Pie de una viña que se mantiene deliberadamente bajo para facilitar la vendimia.
Estamos en un país de cepas. Quien haga un recorrido por La Mancha meridional en Octubre, vera mares de cepas y montañas de sarmientos acumulados aquí y allá.
La vid es una planta trepadora por antonomasia y si se la deja crecer libremente, puede escalar en dos o tres años hasta la copa de un pino; no en balde he comprobado que en mayo, los sarmientos llegan a crecer cinco centímetros al día. Por eso, en las tierras vinícolas (casi siempre suelos pedregosos y pobres) se podan las vides muy cortas, resultando como producto las cepas centenarias cuya parte aérea es mínima, pero cuyas raíces pueden penetrar diez metros en el subsuelo, garantizando la pervivencia de la planta.
La cepa tiene su opuesto (relativo) en la parra, modalidad frecuente en tierras húmedas, frescas, en la cual se permite la fructificación de los racimos a cierta altura. Es decir, la viña se presta a la manipulación de sus brotes y la experiencia acumulada en milenios ha hecho posible que no falten jamás pasas, mostos ni vino.
Pero cuando se busca la etimología de tal modalidad de cultivo, sorprende el descaro con que la oficialidad asegura que un nombre tan sonoro y contundente proceda del “cippus” latino, la estaca de madera puntiaguda que los legionarios disponían por cientos en la periferia de sus campamentos o el monolito con que algunos poderosos señalaban en el imperio la tumba de algún pariente o amigo.
Cuesta ver la relación funcional entre la estaca y la cepa y extraña que llamándose la cepa en Latín “vinea eorum” ó “vitis – vitis”, los torpes catalanes y castellanos no hayan tomado tan lindos nombres (más cercanos a los elegidos por otras lenguas “latinas”) y se hayan ido a la guerra o a los cementerios a buscar uno más apropiado.
Y es que la explicación oficial no es afortunada porque los intérpretes del Imperio nunca han tenido esa preocupación convencidos de la superioridad del Latín y del acecho de los provincianos para hacerse con voces del imperio, voces que ellos fácilmente desenmascaran…
No es afortunada ni certera, porque “zee pa” es ni más ni menos que la explicación del tipo de poda aplicada al pie de la viña desde sus primeros brotes; “zee” es la expresión de algo corto, algo apurado a su origen, algo así como el “corte de pelo al cero” y “pa”, variedad y alternancia de “ba”, indica una posición muy baja, cercana al suelo.
“Zee pa” es la forma en que se podan cada año los sarmientos tras haber fructificado y quedar lignificados y “ceporro” es el insulto que se hace a aquéllas personas que son cortas, que no captan nada de lo extraño a ellas.
Este “zee, see”, es precursor del “secui sectum” latino; es decir, en todo caso, sería el mundo al revés.
Hola Javier!
Me sigues impresionando!
Acabo de leer el articulo sobre la ‘cepa’. Cómo verías la procedencia de ‘parra’, que sería la versión vertical del ‘corte’???
Un abrazo!
PM.
Parrá es extender, desparramar. No es tanto la verticalidad, como la ocupación de espacio solar.
Javier
Buenisimo Javier,
Me ha venido a la cabeza de donde proviene zebra , que veo que es un animal que q vivió en la península ibèrica.
Alguna interpretacion?
Gracias por el trabajo
Sí, en la península se sabe que vivió en época histórica un équido llamado «zebro». Pero mucho antes, al principio del cuaternario, pudo haber verdaderas cebras.
Está en el tomo de biología, «barrá, brá» son las barras fluviales, los ripple marks y otros fenómenos depositivos secuenciales; creo que en el caso de las cebras, se refiere a las marcas de la piel. Ojo, que a los asnos aún les queda «la cruz» o barra central residual.
Javier