, San Adrián – Santa Marina en La Coruña, San Adrián de Lumbier, también en la cueva de Sant Adrao en Pontevedra, Santo Andriano cueva y Abrigo en Asturias, en Navarra, todos en España, cueva de Santo Adriao en Portugal, Iglesia rupestre de Sant’Adriano en Calabria, cueva de Agios Adrianos en Creta, cueva submarina de Saint Adrian abbey en Escocia…
En la imagen, San Adrián de Lizarrate (lis har ate), puerto de la roca lisa.
La sospecha muy bien fundada es que estos abrigos o portales de cuevas se llamaban “Aterri and” que en Euskera significa “cubierta grande”, nombre que persistió hasta la llegada del cristianismo y que los catequistas o emisarios que llegaban para traer la fe, lo cambiaron hacia el siglo VIII por “adrian” y le añadieron el prenombre de Santo. El nombre común de este “elementos micro” de toponimia indica que la población viajaba mucho y que había cierta uniformidad en la forma de vida y en la lengua.
4. Los sabios y las instituciones.
Aunque al comienzo de sus carreras la curiosidad y la rebeldía caracterizan a muchos futuros sabios, el conservadurismo y la defensa a ultranza de lo aceptado por la comunidad suele ser una postura frecuente de los mediocres cuando alcanzan ciertas cotas de relevancia, así, profesores de distintos niveles, estudiosos y seguidores de entes culturales suelen ser extremadamente conservadores y algunos de los primeros, atraídos por la popularidad, emiten con frecuencia mensajes que superan la racionalidad; entre nuestros conocidos adalides, uno de ellos recalcó en un documental, que los pobladores paleolíticos de la costa vasca “solo se metían en el mar hasta las rodillas”.
Con esta frase quería decir veladamente que el mar era un límite infranqueable para ellos, que no sabían pescar ni navegar y que “estaban presos en el refugio”, acercándose así a las tesis de otros que defendían esa idea. Posiblemente los arqueólogos le habían contado que había numerosos concheros y que en ellos solo se encontraban conchas de lapas y ningún rastro de peces, crustáceos o animales marinos.
Pero no le dijeron que en Santi Mamiñe, en un estrato de 9.000 años a.a., se encontró un otolito de merluza que correspondía a un gran ejemplar de 10 kg. y que ese pez bentónico que vive en profundidades casi abisales, nunca se acerca al litoral y hay que pescarlo de doscientas brazas en adelante y para ello hay que tener embarcaciones, saber navegar, disponer de largos sedales, anzuelos, carnadas y pesos y que para demostrar que se pescaba, basta con ese pequeño hueso, que desmonta una de sus bases teóricas.
Este es solo un ejemplo, pero la omisión de lo que molesta o amenaza edificios teóricos es una constante entre instituciones y entes culturales.
5. El mar.
Ese mar que se citaba como barrera, no ha sido tal. Nuestra actual limitación debida a la especialización que nos ha hecho ricos y cómodos, nuestra falta de dominio de medios como el mar, nos lleva a creer que es cierto ese efecto barrera; los esquemas de migraciones desde África por el pasillo de Oriente Medio que evitan poner siquiera pequeñas flechas en Gibraltar o entre Túnez – Malta – Sicilia, arrastran a los estudiantes a creer que hasta la irrupción de los fenicios, griegos, cartagineses y romanos, hasta la consolidación del comercio y los imperios no hubo navegación, cuando los nombres de los vientos, de los elementos principales y secundarios de los barcos, las maniobras, los animales marinos y los nombres de las islas nos traen mensajes distintos.
No hace mucho que el descubrimiento de tallas de roca en Creta ha obligado a desplazar las fechas de inicio de la navegación hasta hace 130.000 años…
El mar que ahora languidece sobreexplotado, contaminado y agobiado por la multiplicación de especies invasoras, el mar que en setenta años ha pasado de dar merluzas y bacalaos de diez kilos a especímenes de kilo y medio, era hasta que empezaron a desaparecer las ballenas y los grandes peces, un entorno rico en el que navegantes en una balsa hecha de pellejos inflados, no tenían porque temer al hambre ni a la sed, porque aves, peces voladores, tortugas y otros muchos peces como meros y túnidos, tienen una fuerte tendencia a “buscar” la sombra de objetos flotantes, siendo fácilmente arponeables desde la balsa.
Así, con la técnica denominada “al objeto”, (o, dispositivo) combinado con grandes “cercos”, comenzaron a pescar atún los arrantzales bermeanos en los años sesenta hasta que el abuso ha diezmado las poblaciones y el equilibrio global está en peligro.
