Los locales y los vecinos de la comarca, no dicen “Ávila” a secas, sino que cuando se refieren a la capital, la llaman “Ávila de los Caballeros”. Siempre he pensado que era para distinguirla de otras Ávilas, pero ahora tengo que comprobarlo, ya que un amigo me insiste en que su nombre original es celta y concretamente, “Abul”, como el gentilicio de los abulenses.
Primero, es obligado decir que los sabios oficiales no se cortan un pelo para aventurar explicaciones sobre el nombre de esta ciudad y para ello ensayan todo lo habitual; primero están los académicos que dando fe a los geógrafos clásicos, entre los cuales, el que más se acerca es Ptolomeo que cita una ciudad vetona llamada Obila, lo toman por bueno, pero otros eruditos rechazan una alternancia tan severa como para mutar “o” en “a”.
Otros prefieren que sea celta y ven en “abul”, ribera, la confirmación que querían porque Ávila está bañada por un río (el Adaja) y uno de sus afluentes, pero los contrarios rebaten con que riberas hay en todas partes; o cartaginés, asegurando que significa “monte frondoso”, pero el rechazo es simple, porque Ávila es un auténtico berrocal, la cabeza de un batolito granítico, que siendo cumbrero (como lo es), no ha podido generar suelo como para sostener un bosque frondoso, sino, como mucho unas coscojas o encinas incrustadas en las grietas de la roca.
No falta quien quiere que sea gótico (a partir de Awilo) o incluso hebreo…
Finalmente, el recurso al Euskera no es nuevo, porque en documentos mas o menos formales ya figuran ofertas desde finales del siglo XIX en que se dice en una monografía sobre Ávila, que “en Vizcaíno, habea, abia, significa monte”. Pero montes hay en todas partes.
En resumen, nada sustancial.
El recorrido por la toponimia española y la búsqueda de nombres similares, me ha negado el que exista una sola población con igual nombre, por lo que he de reconocer mi error al pensar que aquello de “los caballeros” fuera por distinguirse de otras ávilas.
Sin embargo, sí que hay lugares que se llaman Ávila; hay un arroyo en Badajoz y otro en la provincia homónima; también hay aldea, cabezo, cañada, casa, castillo, fuente, hazas, isla, lote, pieza, nava… de Ávila, igual que hay el Avilés que todos conocemos en Asturias y otro en Murcia, Alfavila, un arroyo en el monte Ahillo de Jaén y muchos otros nombres parecidos desde Galicia a Murcia y desde Huesca a Málaga: Suavila, Aldeadávila, Alvadávila, Aquelávila, Gardávila, Los Ávila, Valdávila y también con “be”, Abilatz, Antisábila, Las Ábilas…
La forma en “m”, no es para nada escasa, llegando a 1.200 los topónimos como Amil, Amila, Amilibia, Aramil, Peñamil, Samil…, si bien se da una palatalización muy fuerte, que transforma las “l” en “ll”, siendo esta forma –al fin- más abundante (Amillano, Alamillo, La Milla, Villaamilla, Escamilla, Ramilla…).
Volviendo a la “v”, destacan una “Sierra de Ávila” en Ávila y otra en Badajoz.
Los elementos físicos que se encuentran con estos nombres son principalmente sierras, barrancos, cantiles y cabezos, así que visto esto, comprobado que las alternancias “m<b<v”, funcionan y que el compuesto es muy común en puntos remotos o frecuentados de la península, hay que reconocer que el nombre es autóctono y prehistórico, aunque puede haber cambiado algo, como lo han hecho otros de su serie.
La raíz más cercana a “avi” en Euskera, es “abi” con significación de velocidad, aceleración, aunque también suele funcionar como “nido” tras la pérdida habitual de la “k” inicial.
Obviamente no es coherente relacionar al mogote granítico que dio origen a la ciudad, con velocidad, aceleración ni nidos de ángeles o fieras, pero hay otra raíz muy cercana, “amil”, con la que se designa a los lugares altos con barrancos circundantes; lugares como el de la foto siguiente, que muy bien pudieran haber sido los promotores de este grupo de topónimos.
Cerro muy parecido a los dos que se muestran a continuación, denominados respectivamente Los Ávilas y Sierra de Ávila y que un estudio somero de la morfología de la ciudad abulense, nos muestra que todo lo que está incluido en el cerco de la muralla es un cabezo granítico que destaca sobre los terrenos circundantes, pero que dentro del mismo, hay una zona mamelonada más alta que coincide con el verdadero centro “de poder” y que se localiza en el entorno de la catedral.
No debe extrañar la presencia –incluso abundancia- de topónimos de sonoridad vascoide en pleno centro de Castilla, porque otros muchos nombres que no muestran semejante evidencia, también tienen un origen prerromano, muy cercano al vascuence.
En la imagen siguiente a los dos cerros, se puede ver el punto más alto de la Sierra de Ávila en su extremo nororiental (1.726 m.), ocupado por el Cerro Gorría, que conocedores del Euskera podrían traducir por “Cerro Rojo”, pero en realidad significa “Cerro Pelado”, tal como se aprecia en la imagen de Google Earth.
Es muy probable que en ese alto donde la morfología era adecuada y el material abundante, se constituyera uno de los recintos más destacados de la comarca, uno de los establos donde se juntaran reses y grupos humanos para pasar las noches o los periodos de riesgo para los animales (lo que con el paso de los años se llamarían “briga”, “bir iga”, doble resalto) y que jalonan este país de cerros en miles de lugares que los emotivos historiadores ven como centros bélicos celtas precursores de los castillos medievales.
El lugar, inicialmente llamado “amil a”, se fue transformando en ciudad y su sonoro nombre inicial se suavizó en unos lugares, pero no en otros.