Ampurias-La Escala, figuraba así en los nomenclátores que se usaban hasta bien avanzados los años setenta cuando ya la bahía de Rosas se estaba transformando por la fuerza del turismo que Franco había decidido tolerar (sino fomentar) y su hinterland cambiaría radicalmente, desde marjales y cultivos a poblamiento y desde obras costeras a canales, marinas, carreteras, aeródromos y áreas comerciales.
Yo la conocí en el verano del 68 y aunque en mapas figurara como en el encabezamiento, en catalán, todos decían Empuries y Roses.
Mucho antes, alrededor del siglo IX figuraba habitualmente como Condado de Ampurias, espacio que ahora se conoce como Ampurdán (l’Empordá en catalán) sin que se sepa con certeza el origen de un nombre que la cultura oficial señala derivado de Empuries, ni tampoco si sus sílabas comenzaban y terminaban con “a” o “e”[1], cuestión que no es capital para el análisis que aquí se desarrolla.
En general, en escritos catalanes o franceses, figura con “e”, como en una carta militar francesa del XVIII (imagen de portada), dedicada a la bahía y se reconocen nombres como Emporia, Monastere y Lescalle (L’Escala), aunque el dibujo no es fiel sino orientativo, poniendo por separado lo que llama Emporia y Monastere, que debe referirse a San Martín de Ampurias, sobre la duna fortificada desde muy antiguo, ciudad e iglesia fortaleza en poco más de una hectárea de superficie.
Asimismo, llama R. d’Emporia a lo que parece ser la gola del Fluviá.
Al comienzo de la Ilustración, antes de descubrir el yacimiento arqueológico de Ampurias cubierto por los sedimentos, ya se refería Covarrubias a un “emporion»[2] que hubo por allí unos siglos antes de nuestra era y emocionado porque el autor del primer Atlas del Mundo hubiera visto un rastro de Griego en España, Esteban se “pasa” a la corriente culta que pronto se haría ley y prefiere creer que Ampudias, un topónimo escaso, pero presente en varias regiones era una corrupción de Ampurias y ésta de Emporion, letanía y posible vicio que ha seguido desde entonces y que aquí se va a discutir con apoyo de lo que se encuentra en la Toponimia ibérica y en el análisis del territorio.
Las ruinas del supuesto “Emporion” catalán que se estudian organizadamente desde principio del siglo pasado, se definen sin titubeos por arqueólogos e historiadores como uno de los mercados griegos anteriores a la invasión romana, pero que luego continuó con una función parecida hasta que el aterramiento[3] de la costa fue transformando las zonas navegables en albuferas y zonas pantanosas costeras.
Según citas de discutible veracidad, en las costas de España pudo llegar a haber seis “colonias”, establecimientos ocasionales o simples torres de observación griegas: Alonís, Emporion, Eio, Hemeroscopeion, Mainake y Rhode.
Es curioso que los únicos que se dan por seguros son Emporion y Rhode, que serían Empuries y Roses, separados menos de diez millas, distancia que un barco de vela recorría en un par de horas, pero que podían ser adecuados-cada uno de ellos- para un viento distinto, Tramontana o Ábrego.
Con respecto al Emporion, actualmente todo el mundo da por hecho que la existencia de un puerto mercante generó tal nombre que los nativos replicaron como Empuries y que evolucionó a Ampurias, Ampudias y Ampurdán, como acabó llamándose a la comarca del extremo Nordeste de Cataluña, dando la razón a Covarrubias y a la “corrupción” de los bellos nombres griegos.
Para discutir los argumentos basados en conjeturas a partir de citas en documentos, se va a realizar simultáneamente una recolección de nombres de la Toponimia que pudieran tener un mismo origen que Ampurias y Rosas y se van a analizar sus características físicas locales y del entorno.
Antes de llegar a casos concretos, conviene citar que el en Euskera hablado se conservan las formas “anp”, “enp”, “anb”, “enb” y existen numerosos lugares como Anparan, Kanpezu, Lanparain, Sanperau, Zanpori, Enpagolatza, Enparan , Anbeliz, Enbido, Enburrina…que suponen un ciento de nombres que se han resistido a la obsesión correctora academicista de imponer “m” antes de “p” y ”b”, regla absurda que ha llevado a la desaparición de muchos nombres de lugar que antes posiblemente llevaran “n”, escabechina de la que en el resto de España solo se han salvado lugares como Cienpiedras (en Zaragoza) porque los académicos creyeron que era contracción de Cien y Piedras o Estebanvela en Segovia, Sanvino en Huelva, Sanvitul en El Bierzo y unos pocos más en que la “v” temprana despistó a los sabios correctores.
Perdida en la práctica la posibilidad de encontrar un solo “enpur…”, obliga a revisar las presencias de “d” o “l”, que a veces mutan a la “r”, para conseguir alguna muestra: Bodón de Empudia en una zona de lagunas endorreicas en Zamora, Tempul en el manantial y castillo de ese nombre en Algar (Cádiz), de nuevo Empudia en el alto Arlanza, lugar, ermita y casa de la Fuempudia en Pedrola, Zaragoza y Valempudia en Larrioja, porque los únicos con “r”, como Empúries, Sant Martí d’Empúries (desde finales del siglo XVIII), Castelló d’Empuries (desde época desconocida), se localizaban en el “hinterland” del Golfo de Rosas y se escribían así en Catalán, y como Ampurias, en Castellano.
