Carabina
Arma “larga” de fuego, que cede longitud de su cañón, tensión de tiro, alcance y precisión, para hacerse manejable.
Es decir, la carabina es una versión modesta del temible fusil que puede causar una baja a un kilómetro, pero que –para ello- exige serenidad, un apoyo y un tirador de élite. Según los manuales de armas, la carabina se diseñó para ser usada desde un caballo o un carro en marcha, pero acabó siendo usada por varios cuerpos armados para funciones civiles, no dejando por ello de ser “arma de guerra”.
Pero hay grandes dudas sobre su origen y nombre, que es idéntico en todas las lenguas cercanas, tantas, que los “profesionales” se conforman con coincidir en que fueron los franceses quienes la pusieron nombre, “carabine”, ya que tal nombre aparece hacia 1611 citada por un cronista bordelés.
Y ahí se acaba la historia oficial.
Pero no solo ha sido la guerra el objeto al que han mirado artesanos y militares para diseñar armas, sino que la caza ha puesto -también- muchas ideas al servicio de ese diseño.
Quien haya practicado caza menor con escopeta, sabe la importancia de los “choques” de cada cañón, esas conicidades imperceptibles que llevan las ánimas y que hacen que la huella de un disparo sea óptima a una u otra distancia, pudiendo el cazador elegir si tira a algo cercano (cañón derecho) o le deja alejarse para asegurar un tiro concentrado a mayor distancia (cañón izquierdo).
Ese mismo criterio se hizo general en la caza mayor de ciervos en Europa o de elefantes y otros animales peligrosos en África.
Opino que la caza aportó a la guerra la idea de soldar a fuego dos cañones yuxtapuestos o superpuestos, de manera que una misma arma sirviera tanto para la disuasión como para el asalto mediante la elección de munición y cañón.
Luego la dinámica de una mejora continua de las características de tal arma, como la posibilidad de “tiro de repetición” o semi-automático junto a la evolución de las formas de guerrear, llevó a variantes que se quedaron con la ligereza de los cañones cortos, olvidándose de lo esencial de esas armas, los dos cañones, para pasar a modelos de un solo cañón.
Quizás el gran cambio se dio con los Winchester americanos, que, ligeros como escopetas, eran ideales para ser usados desde la montura de un caballo como se han visto idealizados en películas de indios y vaqueros, armas que los entendidos calificaban de “carabinas” y así se popularizaron para usos no guerreros.
¿Y el nombre?…
Es posible que su nombre original fuera “kalá biena”, como la llamarían los artesanos placentinos o eibarreses, es decir, la de dos mandrilados o perforaciones; la de dos cañones, ya que “kalá” es la acción de penetrar, de profundizar, “en, ena” es un sufijo genitivo y “bi” es la paridad.
El tiempo y las circunstancias hacen que lo esencial se olvide, triunfando lo accesorio.