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Alcaraz

Alcaraz está “de moda” desde que el joven Carlos desmonta de sus pedestales, uno a uno a los divos del tenis.

Saber los significados de nombres de lugares y apellidos, siempre ha sido un desafío para la gente curiosa, así que ya hace cuatro siglos, Sebastián de Covarrubias consultaba a sus asesores de árabe, porque este nombre le sonaba a morisma:

Entonces no dudaban, aunque hoy las opiniones están menos seguras, si bien siguen apuntando al árabe: “nombre de una población, en la provincia de Albacete, cuyo étimo es, según algunos filólogos, el árabe al-karaz, «el cerezo», y, según otros, el árabe al-carraz, ‘cántaro’, ‘colodra’, ‘alcaraza’ «.

La Etimología y Toponimia, se parecen a la alquimia, un arte que Mendeleiev y Meyer desmontaron hace siglo y medio; se parecen en que sagas de aficionados han hurgado en los nombres de esta zona del suroeste de Europa desde hace siglos tratando de ajustar los nombres vernáculos a la lengua fenicia, a la griega, al invento celta, a la latina, goda, árabe…, pero sin contar con el Euskera, así que solo los nombres recientes y con mensajes irrelevantes han podido ser traducidos. Quizás por eso, Sebastián, que para nada mencionaba la sierra homónima en la que destacan las rocas enhiestas que la caracterizan (imagen de portada), le parecía razonable que la existencia de cuevas diera nombre a la ciudad de las dos torres.

 

Pero a los sabios actuales también debe parecerles lógico que el nombre se deba a los cerezos o a que hubiera cántaras o colodros; cualquier cosa que se parezca a algo ya escrito que se pueda relacionar con tal nombre, como si quisieran dar siempre prevalencia a la epigrafía sobre todo lo demás, incluyendo lo absurdo…; esto es, ¡cualquier cosa menos acercarse a una disciplina que no haya sido sancionada por generaciones de sabios de gabinete!

No es este un ejemplo de abundancia de tocayos, (que en otros casos son innumerables) que en algunos casos los hay a montones, mientras que en Alcaraz se han prodigado las variantes que cuesta encontrarlas, pero, las hay. La primera, la sierra penibética de Alcaraz, serranía sino inhóspita, lugar en el que solo se aventuraban cabreros, bandidos y geólogos y sin saber ni querer enterarse de que en Navarra hay una Sierra con nombre parecido y sin cerezos, llamada Atuzcaraz, en Salamanca una más  llamada del Carazo o que cerca de Almansa a ciento veinte kilómetros del Alcaraz población hay una rambla llamada Alcaraz, etc., datos que llevan a la inteligencia libre de pasiones, a buscar una relación entre nombres tan parecidos.

 

Como el puntiagudo pico Garaz Bizkar (loma Garaz) de 1500 metros cerca del monumento a Roldán en Navarra; pero también que las terminaciones “…caraz, …garaz, …jaraz, …karaz, …carás” o incluso la forma “queraz”, que conserva el abrupto peñón pirenaico de 2500 metros llamado El Casquerazo no son ni raras ni se limitan a entornos concretos, sino que están presentes en toda la geografía donde los relieves son de cierto tipo.

También “caray”, como en Ezcaray, Escarayuela… y “caraj” con el barranco de La Caraja en Guadarrama y dos picos, Carajal y del Carajal en la Peña de Francia, el Picaraxu, los Picaraxos, en Asturias, el cerro de Carasta en Álava y el de Las Carastas en Ronda, a 650 kilómetros, muestran unas crestas pétreas que sobresalen de la superficie (imagen), amén de los “arach”, desde Arache  a la Sierra de Larache en el Andévalo, Huelva (o en Marruecos), Larach y el Monte Laracha o los graciosos Llanos de Carachi en Las Alpujarras, que los fanáticos de lo musulmán, jurarán que viene desde Pakistán.

Toda esta toponimia que ha cristalizado de varias maneras un sonido que en origen debió parecerse mucho a la “dj”, que aún pervive en varios dialectos del Euskera o al signo fonético internacional africado, “ʤ”, una de cuyas formas más abundantes en los ásperos relieves españoles que fue del tipo “kara aʤ” está íntegra el Alcaraz, que posiblemente fue en origen, “har kara aʤ”, donde los significados de los tres lexemas, son “har”, piedra, “kara”, frontal, visible y “aʤ”, apócope de “aʤo” (ajo), enhiesta, tiesa, como se puede contrastar con la imagen de portada de la Sierra de Alcaraz o en la peña y pueblo burgaleses de Carazo.

 

Como conclusión, no es lógico que un pueblo fundado en un terreno árido y rocoso ni una sierra agreste reciban su nombre porque haya cántaros o cerezos, ni que todo lo que comienza por “al” sea de origen árabe, sino que las soluciones para los significados de los nombres de lugar pueden y tienen que ser analizadas según conjuntos o familias y en una liza en la que aparte de las condiciones del entorno, se comparen nombres parecidos para contrastar sus evoluciones respectivas a lo largo de milenios y se escuche lo que la antigua lengua vasca aporta.

 

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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