La explicación oficial (y de la internacional lingüística) para la etimología de cúspide me pareció tan inconsistente, que he dedicado unos días a ver lo que se dice ce algunos de los sinónimos más corrientes en Castellano como alto, ápice, cacumen, cima, cono, culmen, cumbre, pico, somo, vértice…
La verdad es que casi ninguna lengua tiene tantas opciones ni tan peregrinas explicaciones. A mi parecer, la abundancia es debida a su proximidad con el Euskera en los últimos milenios y la inconsistencia de las pretendidas aclaraciones, a que no se va a la verdadera fuente sino que se pretenden explicar todas de los pozos del Latín y Griego.
En España hay casi siete mil lugares con un nombre complejo que incluye “alto”, “Alto de… Alto da…, del…, de la…, do…, la…”, unos mil con nombre único, como Altonavalla, Altorrea o Altozorras y otros cuatro mil que lo llevan al final o en medio, como Los Altones, Luco Alto, etc. pero un alto no es necesariamente un monte, hay altos en territorios de una planicie radical y los antiguos sabían detectar diferencias de cota de unos pocos metros y llamarlos así cinco milenios antes de que se juntaran las tribus de Roma para crear un imperio.
En la imagen, El Cuchillejo (Valladolid)
Como en esta imagen, muchos vértices geodésicos que los topógrafos colocan en lugares de “alta intervisibilidad”, tienen sus mojones en estos lugares y aunque la oficialidad nos diga que este adjetivo “altus-a-um” es latino y que viene de un tiempo verbal (“alitum”) del verbo “alere”, alimentar, hay que tener mucha fe en la lengua del Latzio para creerse que algo tan estratégico para los pueblos primitivos como la elevación podía descansar en un tropo de poetas como es la idea de que un niño bien alimentado diera nombre a la altura, cuando a este se le llama “puer longus” y en Latín militar y geográfico se usaba preferentemente “elevatus-um” o “excelsus locus”.
El alto, que se usa prácticamente en todas las lenguas latinas incluido el Rumano pero que no aparece en ninguna de las germánicas, de las indias ni en el Griego, es más probable que sea en todas ellas un préstamo del Euskera “altu-aldu”, elevado, poderoso, en referencia a la triple condición que tienen los lugares que dominan una amplia cuenca, esto es, observar con ventaja la presencia de oportunidades o peligros, la de recoger al ganado y confinarlo con facilidad y la de ser lugares preferentes para la defensa militar.
El ápice que principalmente se entiende como extremo superior o de crecimiento, se hace descender -igualmente- del “ápex apicis” latino, algo apuntado y de adorno que se pone en la cabeza como parte de una diadema o un yelmo, pero que algunos consideramos que está más relacionado con el Euskera “ape”, inicialmente tallo vegetal, tronco desmochado, acabó dando “ape o” cuando piezas de madera grandes se usaron como pilares o columnas, relacionado también con la raíz “ap”, asentado, fijo; una idea permanente de la humanidad, ahora hecha arte (Berlín).
El cacumen se asigna también al latín “cacumen cacuminis”, cumbre, pero los sabios dudan mucho porque les gustaría relacionarlo con la supuesta raíz indoeuropea “ak”, agudeza o con otra imaginaria, “keu”, según ellos, doblado, curvo, pero todo se queda en agua de borrajas, porque en Euskera está “kako” presente en cien aspectos, tanto como horca, elemento curvado, gancho, que como joroba o parte centrífuga del mismo elemento, raíz que con la desinencia “men”, veraz, auténtico, hace “kako men”, cumbre real, comprobada.
Para la cima se busca origen griego en “kyma”, ola marina, fenómeno efímero que se duda tenga línea semántica para relacionarlo con los consistentes picos montañosos por aquellos antiguos humanos mucho más prácticos que fantasiosos. “Zi” es la forma canónica de llamar a una punta, a un pincho en Euskera y “ma” es la idea de generación, de forma que “zi ma” es, simplemente lo que forma una punta, lo que la sustenta, no el punto mas alto necesariamente, sino su entorno.
Con respecto al “konos” griego que representaba a un elemento cónico macizo, se tiene una duda razonable porque se considera más lógica la explicación desde el Euskera, donde “kon” es el acto de plegar o doblar una superficie y “kon du” es la formación de un cucurucho con un trozo de piel o con una hoja de árbol para hacer una especie de embudo, acción antiquísima para el trasiego de agua, leche, sangre o incluso áridos finos o para recoger hierba o frutos que recibió el nombre de “kon u”.
