Las voces del tipo “abate” para designar a los curas o a los ministros de Dios son comunes en todo el occidente. En la península Ibérica, Portugués, Gallego, Castellano y Vasco le llaman “abade” y solo el Catalán le llama “abat”.
A partir de aquí, hay numerosas variantes en las cuales cambia la coda, pero no el comienzo: Los franceses dicen “abbé”, irlandeses y escoceses, “abb”, siendo los únicos que prescinden de las dentales y ya todos los demás varían desde “abt” hasta “apatti”, pasando por “ abat, abbat, abbate, abbati, abatu, abats, abatas, abade, abbas, abbed, abbot, aboti…”.
Para encontrar formas distintas hay que ir al Griego y alguna lengua eslava ( con “igoumenos” y similares) o al Rumano, que tiene algo muy distinto y que suena “staret” con una “s” inapreciable.
La cosa es que la internacional indo europea quiere que el nombre venga del Este y para eso, todos sus miembros explican que todos hemos copiado del Arameo “aba”, padre, primero en el Griego “abba” y luego en el Francés “abbé” y en el viejo Sajón “abbo”.
Nadie da fe de donde procede la parte final de la mayor parte de las formas en otros lenguajes y cierran la historia explicando que San Jerónimo el Dacio que sabía además de Latín, Hebreo, Griego y Arameo, así lo aseguraba en alguna epístola.
Aparecen dudas por todas partes, la primera, que en Rumanía precisamente, de donde venía Jerónimo, se usa la forma radicalmente distinta que se acaba de ver. La segunda, que en Griego, la forma de mencionar a sacerdotes o padres podía variar entre “igoumenos, papás ó pátera”, pero no “abba”. La tercera, que es muy raro que los más occidentales tengan formas más completas que las de los orientales de donde se supone que viene la idea…
Nadie ha consultando al Euskera, persuadidos de que es una lengua de un rinconcillo sin proyección en ninguna parte, pero deberían hacerlo porque esta lengua lo explica con nitidez sin cambiar en absoluto nada de lo que exhiben las formas ibéricas occidentales: “Ab a” es la raíz principal con significado de parentesco y “de” es la idea de divinidad, así que “aba de” nos explica que la persona a quien se denomina así, es “el pariente de Dios”.
Es gracioso, pero los hijos de inmigrantes en Euskalherría hace treinta años, tratando de buscar un espacio intermedio entre el “papá” castellano y el “aita” vasco, llamaban “apa” a sus padres y –sin darse cuenta- posiblemente dieron con la forma vasca ancestral que prefirió ceder ante el poderoso “ai ta”, equivalente a “tallador de piedra”.