Jon, lector de Eukele.com, la referencia militar está interesado en saber si el nombre de este pueblito de apenas cuarenta casas situado al extremo noroeste de la provincia de Burgos, donde las estribaciones de la cordillera Cantábrica muestran con más contundencia las heridas de la superficie de la tierra en pasadas épocas geológicas sugiere algún significado desde el Euskera y la primera impresión es que sí.
Si, al menos para los que nos negamos a asumir los modelos simplones de la cultura oficial, que dicen que “castro” y todas las voces parecidas proceden del Latín “castra-castrorum”, es decir, un campamento o una fortaleza militar. Esta explicación se encuentra en las culturas cercanas (italiana, francesa, inglesa…), homogeneizadas durante la Ilustración y que copiándose unas a otras se han consolado dando por sentado que “venimos del Latín” y han dificultado, sino impedido una investigación que hurgue en la Prehistoria, es decir, más allá de los primeros documentos en que haya figurado “castrum”.
Porque la investigación también es posible en ausencia de epigrafías que nos cuenten episodios pasados, ya que idiomas antiguos como el Euskera, guardan en sus complejas voces, raíces olvidadas que muchas veces son clave para descifrar mensajes de otro tipo como los nombres de lugar.
El hecho es que en el propio Latín, aparte de la referencia militar “castrensis”, no hay una familia de voces que pudiera constatar que algo tan importante para ese imperio, como el dominio por las armas, ya que el propio “castellum”, del que otros dicen que deriva el “castrum”, deriva en realidad del vasco-ibérico “kas til”, construcción alta, voz que antes de destinarse a casetas o garitas de vigilancia del ganado, se asignaba a los bordes agrestes de los oteros, desde los que se divisaban valles enteros.
Así se explica que en España, haya del orden de 3.700 lugares que llevan el lexema “kastr” y otros 3.700 que llevan “castil”, casi todos los cuales están en lugares altos y con dominio visual y solo en una pequeña parte de ellos se constata que haya habido construcciones sólidas, primer argumento que señala que su origen es muy antiguo por ser persistentes en la toponimia y por ocupar con la misma frecuencia zonas “económicamente interesantes”, que otras remotas en las que a nadie se le ocurriría montar granjas ni campamentos militares, lo que indica que eran de interés para el pastoreo.
El modelo de historiografía que se sigue, ha creado una “Cultura de los Castros” que centran en Galicia y llega hasta Asturias y que se basa alguna cita de los invasores godos que se aplica en lo que llaman poblados fortificados de los que no explican su forma de vida, pero dan a entender que eran agricultores, pero tales supuestas fortificaciones, no son más que la consolidación progresiva durante milenios, de oteros moderadamente elevados con espacio en la cima, en los que se recogía el ganado local o el trashumante para determinados controles o en situaciones climatológicas o de otros tipos en el largo proceso en que las poblaciones se acomodaban a la transición del nomadismo a la agricultura, pasando por apoyarse en el ganado como subsistencia prioritaria.
Estas construcciones se dan por miles, casi por decenas de miles y no se limitan a Galicia y Asturias, estando siempre cercanas a vías pecuarias y aunque su densidad depende mucho de la fisiografía, de la abundancia de esos montecitos que es mayor en esas regiones, llegan a Lugares muy occidentales como el monte Socastro al borde del río Iregua, en La Rioja, Saldecastro en Artzentales, Bizkaia o el Cerro Malacastro en plena Sierra de Loarre en el pre pirineo de Huesca o el Castell de Castro en medio de la Sierra Espada, en un lugar inaccesible y agreste, alejado de cualquier población en Castellón.
Y también a otros muy meridionales, como el Llano de Castro, al pie de la Sierra Alhamilla, cerca de Almería o el Cerro de Castro en Linares
En muchos de ellos, se dan circunstancias que aclaran la coincidencia de castros y castillos, como en el citado riojano de Socastro, que también llaman Cerro del Castillo de Viguera, porque siendo un farallón natural, su silueta es tal que la de un castillo almenado como se aprecia en la orto fotografía siguiente.
La gran abundancia en Toponimia de variantes de “castro”, también con las demás vocales, que si bien no llegan a los 2.900 casos con “o”, suman casi 400 con “castri”, 321 con “castre”, 52 con “castra” y hasta 44 con “castru”, apuntan también a que la fonología es propia porque estas formas no existen en los registros celtas góticos ni indo europeos.
La raíz arcaica “kas” del Euskera, está relacionada con una morfología esbelta y ortogonal (de ahí la “caxa”, caja, y no de “capsa”, cáscara en Latín), que parece artificial, por ejemplo la que muestran las dolomías, que tiene aspecto de construcción, de edificio. Por otra parte, “tro”, indica dislocación y es la precursora del trozo, esa palabra tan castiza que los académicos no saben de donde procede…
En el caso de Castrecias, la parte inicial “kast”, está identificada absolutamente con el Cotejón, otero típico que se ve en la foto de portada, adecuado como para ser uno más de los miles de castros que no llevan ese nombre, al pie del cual se comenzó a edificar el pueblo, pero es necesario apurar la escala y acercarse a la cima de este otero cuyas tres hectáreas de suelo plano circundado por acantilados por todas partes menos por una en que hay un acceso cómodo y fácil de controlar, hasta el punto que parece un gran redil natural inmejorable.
La flecha azul indica la dirección en que se ha tomado la foto siguiente y la línea de trazos, el acceso de los animales desde la Fuente Fresca al lugar seguro del que ninguno puede escapar ni ser atacado.
Esto es un recinto, lo que en Euskera se dice “esi a”, así que “kastr esi a”, “el recinto del otero”, se refiere sin lugar a dudas a ese morro agreste con la cima plana, cuando nuestros antepasados vivían del ganado y ponían nombres a los lugares con gran precisión.
El pueblo tomó el nombre del otero a cuyo pie se edificó y el otero perdió el suyo, llamándose de forma genérica, “Cotejón”.
INTERESANTE REFLEXIÓN…