El año 94 tuvimos la ocasión de subir a Asís y de contemplar el paisaje pardo de invierno de la Umbría, el urbanismo y la arquitectura de ese lugar de concentración de riqueza; entre otras cosas, la cúpula que se derrumbó poco más tarde en el terremoto de 1997 y que las cámaras de unos curiosos que se asomaban a la basílica para comprobar los daños de la primer sacudida recogieron cuando ya los hastiales reventaban y las nubes de polvo advertían de que aquélla obra única de hacía siete siglos se venía abajo.
Algunos de los que habían entrado primero murieron bajo los cascotes.
Hacía años que esa zona de la Umbría no sufría terremotos importantes y la gente se había olvidado de que estaban “encima de una falla”, como se ve en el siguiente trozo de mapa geológico italiano.
En Italia y especialmente en la región de los Umbros, llaman cariñosamente “La Rocca Maggiore” a la cima del Monte Subasio rematado por el castillo que domina la ciudad y que la falla corta por la mitad.
Esa falla se movió el 97 durante varios meses y ha vuelto a moverse varias veces más desde entonces aunque lo más probable es que vuelva a dormirse otra vez durante varios siglos y los nativos se olviden de que están como montados sobre un puente levadizo.
Pero no solo los sismólogos de hoy con sus delicados aparatos que miden los rumores de la tierra han sido capaces de saber sus secretos; tenemos una tendencia enfermiza a creer que la sociedad y la gente de hoy es más lúcida, mas abierta y avanzada que los pueblos anteriores a las “culturas clásicas”, pero estas creencias son vanas. Los antiguos nos han dejado multitud de registros e indicios que hay que aprender a leer.
Muchos de ellos están en la toponimia y enquistados en palabras corrientes que sobreseemos cada día.
Por ejemplo, “Asís” (Assisi), cuyo nombre de origen umbro (lengua emparentada con el Euskera), a nada que se cambie su ortografía, se llena de información: “atx izi” son dos lexemas vascos netos, que significan “roca” y “sima” (relacionada esta última con la sensación de espanto), ni más ni menos que la información de que la Rocca Maggiore es atravesada por una fractura viva de la corteza terrestre.
Es una frase muy breve pero contundente que nos trae el mensaje de que los pastores que se subían por aquellos peñascos, sabían que allí había una fractura que bramaba y que era tan importante como para dar nombre a la ciudad que luego habría e incluso a la comarca.
También nos trae el mensaje de que antes de esta civilización hubo otra que no escribía crónicas ni edificaba coliseos, pero se comunicaba con gentes muy lejanas y ponía nombres a los lugares acertadamente.