Hace unos días llegó a mi correo un ensayo del historiador “euskaltzale” baracaldés Txeru García Izagirre: “Acerca del topónimo Baracaldo”.
Dos docenas de páginas que se remataban con tres opciones para el significado de este singular promontorio: Vega de Fundiciones, Vega alta, Zona o terreno de riberas…
Para ello, el autor recogía desde citas históricas del siglo XI donde la epigrafía latina mencionaba un lugar llamado “Huart”, que nadie puede dudar que no fuera Ugarte y la referencia a un personaje “Baracaldonensis”, hasta lo escrito para tratar de traducir este nombre por nueve autores antiguos o desaparecidos y por cuatro actuales.
No escatima bibliografía, que se acerca a cien citas, casi todas de lingüistas e historiadores, pero incluye entre ellas dos científicos, uno el francés Jean de Hazera y otro, Alex Cearreta, este último, un activo catedrático de Geología y Paleontología de la Universidad del País Vasco, bajo cuya dirección tuve el placer de cursar hace una veintena de años el Master en Cuaternario, un intenso y extenso repaso a lo sucedido a la piel de la tierra en los dos últimos millones de años, conocimientos utilísimos los condensados en ese posgrado para rebajar el ardor humanista que solemos tener los investigadores (en favor del científico), fiebre que nos lleva a promover y apoyar muchas bobadas.
El tipo de investigación que yo practico, orientada a Toponimia y Etimología, se basa en la recuperación de raíces “olvidadas” del Euskera, combinada con varias disciplinas técnicas, científicas y culturales, es decir, múltiples ramas del saber, pero aunque no soy amigo de citar bibliografía -a menos que sea verdaderamente necesario-, cuando leo trabajos ajenos es lo primero que acostumbro mirar.
En este caso, la presencia de Jean y Alex me extrañó; me extrañó tanto, que leí el ensayo porque esas dos referencias apuntaban a un hecho geológico singularque conocí cuando cursaba el Master e incluí comentarios a tal fenómeno hace cuatro años en el artículo “Lutxana Barakaldo, Lutxana Erandio” publicado en mi Blog “Eukele.com”.
Txeru cita en sus explicaciones la desaparición o “abandono” del gran meandro como un proceso incluido entre los generados por las fluctuaciones del nivel del mar tras la última glaciación, como si hubiera sido motivada por un proceso lento e imperceptible de “ritmo geológico”, pero la cosa no fue tan suave ni anónima, sino que hace unos 8.000 años, con una situación relativa local de niveles entre el mar y la tierra algo más profunda que la actual 1) , no fue suave porque debió haber un cataclismo puntual que rompió el débil istmo que unía el extremo noroccidental del alto de Artxanda-Enekuri con el monte Rontegi y el cabezo de San Vicente (en rojo en la figura siguiente).
Para entenderlo conviene recrear una cartografía de cómo pudo ser la línea de riberas en ese momento en el que la parte del actual Baracaldo que consiste en las elevaciones de Rontegi y San Vicente, pertenecía a lo que hoy se conoce como “margen derecha”. Así, en la siguiente recreación se representan los ríos Udondo, Asúa, Nerbión, Kadagua, Castaños, Granada y Ballonti, tal como se hallaban insertos en el estuario antes del cataclismo.
Tras ese colapso, las aguas de Nerbión, Kadagua y Asúa que suponían más del 90% de las que llegaban al estuario, se abrieron paso en línea recta hacia Altzaga, haciendo que el antiguo y potente meandro fuera quedando al margen de las grandes corrientes de marea con su barrido de materiales y fuera pasando de aquél gran cauce a lo que conocemos como un “paleo cauce” y a irse llenando con los sedimentos del Castaños, Granada y Ballonti (además de las escorrentías locales) e ir formando el entorno de “Galindo” 2) y los grandes barrizales y vegas de Ugaldebieta y Ugarte.
Se representan en azul oscuro las partes del álveo con más profundidad o permanentemente inundadas y con azul claro las playas y marismas que podían llegar a 1.000 hectáreas. En rojo, tal como se ha dicho, se indica la parte del istmo de Barakaldo que cedió 3) y en abreviaturas, Lutxana Barakaldo y Lutxana Erandio (en realidad, Lutxana-Lutxana 4) , evolución de “Lut an a”, el gran derrumbamiento), testigos etimo-toponimícos que indican que el suceso tampoco fue anónimo, sino que debió impresionar a quienes lo presenciaron y su nombre ha perdurado.
