“De una sencilla voz autóctona a la profunda relación semántica con conceptos puros a la profunda ignorancia de nuestra Academia de la Lengua”.
Hace ya casi dos generaciones que no se “talla” a los mozos y no se va a la mili, especialmente a La Marina, así que no es frecuente oír la voz “coy” a menos que se lea alguna novela del conocido escritor Arturo Pérez Reverte, sillón T de la Academia (pero no muy educado en lo que a mí respecta, porque no contestó a una carta de puño y letra en la que hace cuatro años le advertía del mal hacer de esa institución) y si se oye, lo más fácil es que el oyente se crea lo que dice el RAE:
1 Náutica.
Pedazo de lona que, colgado de sus cuatro puntas, sirve de cama al marinero o a cualquiera otra persona que no tiene camarote ni litera en la nave.3
Y si en cualquier crucigrama o en los concursos de “pasapalabra” se consultara la voz de tres letras a que corresponde esa descripción y se resolviera con “coy”, la respuesta sería premiada.
Hasta aquí, todo bien, pero hurguemos un poco.
Si el estudioso quiere saber más y busca el origen de la palabra, se dará de bruces con la “Internacional de la Ignorancia” representada por sus dos expresiones máximas, la nórdica y la latina.
Los que siguen la primera, suelen querer que todo lo relacionado con el mar sea holandés, así que esa corriente llega al RAE con esta explicación:
Etimología
Del holandés kooi («cama a bordo»).1
Así, resuelven de un plumazo que, aunque los neerlandeses la llamen “hangmat” (parecido al “hammock” británico), explican que procede del desaparecido Taíno (“hamaca”) donde los españoles descubrieron que los isleños dormían colgados de los árboles en unas redes llamadas así y trajeron su nombre a España y al mundo, “kooi” en cambio, es palabra holandesa que significa lo mismo…
Las dos corrientes quedan a salvo, sus valedores se ponen medallas y la mentira bella se hace un nuevo sitio en los archivos de la sabiduría.
Y es que hamaca se ha copiado y pegado tantas veces que ya nadie duda que sea invento caribeño, que las hamacas llegaron de América como los tomates y que su nombre más o menos alterado venga del Golfo que nos envía su “stream” para suavizar nuestros inviernos.
¿Y la imaginación?… ¿Cómo se imaginan los lectores que dormían los marinos de Colón o los Vikingos en los barcos?… ¿acurrucados entre barricas, apestados por vomitonas y mordidos por las ratas?… ¡No!, dormían y descansaban en coys (“go oi”) o hamacas (“ama ka”) que en un códice siglo y medio anterior a Colón (Salterio), aparecen primorosamente dibujadas a todo color.
No puedo creer que alguien con un coeficiente normal de inteligencia general y con una cultura media pudiera creerse que en la (contra todo lo que se diga) avanzada Edad Media se navegaba sin este artilugio.
Ahora, vayamos a la etimología.
Primero la poética, la de usar “en casa” y luego la científica.
“Ama ka”, sin hache, equivale en Euskera a “falsa madre”, a madre alternativa, regazo de piel sobada y tierna en el que durante milenios los lactantes eran dejados a ratos y durante la noche a descansar con toda COMODIDAD y seguridad, como en brazos de la propia madre.
Aún más seductora es la explicación para “koi”, que parte de dos conceptos, “go”, arriba, en lo alto y “oi”, una de las versiones de “oe, oge”, lecho, hueco, encame, voz que ha dado en el hoyo del Castellano, voz que esta lengua ha conservado de manera decidida mientras el Euskera la ha perdido y que los sabios de silla con letra no aciertan a explicar desde la “fóvea” latina ni desde un ansiado “fovere”, necios y orgullosos, por no querer “bajarse” al Euskera.
Así, “go oi” (y no el inexistente “kooi” holandés) es lo que ha dado en coy, “cama en lo alto”, como la foto de portada extraída del Museo australiano de Darwin, dedicado al mar.
Pero la mecha se extiende aún más allá; el concepto de sensación confortable (“consolatio” en Latín), en origen “commodus”, equivalente a poner algo al alcance de los demás, en crear una mercancía y se fuerza con asteriscos para que valga como satisfacción, comodidad, cuando esta expresión es una frase derivada de la que rezaba “koi moduz”, “como si estuviera en un coy”, el grado máximo de relax que en un tiempo se pudo imaginar.
Saludos, Arturo.