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Celta y Celtíbero en la Red

Desde que la “Wikipedia” (WP) llega en un instante al lugar más remoto del mundo para darte la clave en cualquier discusión, las enciclopedias clásicas, los libros sobre historia y las revistas especializadas solo son recurridas cuando se trata de buscar referencia de lo que se decía hace veinte, cien, trescientos o dos mil años.
Yo suelo abrir la WP entre diez y veinte veces al día para resolver pequeñas dudas y creo que esta es la tónica y una tendencia creciente entre quienes no nos fiamos completamente de nuestra memoria.
Ayer eché mano de la página “List of Spanish words of Celtic Origin” por no andar buscando las atribuciones de “préstamo lingüístico” en otras páginas dedicadas a etimología, que para Francés, Inglés, Italiano y Alemán, suelen estar bien surtidas, pero que el rastreo consume mucho tiempo y el escándalo resultó tan descarado que decidí inmediatamente cambiar mi objetivo y “discutir” una por una los cientos de voces que los autores que las aportan venden como celtas o celtíberas y censurar los filtros de WP, que las dejan salir a la luz con solo comprobar que estén en alguna otra cita bibliográfica.
No menor censura merece la Academia de la Lengua Vasca (Euskaltzaindía), cuyos miembros pasan el tiempo discutiendo si es o no políticamente conveniente quitarle la terminación “ana” a Sopelana, en tanto que la WP y otros muchos foros deciden sin contar con el Euskera aspectos importantísimos de la evolución prehistórica de las lenguas, contribuyendo a ocultar la verdad y a retrasar indolentemente la aclaración de procesos para los que nuestra lengua tiene una de las claves.
La sombra celta en España era desconocida hace tres siglos, cuando Esteban Covarrubias hablaba de “los Celtíberos” que eran los mencionados en las crónicas de la guerra de Numancia y en otros capítulos romanos o anteriores, pero lo celta se puso de moda por los anticuarios en los países germánicos a partir del siglo XVIII, basándose en las valiosísimas piezas de oro y hierro encontradas en enterramientos desde Turquía, Austria e Italia hasta Galicia, pasando por Francia, Alemania y Bélgica, España, Polonia Rumanía y Gran Bretaña.

Durante el Romanticismo aumentó la tendencia de asignación como celta a los productos arqueológicos de mayor calidad y con la llegada de ideologías Nacional Socialistas, se multiplicaron las pistas que apuntaban a pueblos arios procedentes de las llanuras iraníes y del Este del Indo en general, que llegaban a Europa “con el hierro” y se difuminó todo lo demás; docenas de departamentos de universidades comenzaron a reconstruir lo que “tuvo que ser” el idioma que traían aquéllos seres superiores y en cosa de tres cuartos de siglo ya se disponía de un engendro llamado “PIE” en el que todo, absolutamente todo es inventado 1) , pero que se introduce en estudios e investigaciones como una prótesis de titanio lo hace en su acetábulo y todo el mundo lo trata con respeto, menos los que sabemos que una simple radiografía retrata al intruso de manera contundente.
Aquí en este mundo de lenguas y academias, hay un único idioma que puede actuar ante el PIE como un “Tubo Roentgen”; este es el Euskera, idioma todavía hablado, que aparte de varios dialectos dispone de una versión “administrativa” (útil para rellenar estadillos) y que es estudiado profundamente por cerca de un ciento de aficionados que hurgan en sus raíces, desinencias y particularidades y son capaces de desarrollar una Etimología analítica que muestra que la mayor parte de las etimologías academicistas que recurren a ese PIE, al Latín, Griego, Godo y Árabe, se apoyan en trampas, saltos o enajenación de procesos que el Euskera resuelve con una sencillez conceptual deliberadamente desconocida para esos trileros de la cultura.
La lista de esa página da un aperitivo de unas sesenta palabras de las que cuatro quintas partes son netas eusquéricas y las restantes precisan mayor estudio, pero posiblemente también lo sean.
Muchas de ellas ya están recogidas y explicadas en mi “Diccionario Etimológico Crítico del Castellano” en 20 tomos temáticos, sumando alrededor de 2.200 voces primitivas, pero algunas de ellas, merecen recitarlas aquí.
En este ensayo se analizan las cuatro relacionadas con el transporte: Acarrear, carro, carril y cargar.
Acarrear es un verbo basado en el carro, voz que en todas partes se explica que nos llega del Latín “carrus”, pero que los romanos tomaron de los galos “carros” y que los atentos “Agentes PIE” nos aclaran que previamente hubo una voz “PIE” que era “*kers” y que significaba “correr”.
Cualquiera puede entender que el carro, especialmente los primeros carros tártaros pesados y sin caminos se relacionaran con transportar, cargar, tirar…, pero, ¿con correr…?.
Los carros no corrieron más que los hombres hasta que se dedicaron a la guerra, tuvieron ejes de acero, fueron tirados por caballos y sobre pistas lisas y compactadas, miles de años después de que se les pusiera el nombre “karr u”.
Un nombre con coherencia.
En Euskera al transporte se le llama “garraio”, compuesto por “garra” que transmite la idea de muesca, rasgado, cicatriz irregular que queda en el suelo tras arrastrar algo pesado, como se hizo durante milenios para acopiar materiales.

