Para las gentes de hoy acostumbradas al asfalto y a los pavimentos hidráulicos lisos como mármoles, a las escaleras mecánicas y a los ascensores, es muy difícil trasladarse a la antigüedad cuando los humanos se movían descalzos por lugares irregulares, blandos como flanes o duros como cristales, pero la historia de los lenguajes guarda numerosos indicios que la apisonadora cultural llamada benévolamente “Clásica” ha querido hacer desaparecer, pero no lo ha conseguido antes de que naciera Internet… y ahora es tarde para borrar tantas cosas como afloran.
En un breve recorrido por nombres que se daban a los caminos y a sus variantes y que aún se recuerdan en algunos manuales, se van a plantear varias cuestiones que el algodón de borrar de esa cultura se empeñaba en difuminar.
Es muy importante lo relacionado con las rutas pecuarias, porque estos itinerarios facilitaban el acceso de personas, semovientes y ganados a todos los lugares de un territorio tan áspero como el español.
Cañadas, cordeles y veredas, fueron antes y sobrevivieron a otras clases de corredores como corrales, cuerdas, estradas, sendas, caminos, pistas, rutas, calles, carriles, paseos, calzadas, rondas, carrejos y trayectos…
Importantes para entenderlas, son también otros entornos físicos como cordilleras, vados, andamios, desfiladeros, pero lo mismo aspectos relacionados con el clima, las fuentes y manantiales, etc. o conceptos tan sencillos como la cama, el carro o el arrastre de productos.
Comencemos por la cama.
Cama: Coinciden todos los analistas y todas las fuentes en que “cama” pertenece al sustrato ibérico, pero lo dicen a regañadientes, con disgusto de malos perdedores que –por lo bajines- susurran que pudiera ser que viniera del Latín Vulgar “camba”, que viene a ser algo retorcido como una serpiente, sorbido desde el Celta…
Son disparos de salva. “Kamae” es una voz neta vasca que significa ahoyado, pisado, hundido…, “kamae” es donde duerme la liebre cuando se la levanta las madrugadas de caza y “encame” es como llaman los cazadores gallegos, portugueses y castellanos al hoyito de donde ha saltado la liebre; los catalanes, ya dicen “llit”.
De ese “kamae”, del efecto de pisar la hierba del suelo, de su compactación y clareado, del efecto de atracción que el paso incipiente proyecta sobre otros muchos animales, viene lo que decía el poeta, que “no hay camino, se hace camino al andar”; el camino es mucho más visitado y si es efectivo y cómodo, si su trazado es bueno, tiene muchas posibilidades de subir de categoría, de hacerse senda e incluso carretera.
Camino. Tras la cama ha de ser el camino, porque es un derivado directo del proceso que crea aquélla.
Pero nos dicen que aunque el Latín no lo use y sus supuestos hijos no lo conozcan, camino viene del Latín “cammin”, tomado directamente del Celta “cam”, paso.
Mis búsquedas por las lenguas celtas me han dado otras voces para paso y camino: “Kang, kerdi, fordd, rathad, bothar…”, nada parecido a “cam”, que en Euskera es una frase “kamae eiño” que dio “camiño, caminho y camino”: Hecho como la cama…, en resumen, camino es de origen vasco.
¿Y el correr?
Nos aseguran que correr viene del Latín “currere”, pero el hecho de que en Euskera, el mismo concepto tenga la misma voz, obliga a sospechar que no. Además, aunque todos los romances usen una forma parecida, con “r” vibrante o sencilla, pero el Rumano recurra a algo tan distinto como “a aleuga”, apoya la necesidad de investigación.
Corral. Aquí los sabios se pasan al querer que los corrales sean algo que surgió en el imperio cuando los legionarios en marcha se protegían del ataque de los bárbaros, colocando sus carros en círculo, como los cow-boys. Dicen que eso era “currale”, circulo de carros (otros dicen que era pista de carreras de carros), siempre carros, un artilugio que copiaron de los celtas que le llamaban “carrus”.
Y se quedan tan panchos. Que un pueblo esencialmente agricultor no conociera el corral hasta que los soldados pusieron los carros en círculo, es de cómic.
“Korrí” en Euskera es el acto de correr y “ahal” es la posibilidad de hacerlo, así que “korri ahal” tiene muy fácil su paso a “corral”, lugar donde los animales pueden correr un poco, estirar sus patas adormecidas en el establo.
Los ingleses que son muy prácticos, llaman “chicken run” (corredero de los pollos) al corral y esta es su función, que los animales puedan moverse.
Cordel. En el mundo de la logística animal se llamaba cordel a los bordes superiores de las sierras, a las fracturas de tantos anticlinales que forman series de cumbres que parecen sierras… “ku” es el pico de la cumbre, “ert” el límite físico e “ilera”, la cresta o el surco, la línea según el caso, así que “ku ert ilera” ha hecho la misteriosa palabra cordillera y como sonaba a cuerda y a correr, ha quedado el nombre de cordel, un cordel que nada tiene que ver con las tripas curadas que en Griego se dice “khorda” y que se usaban para sacar acordes de las arpas.
En la foto, Cordel en Sierra Salvada.
