Árabe Euskera Geografía Prehistoria Toponimia

Alcalá

Hace unos meses estuve en un congreso de Toponomástica entre Miraflores de la Sierra y Alcalá de Henares en el que hubo tiempo para recorrer la ciudad Patrimonio de la Humanidad, donde la amable y bulliciosa guía nos recordó que Alcalá[1] significaba en Árabe, “el castillo”. Cuando llegué de vuelta a casa, en un audio que me había dejado uno de los locutores de radio más activos de Bilbao comentando con un amigo común las cosas raras en que me metía, decía que éste le aseguraba que el nombre actual de la que se supone la antigua Complutum, significaba “encima del río”.

En realidad, “encima del río” se diría “fauq al nahari” en Árabe, pero tal definición es poca  para identificar una población (porque ninguna puede estar debajo del río), pero es de las que se disponen en un minuto consultando a Internet y aunque pocos saben que el nombre de los ríos en árabe, no es “wadi” (barranco) sino “nahr”, Henares suena a los hipercultos  a “an nahr” y a algo relacionado con el río, así que la superficialidad en que vivimos da por buena cualquier cosa que repitan muchos y “encima del río” concuerda con la elevada margen izquierda del Henares, donde se ha decidido que estuvo “Alcalá La Vieja”, altura que contrasta con la baja vega derecha donde se situó  el “Complutum” del mapa de carreteras de Antonino y la Alcalá de Henares de hoy.

Lo cierto es que a mí tampoco me convence “Henares” entendido como herbazal[2] para apellido de esta vega que antaño hubo de ser una selva de rivera impenetrable, no una pradera herbácea y dado que en España haya una docena entre Henar, Henarejo y Henares además de arroyo y río Henares y cientos de compuestos, para empezar, se rechaza “an nahr” como solución desde el Árabe y su significado se plantea como objetivo a descubrir.

Camino del Henar (Cox siglo XVIII) “Going to the hayfield”

La cuestión es que, si esa precisión es poca, no es mucho más consistente la explicación genérica de que cualquier Alcalá que figure en el terreno, sea población o erial se despache desde la erudición diciendo que es un castillo, porque no todos los alcalás tienen castillo[3] y asalta la sospecha de que ese nombre sea prehistórico del tipo “ar kalá”, como aún se pronuncia en la España meridional, con el significado de “roca, peña emergente”, a partir de “har”, piedra y “kalá”, profunda, notable; elemento físico que está más presente en esos lugares que el propio castillo[4], así que en España, entre nombres que comparten las variantes “castil”, “castel”, “gastel”, “gaztel” y “castiel”, pasan de 7.100 y si añadimos los casi 4.000 que llevan “castro” o sus variantes, los 1.200 que llevan “palacio” y los más de cien alcázares que no tienen alcázar pasan de mil docenas las aparentes construcciones marciales que obviamente ni existen ni han existido ni son -excepto raras ocasiones- indicadores de que hubiera esos edificios, como no hay ni ha habido torres en los otros 11.000 lugares que llevan en su nombre aparentes variantes[5] de esa otra construcción…

La cuestión es que nombres vernáculos que significando otras cosas recuerdan a castillo, castro, palacio o torre, se han tomado desde hace siglos como si fueran indicativos de que representan intervenciones antrópicas magnas en lugar de descripciones de signos físicos del territorio.

Pero esto no es una peculiaridad española; en Francia, donde todos sabemos que al castillo se le llama “chateau”, a poco que se busque se encuentran tres cientos de Castel, Castellet, Castelgaillard, Castelmus, Castelsagrat, Mont Castel, etc. etc. casi todos con su correspondiente elevación natural del terreno, como se encuentran Castres, Castries y Alicastres, también Palas, Palastre o La Palasse (que no tienen nada que ver con otros Palace…) y numerosos Torre, Torreille, Torres…, diferentes de otros tantos La Tour que no son castillos, palacios ni torres.

Ya hace tres siglos se veía venir esta manía y haciéndose eco de las discusiones entre “renacidos”, Covarrubias diferenciaba “cala” y “cazar” (“qzar”), pregonando que ambas eran de origen árabe cuando tuvieran un “al” articular por delante, explicando la primera como “castillo puesto en frontera” y la otra como “fortaleza real” (de reyes), como se puede ver en las dos extracciones siguientes hechas de su “Tesoro”, en la segunda de las cuales encarezco que se lean especialmente los párrafos que hablan de un Alcázar portugués, porque al final se incidirá en esta curiosidad que se repite en España y que abre una puerta a otras posibilidades distintas a la de ser una residencia real, para relacionarlas con fuentes salinas y las costras de mineral que precipitaban en su derredor, “gatz ar”, piedra de sal.