Aún hace sesenta años se usaba en muchos caseríos una especie de trineo de madera tirado por bueyes, vacas o burros, podía bajar desde los montes o prados altos, enormes cargas de hierba o madera y solo hacía otros cincuenta, que “narras, larras 2) o narrias” (arrastraderas), repartían por las calles adoquinadas de las villas, cargas pesadas como ladrillos, cal, tablones o tejas.
Esta forma de transporte de corta distancia ha sido mucho más conocida y practicada que la de carros con ruedas y llantas, con puentes y caminos conservados y es lógico que haya recibido nombre antes que la otra, la que los aplicados “PIE” se imaginan que traían los celtas de yelmos de oro.
“Garra” son las marcas someras que dejaban los troncos, losas y narras y “garr u”, “karru” huella grande comparada con las que dejaban aquéllos, es la que dejaban las ruedas con su peso concentrado y bautizó al carro, siendo uno de sus nombres en Euskera, nombre con un significado claro relacionado con la incidencia que su tránsito proyectaba en el medio.

Carro queda explicado como “karru” y en este contexto es interesante el verbo “cargar”.
Se acaba de explicar que “karr” es la raíz de arrastrar, algo aplicado habitualmente a productos resistentes o de poco valor: Ramas, leña, piedras, troncos… pero imaginémonos un animal abatido, una pieza de caza que un cazador arrastrara durante una legua… La piel deteriorada, la carne magullada y sucia… “Ga” es un sufijo que indica ausencia, negación de lo planteado, así que “karr ga” significa “no arrastrado”.
No arrastrado es precisamente lo que hace un cazador con la pieza, echarla sobre los hombros o una ama de casa con un tronco para el fuego que lo sube a su cabeza y lo traslada con elegancia. Cargar es esencialmente, no arrastrar. Con el avance, hemos cargado en un semoviente, en un carro o carretilla, en una camioneta o en un avión, pero el origen es claro; no viene de un “Latín Vulgar” que no existió, “carricare” ni ese del celta-galo “karros”, sino de “karr ga”.

Otrosí sucede con el carril; “ild” es en Euskera es un surco decididamente rectilíneo, una brecha que se abre para sembrar, plantar o drenar un suelo.
También puede ser una trinchera o una zanja de construcción, siempre que la longitud sea muy superior a su anchura y profundidad, así que no es difícil deducir que “karr ild” eran las marcas larguísimas de las ruedas de los carros en el barro, en la tierra e incluso esas trochas que aparecen profundas y paralelas en la roca superficial de varios lugares mediterráneos, gravadas a base de pasos y pasos de carros sobre ellas y su nombre no está relacionado con un supuesto sufijo “il” que signifique “posibilidad”, sino de los largos surcos que con el tiempo llegaban a hacer de guías de los propios carros y así se diseñaron los carriles de los tranvías.

De la siguiente lista de voces, se irán poniendo en negrita las que tengan explicación distinta a la que figura en la página “Listo of Spanish words of Celtic origin”
Lista de voces: Acarrear, álamo, alondra, añicos, arapende, banzo, baranda, beleño, belga, berrendo, berro, berrueco, berzo, bezo, brezo, bruja, brusco, bustar, camba, cargar, carril, carro, centollo, colmena, combo, correa, corro, cresa, duerna, engirar, galga, gancho, garra, garza, gavilla, greña, gubia, güero, legua, lía, mañero, mina, páramo, pinzón, quejigo, rodaballo, sábalo, saya, sel, serna, soga, taladro, tarugo, tejón, terco, tollo, tona, tranca, truhan, varga, yazgo.

 

[1] Los que lo manejan se sienten cumplidos con poner un asterisco ante las voces inventadas.

[2] “narr-larr” es la raíz del verbo arrastrar.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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