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Chipiona

Hace tan solo unos días en unas jornadas sobre Lengua Ibérica un asistente con las órbitas de los ojos redondas como faros, me decía que el nombre de Chipiona se debía a Escipión[1] que al llegar de África dos siglos antes de nuestra era, quiso poner su nombre a aquella punta arenosa de la desembocadura del Guadalquivir (Betis).

Días después comprobaba en las páginas de descripción de la antigua villa, que los eruditos locales preferían que el nombre procediera de la historia posterior, un siglo más tarde, haciéndolo descender del cognomen de Quintus Servilius Caepus, “caepiona, chipiona”, así que no hay un consenso ni otra opinión que esquive esa manía humanista de querer que los lugares perpetúen a individuos, si bien no parece fácil buscar una explicación razonable para este nombre tan escaso  (al menos) con “ch” y “p”, aunque pudiera haber parientes con “g, j, s, x ó z” y alternando la “p” con “b”.

Tanta es la escasez, que apenas conozco un nombre muy parecido, Txipio, una marisma residual del río Butrón a medio kilómetro de mi caserío, en Bizkaia, donde la lucha ecologista evitó hace veinte años que una promotora lo dragara e hiciera un puerto deportivo, lugar que en antiguas crónicas figura como Chipios. Imagen siguiente.

Y -quizás casualidad-, otro recuerdo mínimo de nombre parecido, Chibiri, actualmente solo un pontón sobre lo que era un arroyo de ese nombre en la gran marisma del Asón, colmatada en gran parte en el último siglo para urbanizar Colindres “de Abajo” en Cantabria.

No lejos de Chipiona, donde el Guadalete se ensortijaba como no queriendo salir al mar, hay un arroyo subsidiario suyo y todo un entorno llamado Chipipi, que en algunas cartografías figura como Chipepe, pero que está tan alterado por labores auxiliares agrarias de milenios, que apenas se puede comprobar que la zona era pantanosa y quizás marismeña.

Fuera de eso y de la gracia de un lugar llamado Sanchipirón en el occidente de Cantabria y de que “txippi” al final de las palabras aglutinadas en Euskera significa algo cariñosamente pequeño, pero al principio suele estar relacionado con pozos ocasionales o artesianos, “txib”[2], también sifón, pero de difícil comprobación en un lugar tan alterado antropicamente como Chipiona, cuyo núcleo a finales del siglo XVIII era muy pequeño y su territorio, de más de 3.000 hectáreas era todo él de modelado cuaternario en el que la dinámica dunar sobre unas restingas rocosas bajas, creó toda una suerte de rasas litorales, playas, bajíos, dunas con sus lagunas y salidas de aguas al mar, lugar apropiado para pescar en los variados esteros o para mariscar, pero no consolidado para la agricultura intensiva (a principios del siglo XX se ve ocupada por viña y pinares, imagen de portada) hasta que el polietileno y las bombas eléctricas se han compinchado para cultivar flores y hortalizas que llegan a la misma raya en que se alzan los “resorts” y las colonias de veraneantes.

Solo en documentos de notarías y en la cartografía antigua quedan otros nombres como Regla, Laguna de Regla, Coto de La Ballena, Dehesa de Hidalgo, Piedra Salmedina, Punta del Perro, La Mosca, Palacete, La Vicaría…, ninguno de los cuales tiene una explicación coherente actualmente, pero cuyo estudio es sugerente de un entorno con variada intervención del agua, donde pudo haber algún pozo distinguido (“xib”) con alumbramientos múltiples (”i”) en los que hubiera agua permanente y de buena calidad “ona”.

Si lo hubo antes, ya en el XVII se había olvidado, así que Covarrubias cita el lugar sin referencia a otra cosa que la Torre de Escipión, ampliando que según Antonio el de Lebrija, se encuentra a 100 estadios de la desembocadura del Betis (lo cual es correcto).

Hay cierta lógica en que no hubiera poblaciones sin potentes murallas o defensas naturales en las cercanías de donde podían desembarcar los berberiscos que siguieron con asaltos ocasionales hasta después de Napoleón. En la imagen ideográfica de 1599, firmada por Samuel Chanplain, se aprecia el convento de Regla, un corral o estero y el Castillo de Chipiona, así como dunas y pinos, pero debió de ser un lugar de pastos estacionales de gran utilidad, lo que haría a toda la zona muy visitada y conocida.

En la siguiente imagen de finales de los años 60, se ve que en la Playa de Regla se había aplicado una defensa de costa mediante un muro y una escollera de bloques, rompiendo la continuidad de la misma tónica que luego se seguiría hacia levante.

[1] Hay al menos otros dos lugares que se han bautizado en época histórica como relacionados con Escipión, uno es un edificio tres siglos posterior, llamado Torre dels Escipions en Tarragona y otro un supuesto campamento de vigilancia sobre Numancia, que antes fue atalaya de pastores y cazadores.

[2] Aparece mucho como “chib, chiv, xib, cib, sib…” y sobre todo “jib” en numerosos Aljibe, variante de “har jib e”, pozo que recibe, cuyo origen no es Árabe aunque lo planteara Covarrubias y lo aireara Corominas.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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