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Cabo Villano a una cuarta a estribooor!

Podía ser la alarma del timonel de una pinaza llevando vinagre de Palos a Camariñas… o a Plentzia, porque en ambos municipios y puertos hay un cabo agreste con senda isla a tiro de cañón que se han llamado siempre “Villano”, pero en las últimas décadas la fiebre localista con unos cuantos académicos memos a la cabeza han decidido trocarlos en Cabo Vilán y Billao Itxasmuturra respectivamente sin tener ni zorra idea de porqué lo cambian, pero conscientes de que el cambio les otorga algún poder social (entre los bobos).

 

El caso es que una amiga gallega hija de los últimos torreros en el cabo Villano de Camariñas se sorprendió mucho ayer cuando desde la ventana del ático donde estudio, le mostré la torre blanca del Faro Villano Bizkaíno. Boquiabierta me preguntó si el origen del nombre pudiera ser el mismo suyo, el de un villano abominable que se escondía en aquélla lejanía para asaltar a quien –despistado- pasara por allí a deshoras.

 

Su inocencia me conmovió y le prometí “buscar algo” que nos diera al menos una penumbra  y sirviera de muestra y estímulo para otros interesados en estrujar la naranja de la Toponimia, agrio para el cual hasta ahora no ha habido exprimidor cabal sino porfía de disparates por quienes más comedidos deberían ser, la gente “leída”.

 

En estas circunstancias es recomendable dar un paseo por los registros de nombres de lugar comenzando por ver cuantos hay que nos recuerden al Villano inicial, es decir, tratar de abstraernos de la ortografía y buscar nombres simples, compuestos o que resulten familiares, que parezcan parientes de aquel.

 

Una fórmula es comenzar con los “nombres oficiales” hasta hace treinta años y respetando la secuencia de vocales para jugar con las consonantes, primero la inicial, Villano, Millan…, Millán, Vilano, Bilano, Milano…  luego la segunda, Viñano, Biñano, Miñano…

 

Aparecen unos cuantos con la forma canónica Villano o con su plural, aunque no hay villana alguna: Andén del Villano, Arroyo del Villano, Barranco del Villano, Cal Villano, Cañada Villanosa, Casa del Villano; dos Cerro Villano, Espanta Villanos, Hoya de los Villanos, otros dos lugares llamados Los Villanos a secas, Morra y Puntal de los Villanos, Peña del Villano, Peña, Pico, Piedra… del Villano; un Villano sin aderezos y hasta  un pueblito en Huesca que se llama Villanovilla.

 

Lugares que llevan “…millan…” átono, también existen y algunos, como Amillano, cerca de Estella, exhiben algunos rasgos a los que luego se volverá y que nos sugieren que las vocales abiertas iniciales, se pierden con facilidad en aféresis bien toleradas por la gente y de un “amillano” se puede llegar fácilmente a un “billano” y a otras formas elaboradas o pasteleadas al gusto popular.

 

Este “Amillano” navarro es de traducción aparentemente sencilla porque los abruptos perfiles de los despeñaderos de la roca Arbiluin que lo guardan por el Sureste, bien pueden reclamar la denominación “Amil an o”, el cantil, el “despeñadero notable y extenso” que se adivina en el recorte del mapa 1:25.000 y en Google Street, según la flecha roja.

También la forma tónica, “…millán…” es muy abundante con casos elocuentes como “As Penas de Millán”, un afloramiento rocoso en A Terra das Caldelas, en Orense.

 

Buscando con Vilano, aún aparecen lugares como el Alto de los Vilanos, Arroyo de Vilanos y del Vilano, dos Cagavilanos, Canto y Casa de Vilano, Cerros de Valdevilano, del Tío Vilano, Vilano, Vilanos, Vilanosa, dos Cortijo del Vilano, hasta tres “El Vilano”, Fuente Vilano y Vilanos, Hoya de Vilano, Los Vilanos, Sangre Vilano, Torrevilanos; varios Vilano y Vilanos…

 

Con la forma Bilano, aún hay un El Bilano y Alto de Peñabilanos, este, cerca de Cuéllar (foto inmediata), donde la llanura del entorno hace destacar a una elevación de unas decenas de metros, que en otros lugares pasaría inadvertida.

Milano, que es una voz más corriente, refleja su familiaridad con cientos de lugares que se complementan con “Milano” o con “del Milano”, entre los que se pueden destacar varias composiciones con docenas de lugares: Alas, Alto, Apeadero, Arroyo, Barranco, Cabeza, Cabezo, Cagamilano y Cagamilanos, Campo, Cantamilanos, Cañada, Casa, Cerro, Cola, Cordel, Cortijo, Cruz, Cueva, Cumbre…Una veintena de El Milano, Era, Fuente, Hoya, Loma, otra veintena de Los Milanos, Molina, Nava, otra media docena de Peña del Milano, Peña Milano, Pozo, Prado, Puente, Río, Roque, Sierra del Milano (2), una en Riotinto y otra en Asturias, Teso, Vereda y hasta Vuelo Milano.

