¡Cuidado!
Voz de atención respecto de un peligro potencial.
Cuidado, cuidar… interjección y verbo que en las referencias oficiales –sesudamente- nos explican que procede del compuesto latino, “cogitare”, pensar, reflexionar, creado a partir de la acción conjunta, “co” y un tiempo del verbo “agere” equivalente a promover.
Esa forma, tras los consabidos pasos o “tránsitos”, llegaría a que una voz de uso continuo cambiara notablemente.
En principio, muy liado, muy sospechoso de manipulación de gabinete, solo los gallegos y portugueses lo dicen parecido al castellano: “Coidado, cuidado”; las demás lenguas latinas incluido el Latín, muestran notables diferencias, muchas de ellas porque usan “cura” o derivados y otros germánicos optan por la variante “care”, mientras el Griego y las lenguas indias andan muy lejos y no se puede pensar en relación con ellas.
La raíz “ku” del Euskera, está relacionada con el ápice, con la punta, con el extremo afilado o puntiagudo de algo y el lexema “ide”, está relacionado con la percepción, con la detección o asunción de algo, de manera que “ku idé”, viene a ser una llamada de atención a la presencia de pinchos.
Es posible que entre las docenas de sistemas que los seres vivos usan para defenderse, los pinchos sean la forma física más recurrida; pinchos hay en los protozoos y pinchos son los cuernos de un uro.
Entre medio, ortigas, cactus, árgomas, zarzas, ciruelos, acacias, mosquitos, avispas…, son usuarios conocidos del pincho disuasorio, así que no es difícil imaginar que esa voz sería muy recurrida en tiempos pasados para advertir a los niños de que un entorno era peligroso.
Quizás poco conocidos para quienes no han aprendido a nadar en entornos rocosos, son los pinchos de los erizos de mar, verdadero tortura para los niños que jugaban en los pozos de las rocas, porque estos pinchos malévolos, se fracturaban dentro de la piel y las sesiones dolorosas de extracción de los mismos en las tardes de verano, eran la contrapartida a una mañana de disfrute.