Papel escrito dirigido a alguien.
Esta sigue siendo su acepción principal aunque en estos tiempos en que los mensajes por teléfono copan la comunicación escrita, las cartas tradicionales sean desconocidas por los jóvenes, que tapoco juegan con naipes físicos (la otra carta), ni cuando navegan lo hacen guiándose en aquéllas cartas naúticas sobadas y llenas de trazos, sino en aplicaciones informáticas tipo “navigator”.
Pero esto no debe hacernos creer que somos más poseedores de la verdad, porque también nuestra generación y las anteriores tienen sus fallos, porque todos nosotros vemos en la carta un pliego de papel escrito que nos llega en un sobre y no se nos ocurre que nuestros antepasados iberos, usaban láminas de plomo grabadas con un punzón para enviar noticias a amigos, parientes, clientes o tribus amigas, es decir, no escribían en papel sino en plomo, cera u otros soportes.
Con esa misma carencia a cuestas, los sabios oficiales nos aseguran que la “carta” de escribir, viene del “khartes” griego, nombre que dicen usaban para las láminas de papiro y que los latinos tomaron como “charta” para llamar al papel (¿qué papel si aún no lo conocían?) que no a la carta que escribe alguien para otra persona, que es “epistolae” ó “litterae”.
Lo cierto es todo apunta que el papel fabricado con fibras vegetales es un invento chino que trajeron a España los musulmanes en el siglo XI, es decir, era desconocido durante el imperio romano.
Para salir de este apuro, otros sabios (parciales), aseguraron ya en tiempos de Covarrubias, que Dioscórides daba fe de que a la planta egipcia de la que se producía, se le llamaba “Papyrus” y que “de ahí viene el papel”.
Otros pensamos que siempre se ha sabido distinguir entre papiro y papel y que el nombre de este último tiene su propia etimología originada en papeles biológicos como los de los nidos de insectos tales que avispas, que no son de cera, sino de una pasta de fibras masticada y endurecida al aire, un verdadero papel.
En cuanto a la carta, que usan catalanes, castellanos, corsos, gallegos y portugueses, pero no italianos, franceses, rumanos ni ninguna de las lenguas germánicas, eslavas ni bálticas y que tampoco era usada en Latín, hay que recordar que lo importante en ella, no es que a partir del siglo XII se usara el papael como soporte de misivas, lo importante es que la carta llevaba un mensaje escrito.
Quienes buscan en lo literario una disculpa dirán que la carta, papel, es una metonimia que recurre a la lámina para indicar su función, pero quienes buscamos la coherencia en las lenguas, vemos que los tropos no funcionan para la vida normal, que el papel está bien para envolver, para encender, para limpierse o para escribir, pero la carta, sea sobre tablilla, plomo, pizarra o papel, describe perfectamente lo que el papel no hace.
¿Cómo llamaban los iberos a sus laminillas de plomo?.
Propablemente “karra ta”, donde “karra”, muy cerca del “garra” de gravar, indica la incisión, no el trazo con pluma o pincel y “ta” es el participio del verbo, esto es “lo grabado”.
De este sustrato Ibérico primo del Euskera viene esta “garrata”, “karta”.