Para el culmen, lo mismo, toda la bibliografía aquí y en los países cercanos en un acto de plagio que se repite irracionalmente en mil casos, se va al Latín “culmen culminis”, cúpula de un edificio, cima, como si hasta no desarrollarse la arquitectura no hubiera existido la idea…
Cuando el sentido común sugiere que debiera estar más relacionado con el colmo, que -también- cómicamente relacionan con “culmus”, pajita, cuando su significado es el de la parte superior de un montón de arena u otro árido que tras colarse por un orificio o a través de un tamiz, forma la típica “campana de Gauss”.
“Kol” raíz verbal de colar, pasar por un agujero, “kol ma” sustantivo, lo que ha pasado a través de agujeros y colmar, aportar algo en cantidad.
En cuanto a la cumbre que los artificiosos lingüistas se esfuerzan en traerla del mismo “culmen culminis” ya visto a través de un complicado proceso en que implican como agente necesario al inexistente “Latín tardío” que a través de un acusativo impropio, “culminem” (que dicen a veces sucedía aunque no lo hayan encontrado escrito), perdió la “m” final, luego perdió la “i” por efecto del acento esdrújulo, quedando en “culmne” y como este engendro era difícil de pronunciar, surgió la “cumbre”… ¡ no hay quien se lo trague, porque la verdadera historia es mucho más sencilla y directa!.
Hay que empezar diciendo que la ortografía que obliga a poner una “m” engaña respecto del verdadero origen de “cu un bre” que es un sustantivo muy preciso que indica que ese lugar es un entorno terminado en punta y además, de características no suaves, sino agrestes, “ku” raíz del apuntamiento, “un-une”, entorno, espacio “brae”, acantilada, agreste, fracturada. Como el monte Amboto, por ejemplo, cuyo nombre original “amp oso”, acantilado completo, integral, en toda la vuelta, ha dado en el actual Amboto sin grandes traumas y sin pedir auxilio a la mitología celta.
Otrosí sucede con el pico que tiene sucedáneos en casi todas las lenguas. Nuestros genios de las lenguas y la etimología salen con que “es una voz onomatopéyica del sonido de los pajaritos al picar, pic pic”!, cobran sus dietas y se van tan panchos.
A poco que indagaran en el Euskera de la calle, no en el invento administrativo que llamamos “Batúa”, sabrían que “pik” se aplica a conceptos relacionados con la verticalidad, desde una pared cortada hasta un barco que se va al fondo (“se va a pique” en Castellano) o una pelota que bota con un ángulo inesperado… De ahí al acto de picar leña “de arriba abajo”, a favor de la veta o de picar una roca o el suelo para ahondar o arrancar trozos hendiendo verticalmente, no hay ni medio paso y este es probablemente el origen de sustantivo, adjetivo y verbo y no de los pajaritos y su “pic pic”.
En cuanto al sustantivo “somo” con el que en algunas regiones españolas se sigue denominando a elevaciones del terreno moderadas, se hace derivar -sin duda alguna- del “summus-um” latino, lo más alto, igual que el “summit” inglés, aunque se debiera dar una opción al “so ma” del Euskera, evolucionado a “so mo” con el proceso de diferenciación genérica, voz compuesta de “so”, observar, ojear y “ma”, que facilita o genera la observación de un ámbito estratégico, que nada tiene que ver con el punto más elevado.
Tampoco el vértice supone dudas para los sabios que lo mismo les da que fuera “vertex-verticis” que “vortex-vorticis”, verter o girar, la cosa es votar a favor del Latín porque la abundancia de registros antiguos es abrumadora, sin haber apurado la inteligencia ni consultado otras lenguas que consideraban “inferiores”. Su grafía con uve ha podido despistar a más de un estudioso que de haberlo visto escrito con be, “ber”, el tramo inicial pudiera haberle sonado a renuevo, a extremo de las hojas y los tallos donde crecen los vegetales y en la forma “ber ti xe”, explica sin posibilidad de alternativas, que es el lugar preciso (“xe”) donde se concentra (“ti”) el crecimiento.
Por fin, hace reír que sea la punta de una lanza (mejor, de un “pilum”) lo que determinen estos ignorantes que haya sido lo que ha dado nombre a las cúspides de las montañas “ku” es la idea genérica de apuntamiento y “pide” es el potencial, la facultad.
Es posible que la forma inicial llevara una “z” obtenida a partir de una “k” ergativa, pasando al Latín ya como “kuz pide”, la cumbre por derecho.
Esta brevísima exposición debería dar lugar a un estudio más amplio y profundo al margen de la tradición escolástica de entrar en estas disciplinas con la convicción absoluta de que “todo viene del Latín”.