 

 

Estas dos explicaciones de diccionario, las daba hace unos años cualquier bachiller o persona con una mínima cultura y -lo he comprobado- los jóvenes de hoy, que en primera instancia no lo saben, dan la misma respuesta en menos de dos minutos tras consultarlo en su “aifon”…, pero desconfiando de tanta fe, aquí se va a hacer un recorrido por los nombres de lugares que recojan designaciones semejantes, buscando no solo en nuestro país sino en los cercanos y especialmente en los vecinos de lengua Árabe para ver si se confirma esta respuesta modélica.

En España, “alcalá” lleva acento y tilde, encontrándose más de cien lugares con esa forma, de las cuales al menos quince son poblaciones, catorce con un complemento como “de Ebro, de Henares, de la Selva…” y una, solo una, que se llama Alcalá a secas que está en Tenerife, donde antes de ser la pequeña aldea pedánea de Isora que es ahora, solo había un gran cabezo rocoso.

Islas Canarias, recordad, que según una cita de Ibn Jaldún[6], estaban habitadas, pero no por árabes.

Abundando en lo referido hace años, de las alcalás que son población en la península, la de Ebro, es apenas el trocito de tierra emergente señalada en rojo que se asoma al “Ebro de ahora” y sostenida gracias a ingentes obras hidráulicas, pero que solo hace cien años estaba a cientos de metros del cauce, lo que muestra lo errático de este río desde Larrioja alta hasta Mequinenza.

Con la flecha amarilla se señala en esta y en la siguiente imagen, una de las pilastras que quedan del antiguo funicular para traer sal (de nuevo la sal) desde las minas y salinas de la otra orilla hasta la “fábrica” que se ve en el segundo mapa.

De hecho, en este mapa adjunto editado en 1928, con datos de la década anterior, se ve claramente que Alcalá apenas tenía una docena de casas y que el Ebro pasaba casi media milla al Norte de este núcleo y que allí había una barca que unía ambas orillas, la agraria y la minera.

Hay referencias vagas desde el siglo XII sobre “un castillo para defender Zaragoza” que los cronistas posteriores, “al buen tun tun”, sitúan en Alcalá, donde aparte del nombre había unos muros gruesos que se supuso eran el fundamento de su torre.

Así se han elaborado las citas históricas y así se urden las tramas de los constructos y tinglados que llenan libros.

 

Habría que rehacer todo un proceso milenario de preparación de tierras agrarias en una extensa ribera sometida a caudales torrenciales durante el cual los meandros del río principal divagaban en función de la corriente principal y los acarreos del Jalón (por la derecha) y numerosos barrancos (por la izquierda), pero es claro que los núcleos como Cabañas, Pradilla, Gallur[7] se han podido mantener al borde de la corriente por estar sobre elevaciones consistentes y que en Alcalá, se aplicaron consolidaciones, aunque no es seguro que fueran para un castillo que con la modesta dimensión que pudo alcanzar no tenía mucho sentido, aunque si pudo ser una torre-almacén para guardar la sal.

Alcalá de Guadaíra necesitaría un libro para analizar sus últimos diez mil años, cuando toda La Campiña del Sureste de Sevilla era una gran extensión palustre y solo emergía de las tierras pantanosas del Guadaíra el morro rocoso  de la foto, como la proa de un barco donde se acabaría construyendo el castillo cuando llegó su momento, pero antes, mucho antes de domar las tierras y canalizar las aguas, en ese alto se citaban -seguro- los pastores y cazadores durante milenios; su nombre no se diferenciaría mucho de “ar kalá”, la roca emergente.

Alcalá de Gurrea, en Huesca es una aldeíta de la depresión del Sotón, que aprovechó unos relieves de la margen izquierda de este río con potencial en sus estratos para soportar cuevas y extraer sillares, para hacer unos abrigos, primero y finalmente asentarse en tal lugar.

