Sensación y realidad de sofoco, de no poder respirar.
Nadie con una cultura mínima duda que la asfixia que casi todas las lenguas latinas y varias de las germánicas y eslavas llaman de forma parecida, provenga del Latín y de su “asphyxia” y esta a su vez proceda del Griego y de la “asfyxia” que ya citaba Galeno de Pérgamo, dos siglos antes de Cristo.
Nadie –tampoco- se ha preguntado si aquélla asfixia que describía el médico griego se refería a la dificultad para respirar o si lo que definía era la falta de pulso en las arterias y la muerte eminente, como en realidad explicaba en una obrita suya que trataba de los pulsos, de esos movimientos rítmicos de partes del cuerpo.
No parecía importar a nadie que esa voz griega no se viera reproducida en ninguna de las lenguas relacionadas con el Sanscrito, porque se admitió como axioma y así ha seguido durante milenios. Tampoco ha movido a nadie la curiosidad de porqué los británicos que tan prestos son a tomar voces “fetén” de otros, prefieran la “suffocation” a la “asphyxia” aun cuando ambas son válidas.
¿No será que la asfixia de Galeno no era la de la falta de aire?…
Aunque parezca un chiste, hay veces que el Euskera se muestra provocador. Un caso puede ser este, donde a partir de la combinación de dos voces radicales, mínimas, muy corrientes, tales como “aiz” (aire) y “fitx” (nada de nada) e “i” (generalizador) se tiene una “ais fix i ”: Estado de carencia de aire.
Con el artículo final, queda en “aisfixia”.