Confinamiento o privación de libertad y movimientos de alguien.
La explicación oficial no puede venir de otro lado que del Latín, ya que la voz griega “syllipsi” se antoja muy lejana y no hay otros recursos viables para nuestros sabios, que no ven viables las líneas griega, india ó árabe y no se les ocurre ni remotamente que pudiera ser autóctona.
Y al Latín “ad stare” (estar de pie sin andar) se van, suponiendo que de ese “stare” se haya reforzado a “restare” con significado de permanecer, quedando finalmente “adrrestare” y “arrestare”.
De hecho, en las germánicas, aún habiendo otras fórmulas, la mayor parte de las lenguas comienzan con una erre fuerte: “arres…”, cosa que no hacen las eslavas, que alternan “arres…” con “ares…” ó “arys…”, forma suave que también prefieren las bálticas y que los propios padres del Esperanto eligieron para su creación (“aresto”).
Y llegando a nuestras vecinas más cercanas, sorprende que el Catalán prefiera “aturar” y que gallegos y portugueses usen “prisión ó prender” o que los rumanos prefieran la erre sencilla de “aresta”, un poco como la mayor parte de los eslavos, mientras solo los centrales españoles, franceses, corsos e italianos recurren a la opción fuerte, pero ninguna de ellas conserva la supuesta “d” latina.
La cuestión es que cuando citamos “arresto”, la imagen que llega es la de un policía y unas esposas, pareciendo remotas otras posibilidades antiguas de confinamiento como la del pozo de José, que debieron de ser muy recurridas antes de los cepos y las cadenas…
O la eminentemente sencilla que debió de usarse durante milenios para hacerse con grandes rumiantes o con amenazantes lobos…
La referencia es a los cosos o cercos de piedra de los cuales aún quedan muestras en Zamora y en Galicia y me apostaría algo que también las habrá en Transilvania y en Laponia…
Cercos de piedra, en Euskera “arr ezi”, literalmente eso, cerco de piedra, que rematados con el sufijo verbificador “tu”, hacen “arrezitu”, arresto: El hecho de confinar al malvado.