A lo largo de años de análisis de las etimologías de palabras corrientes, es “castro” la que -oficialmente- menos dudas ofrece y la única que he encontrado con ligeras variaciones (castro, kastro, kastraa, kastras…) en todas las lenguas europeas e incluso en varias de las védicas.
La explicación, la misma en todas las culturas, asegurando ser procedente de los “castrum, castra” latinos, campamento militar de las avanzadillas del ejército romano.
Es cómodo quedarse con la copla y repetirla, porque la aparente obviedad evita incluso el que haya que explicar que la contundente capacidad de organización militar romana, llevó en pocos siglos su forma de hacer a todo el mundo mediterráneo y – a ratos- pasando allende el Danubio y con ella, su artificio imposible de replicar por otros, la castra o campamento montado en pocos días y que podía permanecer en un lugar durante siglos, quedando la voz en todas partes.
Los “castra” solían tener una empalizada que a veces se iba transformando en muro que junto a las picas clavadas en el exterior hacía de primer barrera para un posible ataque, pero la verdadera barrera que protegía a los oficiales y al tesoro que se guardaba en el sótano del Cuartel General o “Principia”, eran los barracones de los legionarios que formaban un cerco formidable, por esto, no hay que pensar en los castros como unas fortificaciones impresionantes de gruesos muros y altas murallas y torres defensivas, sino como centros neurálgicos de poder de ataque o represión en los que los raros casos de ataques del exterior, se resolvían con holgura, “intramuros”.
Por otra parte, la escasez de voces latinas que podrían apoyar la latinidad del castro es categórica, limitándose a la castidad “castus” y a la “castanea”, que tienen poco que ver con los campamentos, circunstancia que brinda a los investigadores un motivo para buscar otras posibles fuentes.
Es justo empezar por los castillos, construcciones tildadas por los sabios parciales como “copias” de los castros en lo físico y en la denominación que aseguran procede de “castellum”, variante y diminutivo de “castrum”.
Y empezar por la Toponimia nos puede servir de aperitivo para desarrollar otras explicaciones posteriores; por ejemplo, saber que en España hay casi 4.000 lugares que llevan la seña familiar de los castillos, de los cuales, unos 1.400 se corresponden con castillos o ruinas de ellos, pero la mayor parte no tienen nada que ver con edificios militares, como Alto Castillo, Alto de los Castillones, Barranco de Castilla, Cabeza del Castillo, Dehesa de Castilserás, El Castillar, Fuente Castillo, Garró del Castillo, Hoya Castillo, La Hoz de Castillo, Maricastillo, Navacastillo, Orbaneja del Castillo, Peña Castil, Quinto Castillejos, Rotaloscastillos, Sierra Castillo, Teso del Castillo, Val de Santacastilla, etc. etc.
Me suele gustar traer a colación, el pueblito burgalés de Orbaneja del Castillo, donde jamás hubo castillo y la apelación se debe a las rocas calizas que coronan el borde del páramo, en las que ya solo queda un hueco, pero antaño debió de haber varios entre las columnas que aún quedan, siendo su nombre original “kat sillu”, es decir, “secuencia de huecos”, que los siglos han mutado “ligeramente” a “castillu” y “castillo”.
Después de la toponimia es saludable rebuscar en el Euskera antiguo y en la significación de raíces como “kax” y “oro”.
“Kax”, que actualmente puede confundirse con “kas”, entidad y con “kaz”, capacidad, cabida, tiene que ver con la verticalidad, especialmente cuando esta se ha conseguido mediante la acción humana, por ejemplo en muros y paredes, pero posiblemente antes con motas de tierra, de adobe o de tapial. La preocupación por una sonoridad amigable y fácil, hace que consonantes dentales como “t” y “d”, se introduzcan tras otras como la “s” y “x”, así, de “kax oro”, que indica construcción completa o cerrada, con esta adición se creó “kastro”, del que algunos investigadores denuncian haber rastros en el Osco, siendo, por tanto anterior al Latín.
No es extraño, porque todas las lenguas mediterráneas eran de origen Eúskaro.
Tampoco el castillo que casi siempre implica obras ciclópeas y no es –para nada- una versión pequeña de los castrum, se origina en el repetido castelum, sino en la combinación de “kax”, obra o paramento vertical y “til”, raíz que se usa para referirse a algo esbelto, condicione ambas que si cumplen gran parte de los topónimos que abundan en bordes de páramos y de roquedos cortados y la totalidad de los castillos guerreros.