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Cemento

Aunque con este nombre se suele referir a los cementos de matriz caliza de tipo “Portland”, cemento es en general cualquier producto que favorece el endurecimiento de masas inertes.

En los ambientes “hipercultos” no suele haber duda al asignar el cemento al verbo y acción latinos “caedere”, que tiene que ver con la muerte y las matanzas, con los destrozos y desgarros y que los agentes latineros destacados relacionan con el corte o la talla (de piedra) y con su tiempo verbal modificado “caedimentum” que con el tiempo iría modificándose a “caementum”, “cementum” y cemento, para olvidarse de la sangre y dedicarse a la piedra.

Los afanosos indoeuropeistas no han perdido el tiempo y se han inventado la forma “kad-id” que han bautizado como “cortar”, para soldar el aro y dejar las cosas “atadas y bien atadas”, como gustaba decir a un recordado dictador.

Pero un análisis detallado, muestra que en la mayor parte de lenguas cercanas hay una duplicidad “e-i” y al cemento se le llame como gusta al Latín, con “e”, desde “sement, cement, zement…” en las germánicas a “cementa” en las bálticas ó “cemient” en alguna de las eslavas y –como era de esperar- en el Esperanto (cemento), pero con la denuncia de una persistente “i” que se hace notar tanto en las eslavas, “çimento, tsiment…”, como en las védicas, “simenta, seement, simita…”, en el Griego, “tsimentos” y en el Maltés “siment”, además de en la mayor parte de las latinas, que –excepción hecha del Italiano, “cemento”-, prefieren la citada “i”: “Ciment, cimentu, cimento…”.

Esta persistencia obliga a recurrir al Euskera y a uno de sus verbos y adjetivos radicales, “zim”, con el que se designa a todo tipo de deshidratación, raíz que seguida de “endá-endú”, hace que lo anterior sea afectado de la consecuencia, del proceso terminal, de manera que “zim endú”, es el producto que queda en un elemento o preparado, cuando el agua desaparece.

Sería demasiado que nuestros antepasados supieran que en la mezcla de productos calcáreos calcinados y mezclados con gravas y agua, lo que se producían eran complejísimas reacciones como la del “trisulfoaluminato tricálcico” que pasaba a carbonato, haciendo de potente aglutinador de la matriz pétrea…

Ellos creían que todo era consecuencia de la pérdida del agua intersticial… por eso le llamaban “zim endú” y por eso persiste la “i” con fuerza.

No es cierto que el cemento se origine en cortes ni en tallas, sino en una reacción que “devora el agua” hasta el punto que los ingenieros civiles sabemos que para que el cemento fragüe bien hacen falta 28 días y hay que regarlo.

No disponemos de documentos, pero es probable que también se llamara cemento a la masa de arcilla, paja y ripio con que se hacía el tapial y que una vez seca y preservada de más agua, era tan eficaz como el propio hormigón.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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