Los panfletos de propaganda aseguran que hubo un castillo musulmán y que en su solar se construyó la iglesia de San Jorge, pero la única construcción de corte militar (observatorio) de la que quedan restos es la de La Atalaya, a siete kilómetros del pueblo, en la que sorprende la hechura de sus sillares, la ejecución de talla y el alzado sin ripio, aunque su interior apenas tenga veinticinco metros cuadrados útiles (imagen siguiente). Ya se sabe la pasión de historiadores y religiosos por asignar a cada territorio, gestas los primeros y triunfos sobre el Islam los segundos, así que moros y castillos son un decorado que no suele faltar en cuanto haya el menor indicio aprovechable.

Volviendo a la de Henares, las explicaciones manejadas son obvias conjeturas sobre que los musulmanes trasladaron primero una torre y luego la ciudad visigoda al “malpaís” de la otra orilla, donde se construyó otra ciudad en una balconada relativamente llana, de apenas hectárea y media que desapareció casi completamente, dejando solo una torre albarrana (foto siguiente y de portada) de la supuesta muralla que dio nombre a la gran Alcalá… ¿Se puede creer?

En el Alcalá río y Alcalá de la Selva, población de Castellón, ha de surgir la pregunta de si un río ha de esperar a que se construya un castillo para tomar Alcalá por nombre, acto de fe que se aplica por el mundo de la cultura en cuanto se trata de un asentamiento…

En la imagen siguiente, cañón del río Alcalá en Javalambre.

En La Selva, el caso es que tampoco estaba claro si la horrible edificación reconstruida sobre el llamado Castillo de los Heredia fue inicialmente residencia o baluarte ni porqué se le asigna autoría musulmana si no hay referencias. Lo que sí está claro es que las rocas sobre las que se edificó tienen la estructura vertical que da nombre a numerosos castillos, castillejos y castellares. Ver imagen.

Más al Sur, donde las tierras de Castilla La Mancha, Aragón y Valencia discuten sus límites, hay una enorme muela con más de mil hectáreas en su cabeza plana y un balcón hacia el Sur y Este, de cerca de veinte kilómetros que llaman Muela Alcalá.

A su pie está Alcalá de La Vega, aprovechando la primera gran vega que el Cabriel deja como regalo de su “trabajo” en los altos de Xavalón (Javalón).

Este Alcalá está en un paso tradicional de ganados entre Aragón y la meseta inferior, así que nadie puede dudar de que milenios antes de que Mahoma lanzara a sus fieles a conquistar el mundo, esta era una zona muy trillada y donde hay tráfico hay nombres, así que, aunque con la abundancia de alcalás en la zona (Muela, Población, Ermita…) tenían que llegar los afanes por detectar castillos y poder forzar para que la realidad se adaptara a la cultura, lo que se encuentra no da para gran cosa; apenas torres como las ruinas de La Serreilla a dos kilómetros del pueblo, apenas 4 x 6 metros, lo justo para dejar un destacamento de cuatro o cinco hombres o hacer de venta o refugio para los que se desplazaran…

Desde luego, no con entidad como para dejar nombres en los lugares, por mucho que los cronistas “hincharan” los intrascendentes sucesos para calmar a los señores que pagaban por los relatos.

Sobre el Alcalá de los Gazules, ya se dijo que el roquedo bajo su torre vigía (que no castillo), merecía el nombre de “ar kalá”, roca gallarda, aunque su nombre no se encontrara escrito hasta el siglo XIII

Otras “Alcalá” corresponden a cabezos[8], cerros, lagunas, lomas, muelas, planas, prados, ramblas, valles… y hasta una sima rocosa de L’Alcalá…, en ninguna de las cuales hay castillos, restos evidentes de construcciones ni condiciones que pudieran ser justificativas de una plaza fuerte por terrenos que defender, pasos o caminos, minas ni otros asuntos estratégicos.

Otros casos:

En una ladera al pie de La Mallata, un salto de 80 metros en Monflorite, Huesca.

Al pie del poblado Ibero de Azaila, en Teruel.

Una roca de 10 metros en el Alto de Los Pilones, sobre Lorca.

Un modesto otero ahora plantado de olivos en Osuna.

Río y Cañón de Alcalá en Alcalá de La Selva en la Sierra de Gúdar, Teruel.

Cercado de piedra de unas tres hectáreas y Casa de Alcalá en una ladera bajo una cumbre de la Sierra del Álamo en Huelva, inserta en otra cerca cien veces mayor.

