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Aix en Francia

El fonema “aix” y sus equivalentes son muy abundantes en España, país quebrado y lleno de montañas, pero en Francia, mayormente llana u ondulada y con montañas solo en zonas concretas es mucho más modesta; citemos entre los Aix conocidos, “Aix les Bains” cerca de Grenoble, Aix en Provence, al lado de Marsella, Aix la Capelle, a caballo entre la zona francófona de Bélgica y Alemania y la isla aquitana, Ile-d’Aix.

Modestia que no impide buscar un ramillete con algunas “en dos piezas” como Aix en Issart, Aix en Othe, Aix sur Vienne, Aix-Noulette y algunas otras que contienen solo el morfema del título, como Artaix, Benaix, Caix, Chaix, Daix, Graix, Mandaix, Morlaix, Paix, Saix, Taix.

La cometa tiene hilo para volar hasta perderse de vista, pero en este ensayo se va a tratar solo de las cuatro primeras, comenzando por el Sur, donde los Alpes mojan sus pies en el Golfo de Génova.

Ahí, muy cerca de Marsella está la elegante población de Aix en Provence.

Con la “Provence” no hay problemas porque todos dicen que el nombre de la comarca viene de haber sido la primera Provincia del Imperio Romano, pero para “Aix” siguen pintando del mismo bote y no se cortan un pelo para decir que procede de la frase latina abreviada, “Aquae Sextiae”, es decir, un lugar donde tenía agua reservada un tal Sextius.

Increíble pero así es nuestra cultura; da más valor a la cita de un estúpido en un papel o pergamino y a un supuesto origen “de distinción social” que al sentido común y al bello arte de cansarse la cabeza e indagar.

Aix –ya se ha dicho-, es un término abundante en Francia, pero desbordante en países que –como España- tienen mucha montaña rocosa; “aix” no es sino la versión genérica de la montaña abrupta, rocosa, que hoy en día se escribe “haitz” en Euskera, pero que abunda en todas las versiones que se ponen en la cita al pie.

¿Dónde está la tal montaña en Aix en Provence?… No muy lejos; los que hayan aterrizado o salido de los aeropuertos de Marsella o Toulón la han tenido que ver imponente en los casi 20 kilómetros de cantil blanco que llaman La Montagne de la Victoire (en la primera imagen obtenida de Google Earth), pero que antes de los cambios del XVIII, se llamaba de Venture. Una gran pantalla rocosa que deslumbra al sol del mediodía y que el pintor nativo Cezanne pintó hasta aburrirse y demostrar a su padre que podía marchar a pintar a París.

Igual de impresionante es la vista de Aix en Provence en primer término y el comienzo del cantil de fondo.

Si teniendo esta roca tuvimos que ir al pozo de Sextius para poner nombre al pueblo, es que no solo los varios arroyos que bajan de las pequeñas montañas circundantes, sino el río Prignon, La Toloubre y el Arc estaban envenenados o secos.

El escándalo sigue cuando el turista quiere subir a lo alto de la montaña y le asesoran sobre el “pico de las moscas”, “Pic des Mouches” y el esforzado visitante llega exhausto a los mil metros y ve arriba una roca arrogante, blanca y pelada y pregunta al guía, ¿Qué moscas podía haber ahí? y el simpático italiano que les acompaña responde al momento –como si lo hubiera dicho muchas veces-…”!Las moscas seguían a los escaladores!”.

En España y en otros lugares hay muchos roquedos que se llaman de los muchachos o de las muchachas en referencia a rocas cortadas (“motx” “atx”), casi como aquí, donde “mo” hace referencia a la personalidad, a lo llamativo del pico, y “atxes”, a la peñas, peñas con pedigrí.

Si este Aix ocupa lo más meridional de los Alpes, Aix les Bains, está en la segunda línea de montañas del occidente, donde el Jura comienza a llamarse Alpes. Está en la orilla oriental del lago Bourget y frente a la imponente muralla rocosa del célebre Mont du Chat (que tampoco tiene nada de gato, sino de “atx ate”, puerto de la peña).

No hay mucha afición a la etimología entre los acomodados franceses porque la gente se conforma con cualquier cosa, así, para Aix les Bains, los académicos gabachos juran que viene de la sentencia latina Aquae Gratianae, nombre de un asentamiento romano que se transformó y contrajo (¡Oh alquimia de las palabras!) en “Aix”, elucubración histérica de quienes ven Roma en todas partes.

Aix es la peña que veían los afortunados parientes prehistóricos que tenían la ocasión de ir a las termas de Aix a curar su reuma, metidos hasta el cogote en una poza; algo así como la foto anterior. Vicio que luego (también por efecto de los sabios romanos) luego se llamaría “Spa” como abreviatura precursora del auge comercial de ahora, para acortar torpemente hasta Spa el nombre de Aquae Spargere (agua salpicada) que daban a los baños del pueblo belga famoso también por las aguas.