Vereda. La más humilde de las vías pecuarias, que los gallegos llaman “beirarrúa”, los catalanes, “sendera”, los corsos “marcia laterale”, los italianos, “marcia piede”, los portugueses, “calçada” y rumanos y franceses, casi igual, “trotoir, trotuar”, que solo en Castellano se llama vereda, pero que quieren que venga del Celta “raid”, montar a través del bajo latín, “verraidus, veredus” que dicen que eran los caminos para las postas.
¿No sería mejor aplicar la lógica y ya que es un caminito de lo más modesto, recién abierto, aceptar que viene de “ber”, nuevo y “eda” ampliación, es decir, algo así como “nuevo ramal”?.
¿Porqué se empeñarían en la uve?
Senda. La senda es un clásico entre los caminos. Desde siempre oí que venía del Latin “semita”, con el mismo significado, pero parece que no. Semita no significa ni explica nada, pero si lo hace “señ ta”, donde la raíz “keñ, señ”, equivale a un aviso, una advertencia y “ta” es el participio que viene a decir que la senda es un camino señalizado; así de sencillo.
¿Y la estrada?
Estrada. Esta forma ha llegado a muchos idiomas incluso no latinos, como el Alemán, en forma de Strasse. Está en casi todos los romances y está con significados muy diferentes en cuanto a su magnitud. Hoy en día se usa para autopistas, pero parece que lo antiguo se ciñe a los primeros tiempos de la agricultura intensiva y a las limitaciones que los labradores ponían a que los ganados y el tráfico pasaran cerca de sus parcelas.
“Esi” es la forma genérica de llamar desde un cercado a una muralla; el concepto de espacio que no se puede trasgredir porque está cercado. “Esi tarte”, que significa espacio entre cerramientos, callejón, muta fácilmente a “estrate” y a “estrada”.
Hagamos un paréntesis con el verbo que gobernó el transporte durante milenios y con el invento que heredó su potencial.
El transporte más elemental, el que se ocurre a cualquiera cuando no tiene otra cosa, es el de poner algo sobre una alfombra (si está en casa) y tirar del peso pasillo adelante… o cortar una rama y poner al amigo (si está en el monte) con la pierna rota sobre ella para bajarle a la civilización… o arrastrar piedras y maderos como se ha hecho hasta ayer sobre un carrejo o sobre la hierba.
El transporte en Euskera, hoy y antes de inventarse carros y carreteras, se llamaba “garraio”. Tiraban los animales y los materiales podían rozar contra el suelo o ir protegidos en una especie de trineos de madera que llamábamos “larras” ó “narras”.
Es obvio que el suelo se acanalaba y esas erosiones se llamaban “garra ild”, esto es, surcos del transporte.
Carril. De ahí, de los surcos creados por el transporte nació el “carril” y no –otra vez- de unos carros imaginarios que los romanos copiaron a los celtas.
La historia de la calzada no es menos escandalosa, porque para que la versión academicista triunfe, se ha invertido radicalmente la forma de construir las vías romanas.
Calzada. Es universal la imposición de que viene del nombre latino de la piedra caliza, “calx, calcis”.
Junto con esa cuna, se nos vende la imagen de unas calzadas romanas pavimentadas con losas, algunas tan chapuceras, que da vergüenza verlas, que un constructor romano hubiera enviado a azotar al maestro de obras.
Aparte de algunos tramos de vías urbanas, las calzadas se construían al revés, la piedra gruesa iba abajo, en la subbase, sobre ella se encachaban capas de gravas cada vez más finas y la capa de rodadura era de arrocillo, a ser posible silíceo. Su nmbre no viene de la cal, que es un material mediocre para carreteras que han de perdurar, sino de la durísima labor de encajar la piedra gruesa en el fondo “kalá” es el verbo que describe la acción de llegar profundo, “tza” es la aplicación general de una acción y “ta” es el participio, la forma verbal que dice que ya está hecho.
Secuencialmente, “kal tza ta”, sonorizada a calzada.
La calle es otro producto que –sin mas- se asigna al Latín “callis”, sendero, aunque muchos prefieren que sea un sucedáneo de la cal, como la calzada.
Nadie más que el Castellano y Euskera usan calle: “Rúa, rue, carrer, carrugio, strada, vía…”. Igual que la calzada, viene de “kal”, profundizar, porque las calles se ejecutaban sin tantas capas como las calzadas, pero básicamente excavando un poco la capa de montera e incrustando piedras rodadas, de manera que el barro no trascendiera la capa de piedra.
Carrejo. Se llama así a una pequeña pista de obra, donde se hacen pruebas de arrastre por animales. Es algo así como el “dromo” griego, un lugar urbano de fiesta.
“Garr e” es el arrastre en sí y “jo”, variante de “txo”, indica su pequeño tamaño.
Ronda. La ronda que nos dicen los sabios que viene de las rafias que los moros organizaban recién finalizado el primer milenio y que ellos llamaban “ar robda”.
No hay nada así en el Árabe, que a rondar le llama “jawlat”.
Mi impresión es que es una alusión al mundo pastoril y al sistema que se tenía para agotar completamente los pastos de cada zona que se expresaba como “larr onda”, esto es, “esquilmar el pasto”, para lo cual había que ordenar el ganado para que fuera girando y comiendo hasta llegar al inicio.