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Amuleto

Objeto que se lleva prendido o guardado y que se espera proteja de amenazas o malas situaciones.

Aunque apenas se conocen otros nombres para este objeto y función (casi todas las lenguas europeas le llaman de forma parecida, excepto el Euskera, donde se dice “kutun”), hay certeza de que todas las civilizaciones los han usado desde la prehistoria.

En ese sentido, la gema conocida como “turquesa” y que nos quieren hacer creer que su nombre viene por haber sido encontrada primero en Turquía, es una más de las interminables bolas que nos meten… Su nombre original, “truke eza”, concretamente, “la que no se intercambia”, sugiere que nuestros antepasados que poseían una de estas piedras, la tenían con mucho cariño, seguramente porque creían en su capacidad para enlazar tierra y cielo… En la imagen, amuleto de turquesa y estaño que bien podría ser como los de hace 8.000 años.

Hoy en día limitados los amuletos a tan solo algunas proyecciones pictóricas como tatuajes extravagantes o los “ojos apotropaicos”, no hace mucho, novelas y tebeos se prodigaban en objetos como herraduras, patas de conejo, mechones de pelo, etc., su poder parece olvidado en la era de Internet.

En lo que a etimología se refiere, el recurso de la erudición es el de acudir una vez más al Latín, a su verbo “amolior”, inicialmente pensado para desarmar los argumentos de un contrario, pero que también se traduce como rechazo o refutación, quedándose ahí toda la búsqueda, como si el Latín hubiera sido el inicio de toda organización social, proponiendo una alteración desde un tiempo verbal como “amolliri” hasta las cinco formas en que lo encontramos en las lenguas cercanas: “Amulet” en un 55% de los casos, “Amuleto” en un 20%, incluyendo al Esperanto, “Amuletta” en un 12% y “Amulette”, “Amuletti”, en un 6.

Las versiones Griega, de algunas lenguas eslavas y de casi todas las védicas y camíticas es radicalmente diferente.

¿Puede alguien en su sano juicio aceptar que de un “amollior” original evolucionara a “amuletum” y luego a las cinco versiones de una forma tan cerrada?

Es el momento de recurrir al Euskera y al sentido común haciendo un esfuerzo para ver la “ley natural” recurriendo a la candidez. ¿Cuál es el grito más frecuente de los niños que empiezan a alejarse del grupo y se encuentran con algo que les aterra, como un cachorrito que rampando por sus piernas busca una caricia?…¡Amáaa!, ¡Mamáaa!, ¡Mamíii!.

Las madres son para los niños el símbolo de la protección y en tiempos de más sinceridad y candor, lo era también para los mayores… En los puertos de mar (al menos hasta hace cincuenta años), donde los hombres por bravos que fueran, pasaban tantos episodios de terror como galernas y temporales sobrevenían, todos llevaban una medalla de la Virgen del Carmen. Yo la llevé y la perdí dos veces antes de perder la fe.

Llevar la medalla pegada al pecho reconfortaba por algún extraño mecanismo.

Tampoco nos debe extrañar que una de las frases de admiración que surgen espontáneamente cuando se barruntan o sufren peligros, sea ¡Ay mi madre! En Castellano o “Ai ene amá! en Euskera.

Por eso aquí se postula que a la esencia del grito de los niños se añadió el adverbio “ulé”, equivalente a “semejante, duplicado” y el diminutivo “to” para dar la forma del Castellano, Gallego, Portugués y Esperanto que venía a ser como una interjección que decía “pedacito de mi madre”.

¿No sería el “amuletum” latino el que salió del “ama ulé to”?

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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