Es fácil imaginar porqué Algeciras es uno de esos nombres de lugar que se citan cuando se habla de la huella de la dominación árabe en España: Empieza por “al”, el conocido artículo determinado del Árabe, está a menos de cinco leguas de mar de áfrica y situada en la ensenada perfecta para resguardarse de los vientos reinantes (que ahí son los mismos que los dominantes), siendo un lugar ideal para salir o entrar de o en nuestro continente cuando el día es favorable.
Así es fácil relacionar las invasiones morisca y romana con el golfo que tiene a Gibraltar por levante y a Getares por poniente: Cuanto más erudito o más cándido se sea, con más fuerza porque lo muy oído o visto se tiende a tomar por más real que lo que se recuerda de Pascuas a Ramos.
De niños nos lo decía el maestro nacional (afín al Movimiento) según escribía la consigna del día en el tablero y ahora Internet lo repite acompañado con la grafía en Árabe del significado y su sonido: La Isla Verde, الجزيرة الخضراء “aljazirat alkhadra’”… ¿Quién puede dudarlo si además nos dicen que la isla verde que medía ochenta toesas (apenas 200 metros) y estaba a media milla de la playita que formaba el noveno Arroyo de La Miel que corre por España como se ve en este mapa de 1917 antes de que el puerto se hiciera gigante?
Todo encaja si el sujeto no se hace muchas preguntas, pero si se indaga sobre el lugar y sus nombres, las dudas surgen a montones, surgen, primero si se apuntan los diversos nombres que en diversas épocas y según diversas fuentes ha tenido y que según quienes los interpretan, han sido sucesivamente usados y olvidados hasta que los cronistas árabes y los documentos medievales la han fijado para siempre en Algeciras: Lulia Transducta, Lulia Loza, Mesopotamenoi, Içola, Yallaz, Zizera, Gizirataladra, Las Algeciras… y Algeciras.
Eso no suele suceder, los lugares permanentemente habitados son muy reacios a cambiar radicalmente de nombre. En todo caso unas ligeras variaciones que no impiden su reconocimiento, así que se impone el dudar de la Historia y su tentación propagandística.
¿Qué tal si se comienza buscando las Algeciras que hay en España?.
Hay un barranco de la Algecira y al final del mismo un pueblecito llamado La Algecira en Teruel que está al borde del río Guadalope, casi tan oriental, en Murcia hay una gran Rambla de Algeciras, cuyas aguas se recogen en el embalse homónimo y en la cuenca alta hay una “Casa de Agua Amarga” que nos recuerda al yeso que ahí aparece junto con margas y que pronto veremos con frecuencia.
También hay una Isla Algeciras – que dirán bautizada por los moros, como la meridional- en la laguna de las Tablas de Daimiel muy cerca de la fuente Amarguilla y abundan los yesos intersticiales en calizas y margas.
En la orilla sevillana del río Retortillo está la zona y el cortijo de Las Algeciras y a poca distancia, en el paralelo río Guadalora, ya en Córdoba hay un Puente de Algeciras cuyo nombre se debe al topónimo de una descarnada ladera cercana.
El nombre Algeciras o Algecira, no es abundante, pero si hay constancia de media docena de lugares con el sonido exacto de la Algeciras gaditana, lo cual no puede ser una casualidad.
Si se rastrean nombres parecidos como Argecilla o que contengan la parte central gesi, gezi, gese, yese, yesi, yesa, los casos se multiplican, siendo fácil comprender que todos ellos tienen un origen común y que sus diferencias son más bien la herencia que las culturas dominantes posteriores han proyectado primero en los documentos y luego, a lo largo de los siglos y milenios, en el fondo popular.
La Gesilla y Las Gesillas aparecen en sitios agrestes; con “gez” y “ges”, apenas hay uno o dos lugares, sin embargo, con “yes”, son cientos, casi todos relacionados con la afloración de materiales yesíferos, también hay varios Algezares en Murcia, Algeceras en Teruel, Algesar en Castellón… No en balde la raíz “ies, yes, ges” define al yeso, muy recurrido desde la antigüedad y muy abundante en las zonas de geología terciaria y en facies de sedimentación.
