Los avances de la cirugía económica que implanta pelos cada dos milímetros en cualquier calva, ha sido la puntilla para complementos como los bisoñés, que -ya- los menores de treinta años desconocen radicalmente.
Los bisoñés eran peluquines que cubrían la parte frontal de la cabeza en aquellos varones presumidos que no soportaban ver el avance de su calva hacia la coronilla. Las gomas y adhesivos de entonces no eran tan eficaces como los actuales y cualquier roce o golpe de viento los “descolocaba” con lo que los niños atentos seguíamos a los futuros calvos con el bisoñé movido para, malignos, disfrutar de las sonrisas de los que se cruzaban con los coquetos “bisoñeros” que detectaban la sorna, apostando sobre en qué escaparate se pararía para recolocárselo.
Su etimología es un problema que se resuelve mal porque nuestros sabios no son muy dados a pensar, sino a buscar en diccionarios y enciclopedias, cuyos autores pudieron ser tan fantasmas como ellos mismos que se dedican a revolver esos papeles y copiar aquello que parezca más sólido, esto es, que se apoye en más citas y de fuentes más potentes.
La lógica y la suspicacia no suelen entrar en este juego que casi siempre se resuelve arrimándose a lo que ya han dicho otros, aunque no tenga visos de ser correcto.
En este caso, bisoñé solo se usa en Castellano y Catalán (“bisony”) y los sabios se van a lo más parecido que han encontrado en la biblioteca, el “bisoño” (necesito) del Italiano, que aseguran viene del Francés “besoin” (necesidad), justificando el nombre porque los portadores “lo necesitan” y remontándose a una compleja ingeniería etimológica que se sube al “godo” o al Fráncico donde se inventan un “sunni” que es necesidad y le aplican el intensivo “bi”.
No importa que en Francia llamen “postiche” al bisoñé, que en Italia,”parruchino” o en Alemania “toupet” como en otros muchos lugares; ellos ya han decidido el camino de la evolución de la palabra.
En muchos de estos casos viene muy bien una visita profunda al Euskera, que guarda muchas más soluciones de la que estos presuntuosos creen, visita que puede ayudar a una y otra voz: Al “besoin” del Francés, que lo asignan a una cuna errónea (que se tratará otro día) y al bisoñé. Para este último, “biz” es la barba, el pelo que no crece mucho, como sucede en las calvas inminentes de muchos hombres y con “soin”, prenda que se lleva puesta, siendo frecuente que “in” se confunda con la “ñ” que muchas veces se afianza en la palabra atacada; así se tiene “biz soñ”, donde predomina la “s” sobre la “z”, con lo que se llega a “bisoñ”, barba a cuestas, como prenda y a bisoñé.