En esa misma época de transición entre el Paleo y Neolítico, cada vez hay más evidencias de que sucedieron hechos de dimensión parecida (la ciudad de Lausanne en Suiza, se fundó en la vega del río Mebre, que se desvió de forma repentina hacia el Oeste, vertiendo sus aguas al Chamberonne, cuya salida actual al lago Leman se ve en la imagen siguiente), pero también otros de dimensión mucho mayor como la inundación del Mar Negro a través del Bósforo, el inicio del vulcanismo en Sicilia y en Nápoles (Etna y Vesubio), etc.
Las conchas de foraminíferos estudiadas en los sondeos que se realizaron hace treinta años en amplias zonas del meandro y sus playas, muestran con claridad cómo la sal de las mareas dejó progresivamente de penetrar en el recodo, pasando en apenas mil años de un entorno “halino” o salobre a uno dulceacuícola.
Milenios después, las canalizaciones y desecaciones para agricultura, las carreteras, ferrocarriles y los diques para atracar las embarcaciones “veneras” que llevaban el mineral rubio desde la ría a cientos de millas y los vertidos masivos de rechazo de la minería a cielo abierto que abría infinitas canteras allí donde aparecía una fuente ferruginosa u otros indicios de presencia cercana de óxido o carbonato de hierro y finalmente las factorías y el urbanismo han transformado en “suelo urbano” cientos de hectáreas de marismas, devorando junto con ellas la memoria de un estuario inmenso.
Para los que analizamos los topónimos “en serie” 5) , entornos como este, como La Mancha o como la Laguna de Antela en Orense 6) , brindan una ocasión insuperable para plantear un ejemplo con que iniciar lo que se insinúa en los siguientes párrafos porque la abundancia de topónimos que describen los procesos en ellos acontecidos son tan evidentes, que no hay duda de que su duración abarcó varios milenios y que quienes pusieron nombres a los lugares, vivieran permanentemente en ellos o fueran visitantes ocasionales, hablaban una lengua cercana al Euskera actual, dada la multiplicidad abrumadora de indicios, su concatenación y el paralelismo de los nombres de lugar, que cualquiera abierto de mente lo aceptaría.
Uno de los principales problemas que presenta el ejercicio de descifrar estos nombres de lugar, es que quienes se dedican a ello son un grupo de intelectuales “de letras” que pretenden llegar a resultados, partiendo de referencias históricas (epigrafías, monedas, citas de cronistas…), cuando el proceso de asignar denominaciones a los rasgos principales es netamente prehistórico y físico, siendo necesaria la participación de varias ramas científicas. Esa tradición lleva a que se conceda un peso desproporcionado a las lenguas y culturas que dejaron documentación escrita (Latín, Griego, Árabe…) y recientemente incluso a las “lenguas recreadas”, como el Celta y Indo Europeo, con un perjuicio evidente para la búsqueda de pistas reales como las que puede aportar el Euskera combinado con varias disciplinas científicas.
El resultado es dramático porque casi quince siglos de tergiversación de la realidad, ha producido una inmensa colección de documentos creados con referencias retrospectivas falsas que han propiciado una realidad paralela absurda que prescinde de la Prehistoria para limitar los productos evidentes de la Cultura (desde lenguajes a fenómenos, elementos, nombres de territorios, mares y seres) a apenas dos milenios y medio en cuanto al tiempo y en casi su totalidad léxica, al Latín 7).
Falta que se admita una teoría consistente 8) que explique la persistente repetición de cientos de nombres parecidos y muy antiguos en un territorio de dimensión continental, faltan herramientas para la disección de los nombres, porque esas lenguas citadas dos párrafos más arriba solo valen para explicar algunos neologismos y falta un modelo económico-antropológico que explique la dinamicidad poblacional y la homogeneidad de la lengua franca que usaran.
Las explicaciones de la docena larga de autores que cita Txeru, se dividen en dos grupos, unos, que ven en los componentes de Barakaldo claros indicios vascos refiriéndose a vegas, riberas o huertas y otros que ven dioses celtas (Baraec), derivados del Latín (el delirio de algunos como Corominas, llega a plantear que “vega” es latino, cuando cualquier “euskaldún” sabe que es la “guturalización” de “bee a”, la parte baja o inundable) o abonarse a la corriente humanística de pretender que los topónimos estén formados por el “nómen” de un rico propietario de tierras, que en este caso se llamaría “Barius” para hacer “Barius aka aldo”, Barakaldo.
Aún puede adivinarse una tercera que hibrida Euskera y Latín, donde el “caldo” de Barakaldo se explica por las coladas de hierro fundido -que se imaginan estos autores- manando de numerosos hornos donde se fundía el rico mineral rubio.