Y son varias las “Algeceras y Algezares” que hay en Burgos (imagen de Tórtoles de Esgueva), Zaragoza, Teruel… y especialmente representativa, la que se halla cerca de Ariza y se muestra en el siguiente mapa, donde cerca del nombre analizado, Algeceras, aparece otro que dice “Las Yeseras”.
Todas ellas están en lugares de alto contenido en yesos, proporciones que a veces son manifiestas por rastros de canteras y rodadas o caminos y otras, sin explotar, se perciben por las personas acostumbradas a distinguir mineralogías a simple vista.
No se debe saltar una “ley fonética” que es frecuente en la Toponimia española y que consiste en la preferencia de la “r” sobre la “l”, algo inverso al lambadismo que tan a menudo se menciona.
Según este hábito, los nombres de lugar que comienzan con “alg…” son escasos, mientras que los que lo hacen con “arg…”, son casi cien veces más numerosos, contándose entre ellos casi todas las variantes posibles: Argachi, Argaitza, Argamasilla, Arganda, Argañal, Argayo, Argecilla, Argel, Argelic, Argelita, Argentina, Argés, Argibel, Argila, Argomaniz, Argoños, Argual, Arguedas, Argüelles, Argüeso… no siendo un disparate pensar que la forma Algecira, pudo haber sido originalmente “Ar ges sira” (como aún lo pronuncian los lugareños) donde todos los componentes tienen su peso: “Ar” (la actual “har”), se refiere al mineral o piedra, “ges” es el componente yesífero y “sira” en una de sus acepciones se refiere a los deslizamientos longitudinales, a los arrastres en el sentido de la máxima pendiente de una ladera; en el lenguaje infantil, se llama “siri-siri” a los toboganes que se forman en las laderas o en los bordes de los cauces de los ríos y muy especialmente en las zonas yesíferas como las laderas del entorno de Algeciras y Getares, similares a la foto siguiente.
Llegados aquí, conviene echar un vistazo a la antigua Cantera del Guijo 1), con el gran embalse formado en el hueco que quedó tras su abandono y en el mapa de 1963 que se muestra, el ferrocarril que siguiendo en parte el Río Saladillo (salado o amargo porque drenaba la zona de margas), llevó durante décadas las margas arrancadas desde “las caleras” para crear las dársenas del puerto y una vez desmantelado, las carreteras que se ejecutaron sobre su trazado y hurgar en los documentos que recogen datos de La Isla Verde, concluyendo que su verdor no era de vegetación, sino del color de las rocas peladas carbonatadas y yesíferas que la formaban, rocas que se aprecian en el plano adjunto de mediados del siglo XVIII y cuyo aspecto verdoso era similar al de las margas de la otra foto adjunta.
La islita acabó engullida por los rellenos de rocas y gravas del mismo tipo que ella misma era, bajadas desde esa cantera.
Es bonito y emotivo creer que el nombre de Algeciras se debe al proceso de pulido y refinado de la gutural “al Jazirat Alkahadra” árabe que se refería a la islita verde, pero el hecho de la existencia de nombres no tan alterados como la muestra de consumo que presentan los eruditos, nombres dispersos por la España caliza que nos relacionan su fonología con el yeso, ese áspero sulfato de calcio, obliga a sopesar que quizás su origen sea relacionado con erosiones en las laderas y por tanto, menos poético.
Se comenzaba hablando también de Getares, playa, ensenada y montes que los romanistas quieren que sea un derivado de las “cetáreas” 2), tanques de mampostería donde se dice que los romanos criaban peces y crustáceos y que –incluso- hacían “garu” para la exportación. La existencia efímera y reciente de una factoría de procesado de ballenas les aportó más fuerza, pero pocos argumentos, porque el lugar no era adecuado para las complejas operaciones que se realizaban para ese fin en tiempos remotos, mucho mejor en los infinitos esteros que hay en aguas más tranquilas.
Además, el propio nombre “getares” es probablemente la evolución de “djetares”, “djesares”, yesares, la expresión de la compleja geología de la zona de Gibraltar-Algeciras, muestra en esa ladera y en la propia cala (zonas con el número 6), margas yesíferas verdes y (número 5), margas versicolor.
1) El Mapa Geológico Nacional, su hoja 1078, recoge en el Guijo y alrededores la existencia de margas yesíferas.
2) Voz derivada del Griego “ketos”, monstruo marino y por ende los cetáceos que debían desguazarse en cetáreas.