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Aparejo

Este sustantivo designa en Castellano dos cosas radicalmente distintas, una el arte de enlazar ladrillos y otras piezas de construcción para conseguir fachadas y partes estructurales de edificios con montajes sólidos, bellos y económicos y otra, son los elementos más ligeros con que los humanos han conseguido atraer y capturar a los peces y ello con un arte más elaborado que el de los arpones o redes.

“Apaidju” se llama en Euskera, aparejo en Castellano, “aparell” en Catalán y “aparello” en Gallego. Luego los portugueses le dicen “equipamento”, los franceses, “attirail” (montaje), los italianos “attrezzatura” (otrosí de montaje) y al pasar a los germánicos, los británicos usan un “tackle” que dicen venir de “taken”, apresar, pillar, pero que a algunos nos suena al vulgar “tákala”, que usan los golfillos como si dijeran “trágala” y hay que llegar a los noruegos y suecos para que con sus “fiske utstyr” y “fiske drag”, se vea una clara mención al acto de enganchar un pez.

Como sucede muchas veces, el Latín se queda cojo y atrasado, quizás porque en los escritos elevados de la República y el Imperio, no se hablaba de la pesca, quizás porque el Latín Eclesiástico que se encargó de los diccionarios, no pensaba en estas bajas labores…El caso es que no tenemos palabra para el modesto aparejo de pesca (un hilo de tripa, una fíbula vieja, una caña y un cebo…) porque la idea de “apparatio” está condicionada a grandes preparaciones militares o de ornamento, así que la pueril explicación oficial de que el aparejo del Castellano deriva del “parículus” latino, par chiquitito o también emparejar, no puede satisfacer a nadie, porque un aparejo nada tiene de eso.

De cuanto se ha buscado en yacimientos arqueológicos, en simas o pecios, hay certeza de que en Timor hace unos 42.000 años, había pescadores que se arreglaban para enganchar peces con conchas de almeja trabajadas. Ver imagen procedente de la revista Nature. De las líneas, que posiblemente eran de tripa, no ha quedado nada.

No debe pensar el lector que es imposible pescar un pez con un elemento aparentemente tan simple; el primer pez que pesqué en mi vida fue capturado cuando tenía unos diez años con un hilo de coser, un palo y una alfiler doblada. Era un pequeño gobio de los pozos de las rocas, el cebo era una lapa y tras la hazaña, le perdoné la vida, no recuerdo si fue debido a lo resbaladizo de su cuerpo con una baba que lo impregnaba entero o a que entonces no me gustaba el pescado.

Años más tarde pesqué cientos o miles de peces cada verano con aparejo sencillo a mano, caña y tambores, redes de arrastre, redes caladas, nasas, curricán, fusil… pero del que más me acuerdo fue de una modesta doncella (Coris Julis) que no llegó clavada en el tentador anzuelo dotado de hermosa gusana, sino con sus prominentes dientes enredados en lo que llamamos “kobla”, los hilos finos de los que penden los anzuelos.

Insisto, casualidades, existen.

Quiero decir de paso, que miles de personas ensayando durante miles de años, están condenadas a dar con el elemento y con las circunstancias adecuadas. Así se han depurado las técnicas.

Eso, la efectividad, el triunfo es lo que en Euskera se dice “apará”, acertar, dar de lleno, tener éxito. La cola, “eilu, gailu…” equivale a prototipo, aparato… No es difícil entender el paso de la “l” a “ll” y a “j” para llegar a los aparell, aparellos al aparejo.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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