El comienzo de la crítica por el final se basa en que la técnica para obtener el hierro “metal” en forma líquida manando de un crisol, no se consiguió hasta época moderna, el hierro que se trabajaba en Bizkaia se conseguía por el método de “pudelado”, una masa o esponja pastosa de hierro y escorias que se sacaba del horno con tenaza (“ten atz”, dedos de estirar) y se martilleaba sobre el yunque (“iun-ke”, el que no salta, el pesado) hasta obtener un lingote dulce, así que no procede ese “caldo” que reclaman los “hibridistas”.
Igualmente, “bara, baratz” es la apelación actual y antigua de un modelo de huerta derivado de “bar”, barra de sedimentos, playa de ribera, tira larga de aluviones, seguramente el tipo de entorno donde se ensayó inicialmente la horticultura llevada de uno a otro lugar por los pastores nómadas. Lo mismo se puede decir para “ortu”, en realidad, metátesis de “u ert a”, “orta” o borde del agua, a partir de “u”, agua y “ert”, borde, frontera, lo que indica el origen ribereño de la agricultura hortícola, “húmeda”, “fresca” o de corto periodo.
Ambos componentes toponímicos, “bara, ortu”, son relativamente abundantes en España, Francia, Portugal e Italia, pero cuando tienen potencial hortícola suelen ser micro topónimos, porque los poblados no solían construirse sobre suelos ricos.
“Barr”, que por no ser de matriz latina el mundo “hiperculto” asigna ora al Celta, ora al Francés “barriere”, pero reconociendo que para los galos es de origen desconocido, es la expresión vasca para llamar a superficies convexas alargadas, fusiformes… en las márgenes o en medio de la corriente, como se indica en la siguiente figura, y por extensión a los lingotes de arrabio, que se comerciaban con forma de barras.
La parte de acreción o crecimiento de las barras, suele darse en la parte centrípeta de la corriente, como se ve en el siguiente figura, hecho que solía aprovecharse para hincar atraques para las embarcaciones, que por ir creciendo la barra, no desaparecían y podían ir prolongándose hacia el canal. Así pudo ser hasta hace unos 8.000 años todo el borde occidental de la original península de Barakaldo transformada temporalmente en isla, borde que perdió su dinámica con el desprendimiento y a partir de entonces, durante milenios se fue colmatando con los aportes terrígenos de los ríos Castaños, Granada, Capetillo y Ballonti.
La colmatación fue más acelerada en la zona que se llamó “Lutxana” 9) , cerrándose la tierra inicialmente entre Rontegi y Krutzes y avanzando la colmatación hacia el Oeste, con lo que Barakaldo quedó unido a la Margen Izquierda,
El componente “caldo” al final de los nombres, no es en absoluto abundante en toponimia, apenas media docena de lugares, el más relevante, un Río Caldo en el punto más meridional de Galicia, en la Baja Limia, cuyo nombre responde a fuentes termales en su cuenca, pero también hay un Riocaldo en “a Terra Cha” de Lugo, un entorno quasi-endorreico, donde un río (que no es de aguas calientes) parece ser una reminiscencia de un área de lagunas someras en proceso de desaparición. En la imagen, el trazado probable de este antiguo afluente del Ladra.
En lo que a la familiaridad o no de los posibles lexemas que componen la forma actual, “barakaldo”, a saber, “bar” “a” “kal” “do” según una deconstrucción, “bara” (k) “aldo”, según otra o incluso “bara” “galdo”… todos los fonemas correspondientes se encuentran en numerosos topónimos 10) , esto es, son comunes.
En el Valle de Baztán, hay un lugar llamado “Ezkaldo”, que es sugerente para aplicar su filosofía a Barakaldo. Se trata de una zona de paisaje netamente ganadero por la coexistencia de prados frescos o “de diente” y de multitud de corrales ejecutados con líneas de arbusto para cierre y manejo del ganado, una técnica, un “arte” ancestral lamentablemente perdido con recintos redondeados y dimensiones entre media y dos hectáreas.
Ezkaldo señala a la parcela señalada en amarillo de igual forma que las demás, pero cincuenta veces más grande que las otras; tanto que cualquier paisajista diría que “desentona radicalmente” no solo por su dimensión, sino porque muestra divisiones con formas rectilíneas que denotan un cambio claro de uso: Originalmente fue un recinto enorme y luego se fue reduciendo. Para cualquier persona familiarizada con el manejo de ganado “ezi” es uno de los recintos o cierres en que se guardan las ovejas y “ezi galdu” no es otra cosa que el recinto perdido, la muestra certera de que en otro tiempo los recintos ganaderos eran mucho mayores.
Igual que en Baztán hay una muestra de un nombre que evoca la pérdida de una forma del “paisaje económico”, no es imposible que la antigua península de Barakaldo, separada de la margen derecha por un gran desprendimiento de tierras (que ya quedó inmortalizado en las dos Lutxanas), debiera su nombre al mismo suceso en el que desapareció un trozo de ribera, quedando la península -quizás durante varios siglos- como una isla que -como se ha mencionado- tardó en unirse a Krutzes, así, el nombre habría surgido hace entre seis y ocho mil años como “bar a galdu”, la ribera perdida, evolucionando a “baragaldu” y “barakaldu”.
