Modalidad de pañuelo para el cuello, que a partir de comienzos del siglo XX tomó una forma peculiar unido a un tipo de camisa, forma que se hizo moda y se estandarízó entre los varones para ciertos momentos y actos.
Quizás no haya cuento en el mundo que haya cuajado de manera tan general y persistente como el que se encuentra en cualquier soporte para explicar que los franceses se quedaron anonadados de la belleza plástica de los pañuelos que llevaban al cuello unos mercenarios croatas que les apoyaban durante la “guerra de los 30 años”, de manera que al día siguiente el rey Luis XIV quiso una y luego todos querían imitarle.
Historias tan detalladas y precisas cautivan a algunos propensos a creer que el mundo se rige pos leyes predecibles, pero provocan tal comezón en los amigos de lo fractal, que nos ponemos a buscar indicios que aprueben o rechacen tal cuadriculación del pasado y los encuentramos; ¡claro que sí!.
La primera expresión masiva de soldados regulares ataviados con pañuelos se encuentra entre los diez mil infantes chinos de terracota coetáneos con la Roma Republicana, que se descubrieron hace treinta años en la tumba de Qin Shi Huang, pero también hay dibujos de legionarios romanos con pañuelo…
Lo difícil es conseguir muestras de mercenarios uniformados, porque estos grupos suelen estar guiados más por lo pintoresco y variado, por vestirse con “lo que pillan”, que por una estética ordenada. Quizás una de las pocas ocasiones en que los artistas se han dedicado a pintarlos, es cuando se ha tratado de los “panduros” de origen húngaro, pero que dieron lugar a varias soldadescas como la que se muestra en el siguiente dibujo, iluminación de otro antiguo.
Como se puede ver, prendas y abalorios se entremezclan con armas y equipos de guerra.
Llegado aquí, puede ser oportuno volver a recordar que los soldados, como los carreteros, agentes de postas o los propios ganaderos, recorrían grandes distancias a caballo y –con frecuencia- el pañuelo era una suerte de mascarilla que filtraba una parte del polvo de suelo y heces que se levantaba, por lo que pañuelos no han faltado durante los largos milenios en que nos hemos movido “a uña” e incluso perduraron entre los primeros motoristas…
El caso es que la historia “perfectamente cerrada” dice que se comenzó a usar el término “cravate” en Francia, tratando de reproducir la forma en que aquéllos militares llamaban a los pañuelos que les remitían a su tierra “Hrvatska” (Croacia), palabra que suena más o menos “jervaska”.
¿Ve alguien cercanía entre ambas voces?
Lo cierto es que la corbata se llama así, corbata, solo en Castellano y Catalán, siendo mucho más frecuente (Albanés, Bosnio, Croata, Francés, Griego, Italiano, Portugués, Rumano, Serbio, Sloveno, Turco, Ucraniano…) en la forma “cra…, kra…”, con acento agudo o llano, pero también existen más formas muy potentes, como las germánicas y védicas “tie, tai, taee…” y las muy personales del Gallego “empate” o del Corso “attacca” que traen a colación el lexema “ate, ata” que sobrevive como en las formas más abundantes y “huele” a las germánicas reivindicando el atado como función principal.
En Euskera, los nudos estructurales, los resistentes suelen tener nombre propio, pero genéricamente se les llama con la raíz “lot”. Los decorativos, los improvisados o los de aficionado, se suelen diferenciar con la designación “kor-kora”.
Por otra parte, “bat, batá” es la unión, la unificación de algo separado o abierto; así, “kor batá” sería el nombre de un nudo para cerrar otra prenda.
Está claro que la explicación no es tan bella y romántica como la de los mercenarios con corbatas de colores, pero ¡seguro que para algunos fractófilos es tan válida como la otra!.