En la imagen, atunero cerrando el copo sobre un “objeto” y noticia de La Voz de Galicia advirtiendo que esa forma de pesca que consistía en lanzar al mar cientos de balsas con balizas geolocalizables y luego pasar con una red kilométrica a recoger lo que se había adherido al “objeto”, empezará (eufemismo) a ser limitada.
Imagínese el lector la riqueza del mar hace 12.000 años…
6. Los ambientes circa árticos.
Otra limitación que afecta por igual a ignorantes y estudiosos, es la de creer que el frío es un elemento limitante.
No es el frío (sin el concurso de agentes como el viento o la nieve permanente) el problema, sino la ausencia de recursos tróficos la que impide el que un espacio se transforme en “territorio”, es decir, que sea visitado, conocido y disfrutado por nuestro género.
En este sentido, uno de los entornos más ricos del planeta es el ecotono que se forma a lo largo de la banquisa polar, de los hielos marinos flotantes. Este pasillo es rico en plancton y necton, en crustáceos y moluscos demersales, en peces y mamíferos marinos y terrestres; es un lugar donde si los conocimientos y los equipos son adecuados (guantes, botas, ropas de piel, perros, gafas ranuradas, artefactos de pesca y manejo del hielo…), una población puede vivir indefinidamente desplazándose en embarcaciones de piel y en trineos.
Así, diversos nombres extendidos en casi todos los idiomas, apuntan al Euskera como generador de los mismos:
“Polo, pola”, no es la cita griega a un eje de giro imaginario, sino a la banquisa polar, un límite precursor del auténtico polo actual, que en Euskera describe un espacio de muy bajo relieve que puede ser de hielo (banku pola), de arena (Castropol, Sebastopol…) o de roca (Santa Pola).
La tundra, cuya etimo (“tunturi”)se asigna a lenguas finesas pero sin explicación, puede ser de origen euskérico a partir de “tunt”, zona cacuminal y “ara”, planicie, oración que con la forma “tuntara”, explica y suena mejor que la oferta ugro-finesa.
Asimismo, la taiga que asignan al ruso con significación de montañas, es dudosa porque en este idioma y otros eslavos, la montaña es “gory, gora”; en cambio en Euskera, “ta i ga” lleva el mensaje de “no talable”, idea diferente a la de los bosques templados donde se entiende que los antepasados creaban claros con distintos objetivos.
En cuanto a animales de zonas y mares árticos, se pueden citar los siguientes:
El “wool ox” (“bu ul”) o buey lanudo, lleva el “ul” (pelo) de su lana como detalle del genérico “bu”, buey, empujador.
El armiño, con un nombre muy parecido en todos los idiomas, solo tiene explicación según el Euskera “erbi iñu”, literalmente “mama liebres”, por su habilidad de acercarse a las liebres árticas encamadas y sin darles tiempo a despertar, desgarrar una vena del cuello y dar unos sorbos de sangre…
O el alce, aquí conocido como ante, que por ser el mayor de los cérvidos, un verdadero gigante, lleva ese nombre derivado de “and e”, “el grande”.
Entre los mamíferos marinos, la foca, ahora llamada con sucedáneos como “itsas txakur, itsas txaal…”, han abandonado el original “fu ka” (“fu”, soplido y “ka” modal, reiteración), aplicado a ese gracioso animal porque en sus apariciones en los respiraderos, expulsa el aire sonoramente en veinte o más expiraciones mientras oxigena su sangre para volver a una larga inmersión.
O la morsa que se suele asignar al Lapón, pero que en Euskera es muy gráfica puesto que describe el uso de sus descomunales colmillos que mucha gente ignora que le sirven para desplazarse. Así, “mu ortza”, significa dientes para el movimiento.
O el delfín, de amplia tolerancia con la temperatura del agua, que lo oficial nos dice relacionado con el Griego “delfis”, vientre, explicación que falla en lo anatómico (vientre, tripa, matriz, seno… se dice koilia, entero, stithos, mitra, oothiki… pero no delfis) y en la lógica, puesto que todos los cetáceos y muchos peces son vivíparos y según eso todos deberían llamarse así.
En Euskera, se vuelve al mismo vicio de abandonar el nombre original cuando lo usan otros y crear sucedáneos-basura como isurdi, izurde… (cerdo de mar), cuando primitivo era superior, “dei fin”, significando “llamada aguda” como respuesta a sus agudos silbidos, “iiiii…iii”, de profunda intención social.
