Es sorprendente la cantidad de nombres que tiene esta florecilla de aspecto desvalido, que se marchita en horas y que para los labradores es una pesadilla por lo bien que se adapta a los lugares y a los ciclos de los principales cereales.
Cierto que desde que los opiáceos rebasaron la barrera del uso doméstico por los propios que los elaboraban y se transformaron en una mercancía maldita que arruina la vida de millones de desgraciados y sus familias, la tal florecilla y sus primas son conocidas en todo el mundo, pero algo debían obtener de ella o algo debía rememorarles hace miles de años para que tantos pueblos la conocieran y bautizaran con nombres ora parecidos, ora radicalmente distintos.
En el repaso que se da a continuación se comentan algunos de ellos y se analiza con mas detalle el posible origen vasco del nombre que ha acabado dominando la zona ibérica: Amapola.
Los eslavos, nativos de horizontes de interminables estepas y los húngaros, la llaman en general “mak”
Los bálticos, “mooni, aguonos, magoni”, los celtas, “pabi, poipín, cromlus”, los latinos, desde “rosella” a “papaver y papavero”, pasando por “coquelicot, papoula, amapola…” y hasta por “mac”.
Los idiomas védicos alternan “posta, khasa-khasa y bhuki, mientras los helenos con su “paparounas”, son tenidos como los precursores de la ciencia y de la cultura por sucesivas remesas de vividores de la lengua, que nunca han pensado por su cuenta.
Los germánicos, pragmáticos, la dicen “valmue, papaver, poppy, poppa, vallmo, mohn…”
Pero un simple paseo por los Atlas Etimológicos españoles, muestra los casi cien nombres que se citan a continuación ( entre los que las apelaciones vascas están en negrita), dejando enanos a los griegos, a los indios, a los germánicos y a los independientes… : “ababa, ababaol, ababol, ababol común, ababolera, ababoles, abibola, abibollí, adormidera silvestre, albohol, amapol, amapola, amapola común, amapola de cuatro hojas, amapola mestiza, amapola morada, amapola real, amapolas, amapola silvestre, amapoles, amapol fino, amapolo, anapol, anapola, anapola real, anapoles, apajico, arabol, arapoles, arebol, asto lili, babaol, babol, beril, cacarequec, cararequec, cascall salvatje, cascojo, cojoncillo, coquerecoc, emalopa, Frantziako lore, flor de lobo, fraile, frailes, fraile y gallo, gallaret, gallo, gallos, gamapola, ganapola, hamapola, hanapola, kalikola, kukurruku, landapinta, lo azle, lo belar, lo eragille, lo erazle, loraguillo, mapol, mapola, mapolas, mapoles, mapoula, maripola, maruka belar, mayandero, mikelete, mitxoleta, monaguillo, monja, pamplosa, papoila, papola, papoula, peperepep, perigallo, pipirigallo, pipiripip, pirigallo, pitxoleta, quequerequec, quicaraquic, rosella, rosello, rosillas, urde mutur, yerba-viento, zapalora…”.
El empeño de los lingüistas en que el nombre más general, “amapola”, proceda de un engendro de mezcla arabo-latina desde “habapaura” , degeneración de “habb papaver” que querría decir algo así como “semilla de adormidera”, se antoja artificioso e increíble para un territorio como el español, que exhibe casi cien nombres para esta plantita conspicua pero insignificante, número que obliga a un recorrido temporal infinitamente superior al del paso de las élites árabes por el suroeste de Europa y a una combinación con restos latinos.
Un planteamiento ponderando sobre la mayor abundancia de algunos lexemas entre los nombres ibéricos, ha de considerar un par de ellos como prioritarios: “Bol” con sus variantes y “aba” con los suyos, determinando que el nombre original más probable en este territorio haya sido la combinación de ambos, “ababol” y los hábitos populares hayan transformado en amapol y amapola.
La terminación “bol” ya se ha tratado en casos como “arrebol”, donde el significado de color rojo intenso y extenso relacionado con “gol, gor, gori…”no ofrecía duda y se repite en el color predominante de forma radical en esta flor y la inicial, “aba”, cavidad, boca, tampoco plantea muchas alternativas, así que es probable que el aspecto de la flor madura con su cáliz central y los pétalos rojos rodeándolo, remedaran el aire de una boca abierta, con lo que “aba bol” significaría poéticamente, “boca roja”, siendo posiblemente uno de los primeros casos de metáfora.