Los recientes como Empuriabrava, Platja d’Empuries, Platja de Empuriabrava, Camping, Parc Residencial…, se encuentran en el mismo entorno y son subsidiarios de la asunción de Empuries como derivada del Emporion documental.
Esto sugiere que si en algún momento hubo lugares de sonido parecido a “enpur…”, “enbur…”, todos ellos han sido engullidos por la soberbia de los agentes de la cultura a excepción de los de la zona de Rosas, o quizás esa fórmula no haya existido y sea cierto lo de que el Emporion – Empuries griego ha perdurado y fuera Empuries el único nombre de esa saga entre millón y medio de topónimos analizados.
Puede ser por eso que las listas de nombres con “emp…” y “emb…” son tan astronómicas (casi 900 para la primera y más de 1000 para la segunda) como absurdos son los aparentes significados de muchos de ellos, así que para casos como Empordá, Emperador, Empriú, Bemposta, Empuja, Empuy, Empuries, Emporquera, Templás, Tremp, Llempias, Limpias, Maltiempo, Sempere, Tiratemples o Valdesiempre y sus “primos” como Embid, Embuena, Bembibre, Semble, Embustero, Bembézar, Tiemblo, Embún, Embot…, es altamente probable que hayan sido sistemáticamente alterados y su reconstrucción precise del auxilio del Euskera.
Quizás sea “empriú”, el equivalente catalán a los ejidos del castellano, el sustantivo y nombre de lugar aún ahora en uso, que contenga una clave importante.
Conviene comenzar recordando que “ejido” es un entorno cercado y limitado a ciertos usos (generalmente a que el ganado de paso se recogiera allí para evitar daños en otros predios a la vez que se protegía a los propios animales) y no procede del “exitus” latino, salida, sino todo lo contrario, ya que lo hace desde el Euskera “esi tu”, donde “esi” es una cerca o valla y “tu” la acción de cerrar o limitar. Los ejidos eran muy abundantes y algunos de ellos, los que se hallaban en cruces de caminos o cañadas y en lugares relevantes de comunicación eran importantes.
Esto se completa con la puesta en duda de la explicación etimológica del “empriú” catalán, para lo cual los hipersabios se van al Latín Vulgar e inventan “adimperare”, “demanar”, requerir, que no tiene nada que ver con la función protectora de los ejidos, cercana al euskera “enpara tu”, proteger, reservar y habría que considerar el papel que la gran llanura de sedimentación formada por los acarreos de los ríos L’Anyet, El Llobregat, Muga, Mugueta, Madral y Fluviá, con más de 80.000 hectáreas y que se conoce como L’Empordá (señalada en el polígono azul del mapa siguiente) pudo jugar en el mundo anterior al sedentarismo.
De todo ese territorio, que hace 3.000 años era un extenso aguazal cuya corona interior comenzaba a secarse tras el invierno y a ofrecer progresivamente prados interminables hasta la llegada del verano, la mayor parte se halla hoy en día sometida a agricultura intensa o ha sido edificada y cuajada de infraestructuras tras canalizar los ríos y “sangrar” las tierras, de manera que los protegidos Aiguamolls que muestran cómo sería entonces todo el ámbito, se limitan a menos de 1000 hectáreas divididas en dos porciones de unas 350 y 650 cada una, en total, no llegan al 2% de lo que fue esa inmensa zona pantanosa.
Teniendo eso en cuenta, no es arriesgado plantear que la zona fuera un ejido, zona original de descanso para las reses migratorias y luego aplicada a los rebaños “in itínere” hacia La Jonquera o hacia el Montseny, ejido de prados que en catalán se llamarían “empriú”, voz cercana a “empurie” y fácil de confundir con la griega por los estudiosos del Renacimiento, máxime cuando ya se habían encontrado indicios de un antiguo puerto.
Hay otras opciones.
La abundancia en toda la península de los morfemas “anp-enp” que suelen referirse elementos o entornos hinchados, removidos, meteorizados, que son frecuentes en una costa baja en proceso de emersión, se podrían explicar por “anp ur i as”, en referencia a mogotes aislados de dunas consolidadas, posibles masas de islas o bajíos que iban uniéndose; “ur” como adjetivo indica la dominancia de la altura o esbeltez, “i” es un abundancial, así que podría ser la descripción de una marisma que se iba transformando en tierra firme.
De hecho, San Martí d’Empuries está sobre una minúscula duna que no llega a dos hectáreas.
[1] En España hay docenas de sitios que comienzan con “Amb.., Emb…, Amp…, Emp…”, en Italia hay lugares como Ampugnano, S’ampulla y en Francia hay Empurany, Empure, Empury, pero también Ampugnani, Estampures…
[2] Aunque en Griego al mercado se le llama “agorá”, a los negocios “epicheírisi” y a la plaza “plateía”, se ha considerado desde que se descubrieron las ruinas, que las “Empuries” de San Martí se referían al “empório” como actividad comercial, función del lugar y no a las instalaciones y así ha continuado.
[3] Gran parte de la costa levantina está afectada por un proceso geológico de elevación, que genera una regresión marina.