En la siguiente secuencia de cuatro figuras, se marca la posible evolución de las marismas del estuario por la acción combinada de la Naturaleza y de la fuerte actividad antrópica desde la época mesolítica hasta el siglo XX, cuando ya se había consumado la intensa transformación de zonas húmedas en tejido urbano, industrial y portuario.
La primera imagen es la misma de la segunda página y muestra el aspecto general del interior del estuario hace más de 8.000 años, cuando Barakaldo estaba aún unido a la margen derecha y entre canales y aguas someras, había cerca de 1.000 hectáreas de superficie estuarina.
En esa época se rompió el istmo que se señala en rojo y las aguas de Nerbión y Kadagua se unieron a las del Asúa y saltándose dos kilómetros de recorrido, enfilaron hacia la playa de Altzaga. Las aguas de Castaños, Granada y Ballonti siguieron anegando el gran meandro y sus acarreos, imposibles de arrastrar hacia el mar por caudales tan reducidos, comenzaron a rellenar los bordes del galacho. En unos 2.000 años se consolidó la unión de Barakaldo con Krutzes, dejando este de ser isla.
Hacia 1.500, ya hay documentos que demuestran que la actividad portuaria de Bilbao comenzó a ejecutar diques de sirga y que a la vez servían para aumentar la velocidad del agua (especialmente la de vaciado) y aumentar el calado de los canales. Simultáneamente, del antiguo lago de meandro que se iba subsumiendo, aún quedaba una amplia zona lagunar (Galindo es un hidrónimo que se repite en lugares donde ha habido procesos similares) y numerosos puntos en laguna y brazos, donde las gabarras podían cargarse con la mena que bajaba en carros desde las infinitas minas o veneros e ir a abarloarse a las naves mayores y trasvasar su carga.
El siglo XX ha visto el remate de la transformación del estuario hasta sobrepasar los límites de la seguridad con millones de toneladas de materiales de rechazo de minería usados en rellenos, con líneas sucesivas de diques que restaban superficie de agua, con la creación de dársenas, astilleros y factorías, reduciendo la totalidad de los cauces en zona intermareal a canales en cuyos trasdoses se creaba nuevo suelo urbano o de servicios. Imagen de portada.
Como corolario, repetir que es probable que los habitantes o visitantes de hace miles de años conocieran los detalles del colapso del istmo y así como llamaron “luta an a” (hoy Lutxana) a las dos orillas en que se transformó la delgada lengua de tierra, llamaron “bar a galdu” (hoy Barakaldo) a la hermosa ribera occidental que perdió sus aguas profundas donde entraban lubinas, salmonetes, rayas y hasta delfines para transformarse en una zona cenagosa que no volvió a producir riqueza hasta que la revolución industrial trajo otras opciones.
[1] Aunque el nivel del mar llevaba 8.000 años subiendo, la costa vasca también se iba elevando por la subducción de una placa septentrional. [2] Galindo es un topónimo frecuentísimo en arroyos, barrancos, fuentes , hoyas, navas y “vales”, estando relacionado con los procesos de colmatación. [3] Se estima en unos ocho millones de toneladas el material que deslizó abriendo un nuevo cauce al Nerbión-Kadagua. [4] En el Blog se dan las explicaciones correspondientes a Lutxana. [5] Lo normal en análisis toponímico es tomar un nombre concreto y tratar de extraer su significado asignándolo generalmente a hechos sociológicos; el análisis en serie, parte de la búsqueda de la “familia” de topónimos y trata de relacionarlos con aspectos físicos del territorio. [6] Famosa por su desecación tras infinidad de intentos fallidos. [7] Siendo el caso que solo es cuestión de tiempo que se demuestre que las lenguas Latinas no derivan del Latín y que esta lengua basa su semántica en gran parte en el Euskera. [8] La explicación basada en la agricultura como referente económico solo es válida para algunos territorios muy ricos que no pasan de ser enclaves. [9] “Lutx an a” el gran derrumbamiento [10] Por ejemplo, Bara, Barabanto, Baraburu, Baracán, Baracas, Baraceta, Barachín, Baraku, Barakunza, Arakaldo, Peña Giraldo, Baldo, Aguinaldo, Ezkaldo, Guinaldo, Matusaldo, Quintanabaldo, Sisaldo, Siraldo, Bagiracal, Arrabacal, La Vega del Bacalao…
Interesentasimo javier¡¡ Sigue así¡¡