El cambio consonántico “ll x ñ”, no aporta un solo nombre en las formas Viñano y Biñano, pero sí con Miñano, apelación con la que además de una población en Álava, hay Miñano a secas, un pico y cordal en Murcia y varias Casa, Cañada, Cuerda, Prado…

 

Aún se puede indagar buscando topónimos que “terminen igual”, esto es, que lleven finales como “…llano”, “…yano”, “…ñano”.

 

El primero, con más de millar y medio de elementos, aporta en igual cantidad recados coherentes como imposibles puesto que a cientos de lugares ciertamente llanos, lisos, se contraponen cientos de contradicciones como “Monte Llano, Pico Llano, Torrellano, Puertollano, Puerto Llano, Cerro Llano, Barranco Llano, etc.

 

Tampoco son raras las terminaciones en “…yano” y a pesar de las cruzadas culturales se encuentran muestras como Yano, una aldeíta en el fondo de un barranco asturiano, Santuyano, Mayano, Campuyano, etc., como no son excepcionales las de la forma “…ñano” (Barañano, Miñano, Ontiñano…).

 

¿Alguna conclusión con este recorrido inicial?… ¡Sí!, que alterados caprichosamente por nuestros académicos, los nombres de los dos cabos Villano con los que empezábamos el ensayo, no aparecen entre miles de otros nombres parentales a menos que busquemos en nuestras bases de datos como Vilán y Billao; o sea que si el investigador que hurga en estos nombres desconoce los antecedentes, se puede quedar sin incluirlos en su análisis con lo que el atrevimiento de nuestros sabios pudiera ser un arma para que las indagaciones sean deficientes y nadie perturbe su impunidad.

 

Pero aquí estamos nosotros para abrir la llaga y verter el vinagre sanador en ella.

 

Antes de sumergirnos en los juegos de signos, puede ser interesante recordar que tanto la costa gallega –en general- como el tramo de costa vasca en que se halla Villano, están sometidas a una geodinámica diferente. Galicia está hundiéndose suavemente, en tanto que un tramo de la costa vasca es emergente. Todos sabemos que los gradiente de hundimiento o emersión son muy lentos y que las oscilaciones del nivel del mar pueden enmascarar o multiplicar esta dinámica; tengamos en cuenta que hay topónimos en los que se ha comprobado una antigüedad de 8.000 años y pudiera haber otros que fueran anteriores a último “Máximo Glacial” de unos 17.500 años.

 

Hay numerosos indicios de que las costas guardan nombres relacionados con elementos, formas o sistemas que ahora están sumergidos, pero también hay otros que fueron bautizados cuando estaban en la zona intermareal y ahora están “colgados” a decenas de metros y esta eventualidad pudiera ser un hecho en nuestros dos cabos, que en estudios posteriores podrían obligarnos a extender los análisis a zonas ahora inundadas o  que se sitúan tierra adentro.

 

El análisis de los nombres de lugar nos dice que “la moda”, los gustos de la gente, quizás inducidos por la insistencia de los sectores cultos, han basculado hacia “milano”, otorgando a esta forma la evolución de otros nombres parecidos y haciendo difícil cualquier aproximación a significados claros; no obstante, es un ejercicio sano el planteamiento de todas las formas precursoras posibles.

 

Cualquier estudio sistemático aporta informaciones y este caso no es distinto; algo interesante es ver cómo hay un notable sesgo para la preferencia de la forma “milano”, seguramente porque el nombre de esta ave  es popular aunque solo quienes hemos tenido contacto con la ornitología sabemos que de las dos especies de milano que se puede encontrar en España (real y negro), ambas rapaces planeadoras de “garra pequeña”, ninguna tiene hábitos rupícolas, sino arborícolas, por lo que no tiene sentido hablar de “Roca del Milano” o “de los Milanos”, cosa que sería diferente para un águila real, perdicera (águila-azor) o incluso para los buitres leonados, alimoches o quebrantahuesos, que sí gustan de divisar sus zonas de campeo desde riscos.

 

Con esto se quiere decir que se postula que los lugares con referencia a rocas y milanos, en realidad tienen su origen en la voz “amil”, cantil, despeñadero, complementadas con los adjetivos “an” dimensión grande para su tipología y “o”, extenso, amplio. Así, “amilano” que en realidad describe un farallón alto y extenso, un acantilado, con el tiempo ha sufrido una aféresis corriente y perdiendo la “a” inicial ha quedado en “milano”, apelativo al que se ha complementado con lo obvio: Roca, cerro, monte, barranco…

 

Aunque no se ha realizado un estudio estadístico estricto, si se puede decir con suficiente autoridad, que del surtido de nombres emparentados con Vilano que se han rastreado, que se han encontrado en cartografía con  detalle adecuado y de los que se han comprobado sus antecedentes, que la mayor parte de ellos hacen referencia a entornos montaraces, agrestes, con fracturas y acantilados o que exhiben series de pequeñas colinas alineadas, siendo altamente probable que su forma original fuera “amilano”, que esta hubiera evolucionado –según los lugares- a “milano” y “bilano”.

 

El extremado grado de acantilamiento de los entornos de los cabos Villano gallego y vasco que se puede apreciar en las imágenes de Google Earth, es de los más notables de su clase, no siendo disparatado el proponer que sus nombres tienen como base esa forma abrupta del relieve.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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