Biología Ecología Euskera Prehistoria

Ardilla

Roedor de la familia “sciuridae”, típico de los bosques de clima templado, que se caracteriza por su agilidad en la trepa y precisión en los saltos y que se puede ver recogiendo bellotas, piñas y otros frutos y abriéndolos con sus agudos dientes.

 

Curioso, muy curioso que solo el Castellano llame así a este roedor de los bosques, que ya en el siglo XVII (Covarrubias) lo registraba como “harda” y que el autor proponía como relacionada con “arder” tras quitarle la aspiración y explicar que la ardilla es ardiente por ser muy movida, por no parar quieta y ser rojiza.

 

El autor explicaba también su nombre griego “skiuros” a partir de “skio”, sombra y “uros, oros”, rabo, cola, ya que al atardecer –según sus asesores-, las ardillas se cubrían la cabeza con su hermosa cola.

 

Los que han seguido al laborioso Esteban no se han molestado mucho para justificar sus haberes y han dejado “tal cual”, tanto la posible relación con el ardor, como la poesía de la cola que hace de sombrilla, lo que redondea un ejemplo más de qué chapuceramente se ha elaborado el conocimiento en este “primer mundo” del que tanto presumimos.

 

Hagamos un recorrido por las denominaciones, dejando el Euskera para el final.

 

Al  margen de las formas que predominan en las lenguas eslavas, en las bálticas, en las védicas y en otras aparentemente más aisladas como el Finés o el Húngaro, la clave está en cómo llaman a este roedor la mayor parte de las lenguas latinas y el Inglés: “Esquilo, esquirol, squirrel, ecureuil, escoiattolo, iskojjattlu…”.

 

Los rumanos, donde el imperio romano apenas estuvo una temporadita, le llaman “veverita” aproximándose a sus primos eslavos y las lenguas germánicas –con la frecuente excepción del Inglés-, prefieren variantes de “ ee…, eich…, ege…”.

 

La academia con su rigidez tradicional, tira del Griego “skiuros” para llegar a los “sciuros” como familia y cerrar el sobre con lacre: Tema concluido.

 

Pero quienes conocemos el Euskera en su profundidad organizativa, vemos atipicidades de forma continua; las vemos en el idioma actual, en el de uso diario, que llama a estos animales con voces pueriles aunque sean sonoras (las formas más corrientes son “katagorri”, “katamiserra”, “urtxintxa”…) que se antojan alejadas de la ley fundamental para las designaciones, ley que rehúsa descansar en ñoñerías y busca motivos funcionales o formales casi siempre.

 

Lo atípico sigue en la absurda explicación griega de que las ardillas se procuran la sombra con la cola y se prolonga en la tradicional comodidad de los lingüistas que se conforman con cualquier estupidez con tal de que aparente tener significado en Griego o Latín.

 

Entonces surge la necesidad de investigar.

 

No está mal la raíz “kat” que está relacionada íntimamente con la celeridad, con el movimiento rápido y que pudiera explicar tanto las formas “katagorri” (rojiza y rápida), como “katamiserra” (lirón ágil) o la del Bengalí “kathabizala”, pero aún así es pobremente descriptiva.

 

Es obligado explicar que la forma castellana medieval “harta”, es con gran probabilidad una apocopación de “art eila” en lugar de ser “ardilla” un aparente diminutivo de “harta”. Lo explica el hecho de que “art” es la raíz que se refiere a la recolección. Raíz que complementada con “eila”, participio de hacer, explica el comportamiento permanente de las ardillas, el hecho de tomar nueces, piñones, etc. y trasladarlos a su nido o almacén.

 

Pero lo verdaderamente importante es el origen de su otra acepción, “eski irel” que ha sido la verdadera fuente de todas las demás formas romances, de la inglesa y –cómo no- de la griega.

 

“Eski, esi” es la expresión más precisa de la destreza combinada con precisión, algo que se aplica –por ejemplo- a la danza cuando es ejecutada con maestría.

 

La segunda parte, “irel” es la denominación de los geniecillos del bosque. “Irel”, en su forma diminutiva, cariñosa (“Ireltxu”, duende) es un nombre propio muy común entre los varones.

 

La combinación de ambas raíces, “eski irel”, ágil geniecillo del bosque, nos muestra una de las pocas licencias que se permite el Euskera de crear palabras con el recurso de los mitos.

 

¡Olvídense sesudos académicos de la cola y de la sombra y gánense el sueldo!. Las ardillas tienen otros atributos mucho más descriptivos que ese al que se aferran.

 

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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