O la orca, “urra ka”, desgarradora (compárese con el cánido, “orra”), llamada así porque desgarra a dentelladas y sacudidas los pingüinos y focas que agarra entre sus mandíbulas y últimamente los timones de los veleros.
Quizás el cetáceo más llamativo sea el narval, la ballenita con un enorme cuerno recto (que en realidad es un colmillo). El narval se llama de forma muy parecida en todas las lenguas, lo que es claro indicio de que su origen fue único y general. No es casualidad que aparte de que el marfil de su colmillo sea un atractivo para su caza, las tiras de su piel asadas sobre piedras calentadas con grasa de foca, es un manjar de primera magnitud en el ártico. Si se prueba a escribirlo tal que “nar bale”, su significado en Euskera es “ballena del cuero”.
Aún hay aves y peces que pueden aumentar esta lista.
7. La capacidad para viajar.
La repetición de topónimos parecidos que describen lugares semejantes es solo una de las técnicas que junto a revisiones léxicas, análisis lingüísticos o genéticos, pueden recrear las formas de vida en un mundo desaparecido. Todas ellas se han dado porque el género humano tiene una clara predisposición y querencia para el desplazamiento y el recorrido de tierras ya conocidas o ignotas.
Esto es una diferencia radical con animales territoriales como son la mayoría de los simios y predispone a los grupos humanos a cambiar de residencia, bien por curiosidad, bien por perseguir a grupos de herbívoros para predarlos. De esta actividad al pastoralismo solo hay un pequeño matiz que para desarrollarse exige conocer bien las necesidades, hábitos, temores y capacidades de las especies objetivo.
Aún hoy en día quedan trazas de pueblos pastores que abarcan desde la tundra a las sabanas, desde las montañas asiáticas a las andinas, desde las llanuras mongolas a las australianas y aquí mismo, en España queda un increíble patrimonio de vías pecuarias que nos recuerda que hasta hace poco, los establos y los animales encerrados eran cosa de un día entre ciento.
Ni que decir tiene que en condiciones meteorológicas normales, un grupo humano con su rebaño, podía sobrevivir en lo que a alimentación y comodidad se refiere, ilimitadamente.
Una noticia que revolucionó el mundo de la antropología hace una treintena de años, fue el descubrimiento en los Alpes entre Austria e Italia y a una altura a la que hoy en día solo se atreven los montañeros bien equipados, un cadáver momificado que inicialmente se pensó era actual, pero resultó ser un elemento de la época neolítica (hace unos 5.200 años) que fue bautizado como “Otzi” y del que los análisis posteriores “reconstruyeron” gran parte del final de su interesante historia.
Como resumen para este ensayo, Otzi iba bien equipado y pretendía cruzar los Alpes en solitario, cuando una profunda herida que llevaba le causó la muerte y una tempestad congeló su cuerpo en el mismo glaciar que atravesaba.
Corolario: Nuestros antepasados conocían el medio mucho mejor que nosotros y eran capaces de enfrentarse a recorridos que hoy en día serían complicados hasta para los más intrépidos exploradores y como extensión se puede decir que es innegable que en el llamado “Refugio franco cantábrico” se podía vivir durante el máximo glacial, pero no se puede omitir el decir que los grupos que lo frecuentaban podían irse de él bien a pie hacia el calor del Sur, bien hacia las estepas europeas o incluso en artefactos flotantes hacia costas más cálidas y hacia corrientes templadas.
Hola Javi,
Y a este magnífico artículo de voces euskéricas relacionadas con el mar, deberíamos añadir beluga, el cetáceo de piel blanquita que vive en los mares árticos. Nuestros sabios de la RAE dicen que viene del ruso beluga, de belo: “blanco” y el sufijo aumentativo uga. Cuando en realidad su origen sería euskérico:
BAEL/BALE = “ ballena” + UGA = “fecundez, reproducción, fecundidad”.
BALEUGA > BELUGA sería la ballena que se caracteriza por su fecundidad.
Las belugas son animales gregarios que conforman grupos de unos diez individuos en promedio, pero durante el verano se reúnen cientos e incluso miles en los estuarios y aguas costeras poco profundas.
Un abrazo
Pues sí José, veo perfectamente defendible lo que sugieres aunque en ruso, «biili» sea blanco, ya que los belugas son los cetáceos que suelen reclutarse en mayor número y según descripciones de antiguos marinos, llenaban golfos enteros de ejemplares.