Covarrubias en su Tesoro de la Lengua, libro que se documenta a finales del siglo XVI para editarse a comienzos del XVII, no cita la batata, la patata, el boniato o moniato, ni la chalota, sin embargo, Terreros, en 1788, ya menciona la batata o batata, “de que se hacen excelentes dulces” y también hace una breve mención al moniato, que -dice- “llaman en algunas partes de América a las raíces de que hacen el Cazabe ” , pero sigue sin aparecer la chalota como tal, aunque ya sí figura su equivalente actual, “escalóna”, como cierta especie de cebolla, nombre que no aparecía en el primer libro citado.
Es curioso cómo en el Renacimiento que tanto alabamos, los personajes cultos, poderosos y ricos, ya podían perpetuar sus elucubraciones en textos impresos en número de cientos e influir de modo sorprendente en artes del futuro[1], ya podían llegar a otras regiones, países y continentes, para quedarse en la bibliografía y crear rutas, casi siempre erróneas, de las que aún hoy en día cuesta sacudirse.
Viene esto a colación, porque Covarrubias, -que citaba en su Tesoro, nombres de poblaciones importantes- menciona la población toledana de Escalona del Alberche y sin encomendarse a Dios ni al Diablo, concluye que es una población hermana del pueblo palestino de Ascalon y que el nombre fue impuesto por los judíos que vinieron a España.
Puede que los asesores de Sebastián no conocieran la otra Escalona que hay en Huesca, al borde del Cinca con un otero igual de inexpugnable que el toledano, la Escalona del Prado en Segovia, Escalonilla, cerca de Torrijos ni la Sierra de Escalona en Murcia y hasta un ciento de derivados y aparentes diminutivos que comprenden valles, picos, peñas, fuentes y cortijos y tampoco supieran que no hay un solo “Ascalon” en esta geografía, nombre que pudiera haber planteado alguna posibilidad de que los judíos de la diáspora trajeran el recuerdo del palestino y hubiera quedado aquí fosilizado.
Todo apunta a que “esc” sea un lexema abundante en España con significación de “costra o dureza superficial” al comienzo de los topónimos (está en más de 1.000 lugares), como lo está “cal” (en más de 20.000) que suele indicar profundidad, hondura y la desinencia “ona” ( en otros 5.000) para definir tales lugares como apropiados, buenos, distinguidos… Lexemas que coincidentes en Escalona, bien pudieran hacer mención al áspero y escarpado otero en el que se asienta la ciudad, que cedió su nombre a la población.
En este artículo, aparte de advertir de la necesidad de ser críticos con las referencias escritas y mil veces copiadas y repetidas sin un análisis mínimo, se critica la ligereza de aquéllos sabios de la época que nos han hecho creer que era de luces, cuando lo único que la distingue, es que ya se podían imprimir libros y que la mayor parte de los eruditos estaban ansiosos por completar la historia de un mundo que creían que tenía 4.400 años.
La cuestión es que hoy en día, aún habiendo una información abundantísima, la mayor parte de los humanistas siguen con ese “tic” renacentista y queriendo que sean dioses y personajes singulares, más que la sabiduría popular condensada, los que han puesto nombre a los lugares.
Volviendo a las voces a analizar, de su presencia o no en los sucesivos diccionarios, se deduce que es en estos últimos tres siglos cuando se ha extendido el hábito culinario para patatas, batatas, boniatos o moniatos y chalotas o escalonias que antes carecían de este atractivo y de la difusión actual. En los foros de Internet hay discusiones interminables que los ponentes eternizan porque quieren resolverlas con una información parcial que favorezca a sus ideas previas; así, casi ninguno recurre al Euskera, lengua que al principio de la edad Moderna hablaban muchos tripulantes de los barcos mercantes y de la armada.
En general se suele atribuir sin prueba alguna el nombre de “batata” al desaparecido Taíno, aunque lo más probable es que estos isleños la llamaran “camohtli” (camote), igual que los mejicanos continentales y que este nombre y el de la “patata”, usado solo por los españoles, fueran nombres asignados por los conquistadores desde momentos muy tempranos, que se hicieron “virales” en aquellos tiempos y que los académicos alejados de la realidad temporal, no acertaron a recoger a tiempo.
Ambas plantas producen sus tubérculos sujetos a una red radicular espacial, muy diferente a las raíces alimenticias tradicionales europeas casi todas con crecimiento subterráneo axial más o menos engrosado (zanahorias, nabos, remolachas, chirivías, ajos y cebollas…), como se ve en la imagen.
Batatas y patatas, en cambio, han optado por hacer crecer sus tubérculos soportados en una estructura ramificada, que la terminación o desinencia “ata-ato”, en Euskera, ligazón, atadura con creciente solidez (normal, fuerte), siguiendo a la forma precursora “batá”, literalmente, a una, en referencia a donde se sujetan, explica cabalmente la sorpresa de los marinos al ver que estas plantas se extraían del suelo tirando del tallo y de sus raíces colgaban -como frutos- los bulbos.
Algo parecido sucede con el moniato del que solo hay una mención de un cronista español como “boniata” cuando se llevó a Haití, pero no se dice que fuera taíno, lengua prematuramente desaparecida y que probablemente se llamó “moniato” por los expedicionarios vascos, siguiendo el criterio de batatas y patatas, ya que “moni-muni” es el sinónimo de abundancia, copiosidad y “ato” vuelve a recordar a la forma en que aparecen enlazados.
En cuanto a la chalota o escalonia, lo que es evidente es que hay que ser muy imaginativo para pintar a los fenicios cargando sus barcos con tiernas cebolletas en la árida playa de Askalon hace casi tres mil años para cambiarlas en la fertilísima Tartesia por barras de oricalco…
Los judíos la llaman “madhim”, nombre muy alejado del lugar palestino al que los sabios de almanaque lo asignan y del que han hecho famoso los franceses (èchalotte), probablemente tomado del Euskera de las provincias vasco francesas y que se explica muy bien a partir de “salo”, delicia, glotonería y “ot” comida, alimento, oración que con el artículo final, queda en “salota”, el alimento delicioso.
Lo de la escalonia (nombre que también lleva otra planta), no está tan claro, aunque si se admitiera como “eskala oia”, se podría interpretar como “típica de tripadas”, apelativo que sería anterior a la agricultura, dando a entender que cuando los pastores se topaban con rodales silvestres de esta planta, se pegaban auténticas tripadas.
[1] Concretamente, la Historia y sus derivadas no científicas, lingüística, etimología, genealogías, heráldica…