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Alegre, negre, segre…

¿Quién pudiera decir que hay medio millar de “alegres” en la toponimia española?… y otro medio millar de “negres”, algún “ñegre” y unos pocos “degres”, además de una veintena de “segres”; uno, por cierto, San Segre…

 

Y fuera de España, también los hay: La cosa es que sabiendo que alegre se dice “joyeux” en Francés, Francia tiene varios “Allegre, Ceaux d’Allegre, etc. “ y que en Portugal diciéndose “feliz”, también hay Alegre, Alegrete, Portalegre, Montalegre, Monte Alegre, Outeiro do Talegre, Vista Alegre… incluso en Italia que se dice “contento”, hay Allegretti…

 

Hay infinidad de lugares llamados Vista Alegre que en Euskadi y Navarra se han corregido a Bista Alegre, hay Montes Alegres, Fuentes Alegres, Peñas Alegres…

 

Los hay en Cataluña, en Baleares, en Galicia, Huelva y Canarias… En las empinadas laderas de la costa Norte de Gran Canaria hay un Llano Alegre; es un circulito plano de apenas cincuenta metros de diámetro, pero parte de sus bordes están erizado de peñas.

 

Uno de los numerosos Cabezo Alegre de la Toponimia ibérica, está en un “malpaís” de Huelva, un lugar que nada tiene de alegre y donde la intensa repoblación apenas deja ver las crestas rocosas que hay en su centro… un lugar agreste, solitario y árido hasta que lo repoblaron con esas “plantaciones industriales” tan horribles que transforman los lugares en “no lugares”. Lugar que paradójicamente se llama “Alegre”

 

O justo al Sur de la ciudad de Orense, en un monte que llaman “Montealegre” y cuya cima no es sino un batolito descarnado que muestra las estrías del granito que hace millones de años cuando la masa afloraba fueron micro fisuras por la descompresión de la roca y los meteoros se han encargado de rasgar y profundizar. El lugar nada tiene de alegre excepto el nombre.

 

Entre Elche y Crevillente está la Peña Alegre, lo más destacado de la cual, son las numerosas rasgaduras que han vestido una ladera casi plana que mira al Sureste y que se aprecian muy bien en las ondulaciones de las curvas de nivel. No hay alegrías especiales.

 

Estos son solo unos ejemplos de los quinientos lugares apellidados “Alegre” o  derivados y entre los cuales están desde la isla Alegranza, un islote inhóspito, inaccesible y descarnado a diez millas de Lanzarote, varios Alegre y Alegría, barrancos Alegres, y de La Alegría, Cerros y Cerrillos Alegres, Cortijos y Fuentes de La Alegría, Huertas Alegres, Montes Alegres, Pedazos, Piedras, Planas Alegres, Puertos Alegres, Serrat Alegre y muchas muchas Vista Alegre…

 

Para mí, el colmo fue un lugar desolado a mil metros de altura en las laderas Norte de Los Filabres, cerca de Macael, que se dice Piedra Alegre. En la imagen el lugar con sus crestones corridos como si un gran arado hubiera rasgado la piedra.

 

La pregunta no puede ser otra que qué es lo que hay detrás de “alegre” y lo que más responde a mis datos es que la terminación “garré” que sonará a los amantes de la navegación por aquello del “garreo del ancla”, es la creación de surcos en el fondo marino cuando el sustrato no es firme y el viento, la corriente o la propia inercia del buque por las garras del ancla (ver figura real).

 

“Garr ae” es la designación del transporte en Euskera,  pero teniendo en cuenta que durante milenios el transporte se ha realizado por deslizamiento y fricción directa, no es extraño que las señales del arrastre, los surcos, se llamaran como la propia acción.

El comienzo, “ali”, que es una de las numerosas formas de llamar al acto, elemento y efecto de comer, completaría la frase que viene a decir, “comido, erosionado por el arrastre”.

Alegre no está solo, porque el leve trayecto que hay entre “l” y “n”, ha transformado otro medio millar de lugares erosionados, raídos, en “negre”, que casi nunca es aviso de un lugar negro u oscuro. Tampoco es una exclusiva de los países catalanes (donde si es más abundante por la coincidencia con el color); así se puede disfrutar de ver un Buey Negre cerca del alto Mijares, en el roquedo descarnado que se ve en la imagen.

O en las blancas rocas calizas asturianas del carbonífero en Peñas Negras cerca del Río Narcea.

 

O en las Balsas de las Negras en el borde Norte de Huesca, balsas transparentes orladas de rocas rasgadas.

 

En el Can Vacanegra, emulando al buey negro, cerca de Berga, en la ladera que da a Camprodón.

El Alto Negrete, que es más bien un alto “clarete” entre Colmenar Viejo y Guadalix de la Sierra…

 

 

¿Y la Illa a Negra” en Camariñas, un islote reluciente y rasgado en dos direcciones como las piedras berroqueñas que rayaban los glaciares….?

Para no alargarlo demasiado, otro día se continuará con los “segre”, “sagra” y otras bellas variantes.

 

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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