Otra Casa de Alcalá en una cima en Jaén.

Una más en un cabezo estéril en zona militar de El Castellar en Zaragoza.

Una de las lomas de Alcalá está al Sur de Arcos de la Frontera y al occidente, se extiende paralela la Cañada Real de Medina y al Sur, el Descansadero de El Drago, ahora población de cierta entidad.

De los varios Cerros de Alcalá, uno está en el extremo oriental de Sierra Magina en Jaén, otro en Almedinilla, Córdoba.

También hay nombres parecidos muy graciosos como Fuente del Alcalde (hasta en tres lugares) y Cerro del Alcalde en Cádiz, en una especie de península que “brota” de la Sierra del Junquillo. Curiosamente, apenas a kilómetro y medio y en alineación, está el Collado del Castillo, en una pequeña depresión entre muros de rocas rampantes donde no hay ni pudo haber castillo alguno.

La soberbia Muela de Alcalá en Cuenca, con sus casi 1.400 metros, da nombre a Alcalá de La Vega, (que está en la ladera que mira al río Cabriel) y a la ermita de Nuestra Señora de Alcalá, situada como el Cerro del Alcalde, en un morro que empuja al río y domina el valle. Nombres parecidos como Alcollate, un paso entre dos cerros en Atienza, la coda sugiere “ate”, puerta, puerto o zona de paso.

Tampoco son escasas las presencias de lugares sin acento y con la misma carencia de características bélicas, sumándose una veintena de nombres como Alcalaboza, Alcalabocinos, El Alcalaz, Alcalache, Alcalalí o Los Alcalaes…

¿Y Parecidos?, la Fuente de Sinarcalá está en la montaña de Cañete, nombre que sí introduce una cuestión novedosa al anteponer una “r” a la oclusiva “c”, forma que se repite en diversas Arca, Arcales, Arcalís, Arcallana, Barcala, Barcalién, Marcalain…, sugiriendo la posibilidad de esa forma primitiva “ar kalá” con el significado de “piedra, roca erguida” que se postula desde hace años.

Esta condición se da en la playa de Callao en el Alcalá de Tenerife.

Alkaiaga, Arkaitza, Argaitza, un nombre y tres grafías; cantera abandonada de mármol en Vera de Bidasoa, nombres de lugares, todos los vistos aquí que obligan a reconsiderar la propensión a ver castillos y hazañas donde solo hay descripciones físicas.

En cuanto a Henares, probablemente el río no lleva su nombre porque hubiera ondulantes praderas en la áspera Sierra Ministra en que nace (imagen siguiente) y que la hache del heno nos induce a pensar, sino que oculta un significado que también está en Enares, Ahumenares, Benares, Jaenares, Menares, Avenares, Colmenares, Centenares, Yenares, Llenares, Venares, Rendenares  clave que aún no se ha descubierto, pero que hay indicios de que se refiere a lugares en que hay o hubo aguas estancadas con turberas y procesos de putrefacción.

Para terminar, Alcácer do Sal en Setúbal, una de las poblaciones más antiguas y famosas de Portugal por sus primitivas salinas en las que intervienen “caz” y “sal”, es decir, lo mismo.

 

[1] En realidad, “al-qal’at”

[2] Un henar es un biotopo natural, generalmente de gran dimensión, lo que no es coherente con la mayor parte de los henares de nuestra geografía.

[3] Ya se comentó en Eukele esto hace unos años, al hablar de Alcalá de los Gazules.

[4] Originado en “kax til”, morfología cuadrilátera de ciertos roquedos en altura y no en la degeneración de “castrum”.

[5] No hay Torre en el Pico de la Súa Torre, ni en el Alto Torre de la Bastilla, ni en Torrebaso ni hay una torre veterana en ninguna de las aldeas de A Torrevedra.

[6] En el siglo XIV

[7] En Euskera, “elevación alargada”.

[8] Muy destacado, el Cabezo de Alcalá en Azaila

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

Deja un comentario

El tamaño máximo de subida de archivos: 10 MB. Puedes subir: imagen, audio, vídeo, documento, hoja de cálculo, interactivo, texto, archivo, código, otra. Los enlaces a YouTube, Facebook, Twitter y otros servicios insertados en el texto del comentario se incrustarán automáticamente. Suelta el archivo aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.