Así son las explicaciones de los hipercultos latinistas; todos se equivocan menos ellos.

Y llegando al mar a través del estuario de La Charente (donde hace poco nos invitó su alcalde para ver las obras de reconstrucción de su Puente Trasbordador), a través de un mar de sedimentos cuya magnitud no se aprecia en su medida real en la foto de Google, se encuentra la Ile de Aix, cuyo nombre quieren los sabios de título que provenga del Sajón, donde una forma de llamar a las islas, es “eie” que se transformó en “aia” y finalmente en “aix”.

Sobresaliente, tíos. Isla de la Isla después de unos cambios de malabarista para una palabra tan sencilla como “eie”.

Pues no, en medio de ese mar de sedimentos que se formó en gran parte en la anteúltima época interglaciar que los europeos llamamos Ris-Wurm y se remató en los últimos 20.000 años, asomaban –allá por la Alta Edad Media y desde mucho antes- unas restingas rocosas (que aún se aprecian en la foto de satélite y en el plano del siglo XVIII adjunto) que eran accesibles en algunas mareas bajas y donde los “del Clunia” ya entonces se hicieron una casita de retiro, meditación y para guardar las limosnas.

Unas extrañas rocas para un país de arenas y limos, que retuvieron a su alrededor sedimentos y que cuando las aguas subieron (en esta carrera de final del glaciarismo que llevamos), quedó transformada en isla (Ile), pero que antes fue “aitx”, “aix”, la peña, la única peña.

Y en el último rebote nos salimos un poco de la Francia oficial para llegar a Aix la Chapelle, llamada por algunos Aquisgrán y por otros Aachen (Agen), ignorancia de lo cual me costó estar perdido durante dos horas la primera vez que fui a Alemania en coche cuando aún se usaba pasaporte y no daba con el Aix que buscaba…

Los sabios que todo lo explican con el libro gordo del Latín, dicen que el nombre original Aquisgran, era debido al agua: “Aquae Granni” porque había fuentes para baños que pertenecían al dios celta Grannus y toleran que el nombre Aachen sea germánico, porque significa “río” y también agua (pero, si en Aquisgrán no hay río…), concluyendo que el nombre de Aix vino a través del Valón que lo dejó en Axhe y los franceses lo tomaron como Aix. En resumen, Aix, río, agua.

¿Pero decir río o agua califica algún lugar?… En fin, dejémosles y entremos un poco enlos antecedentes que han llegado de Arqueología, Geología e Historia.

Lo primero y más importante es que Aix está partida por una gran falla (ver mapa esquemático) en terrenos muy heterogéneos, falla que en un corto tramo llegó a tener treinta fuentes termales de aguas azufrosas que los pastores neolíticos ya disfrutaban hace 5.000 años.

No es una novedad que a los poderosos les atrajera esta circunstancia y que Carlomagno decidiera invertir allí las ganancias de sus pillajes, urbanizando los campos (dicen que sobre el trazado de un viejo castro romano), creando palacios y sedes de gobiernos y canalizando las aguas hasta lugares controlados de baños; vamos, lo mismo que se hace ahora con la sufrida tierra.

La literatura asegura que la catedral que promovió ese Carlos, fue pronto conocida por “La Chapelle”, la capilla y parte de sus muros aguantaron invasiones y terremotos hasta llegar a la catedral actual. Ese “chapelle” es el que aseguran los sabios francófilos que quedó como apellido de aquel “Aix” del río o agua. Puede ser.

Pero dada la trayectoria de embustes de la cultura oficial, también es posible que sus tres nombres pudieran ser explicados por el Euskera arcaico; “aix”, de la peña descarnada de la que surgían los manantiales y “chapelle”, no de la definitiva capilla, sino del alto estado de fractura de las rocas del frente de falla, “atxa pellá”, de las que no tenemos pruebas por la intensa intervención urbanística, pero que aún se ven en muchos lugares con esa geología; “pellá”, desordenada rota…

Aachen, que ahora se pronuncia agen, bien pudo ser originalmente “atxen”, “lo de la peña” e incluso Akisgran recuerda un poco a formas como “atxis karra an”, la peña triturada.

En resumen, las explicaciones oficiales son un camelo para llenar documentos y crear una cultura con minúscula.

 

[1] Aixa, Aixor, Barraix, Aixalelles, Aixart, El Aixa, Aisa, Aispe, Aisúa, Belais, Casais, Cerro Faichas, Aitx, Aitxar, Aitxín, Aitza, Aitzaga, Arkaitz…

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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