Todos los amantes de las letras sabemos que los números están muy por debajo de estas en su capacidad y potencial didáctico, pero a veces los números ayudan a tener una idea global, por ejemplo, con la estadística sobre frecuencias.
No es algo desconocido que la “d” sea una consonante poco frecuente en Euskera, escasez que es mayor cuando se buscan voces que comiencen con ella. Aparte de las escasísimas “f”, “j” y alguna otra que ha sido anatemizada (ñ) por los sabios, el comienzo por “d” es escaso, poco más del 1% de las voces primitivas.
Poco, muy poco, si además se centra la búsqueda en un tema “de licado” como es el que nos lleva a los esfuerzos de nuestros antepasados para deslindar lo humano de lo divino (“devino” en la cabecera), porque hay infinidad de indicios que –como una brújula mal compensada-, señalan insistentemente a otro Norte, que no es el “Θεός” griego, padre atribuido de los Zeus sueltos por la literatura y de los Deus gallego, portugués y latino, o del Déu catalán.
God, Gud, Gott, Goz, Boze, Bog, Buh, Alah, Dia, Dieve, Diu, Dio, Dumnezeu, Isten, Baghaba, Raba y hasta cien referentes divinos se pueden recopilar en minutos, pero los disputados suelen ser los de la “D”, unos, a partir del Zeus citado y otros, los que viven del cuento del IE, también de la luz que se atribuyen propia como “dia”.
Aquí los gestores de la cultura no quieren remover las cosas porque tienen miedo a lo que salga…
Pasa como en los antiguos barcos griegos de la época de Onasis, cuando las barandillas podridas, roñadas hasta el corazón, se sustentaban milagrosamente en su sitio gracias a mil capas de pintura, así que los armadores temían al inspector quisquilloso que se acercara a una de ellas para ver su solidez. El Euskera tiene una característica que centrifuga a otras muchas: Su Semántica es tan coherente, lógica y concatenada, que no es difícil llegar a la esencia de sustantivos, adjetivos y verbos, “dando la vuelta” a sentencias que se dan por buenas desde hace siglos, basándose para ello en más de 1.600 raíces “recuperadas” que conjuran bobadas de siglos.
En esta serie se van a tratar unas docenas de voces cuyo origen asigna la culturilla oficial a distintos países o lenguas y se van a analizar desde una metodología que evalúa lo absurdo de las explicaciones oficiales, a la vez que plantea otras opciones, muchas de ellas proyectadas sobre lo excelso, sobre el límite que –como grupo- soñamos superarlos humanos, aunque la razón unitaria nos lleve cada vez al mismo pozo profundo de disputa por migajas, cuando estamos desdeñando el valor central.
La condición esencial de todas ellas es que poseen el morfema “de” (o sus parientes), voz que casi siempre está al comienzo, pero que en algunos casos se halla entreverada o al final por evoluciones estructurales o por procesos debidos a modas, pero que siempre lleva el razonamiento hacia un estado superior, algo que se puede identificar con la abstracción para conseguir romper la fuerza gravitatoria de una cultura, que nos impide o dificulta superar la dictadura en que vagamos.
No tiene por qué ser un tema místico “avanzado”, puede ser una aproximación a la divinidad entendida como el pensamiento puro, no contaminado por intereses circunstanciales, como un acercamiento a las leyes que rigen este mundo, cuya etimología nada tiene que ver con el “mundus” (limpieza) latino, sino con “mu un du”, un “entorno sincronizado” a partir de “mu”, movimiento, “un”, entorno y “du” acción, proceso, en referencia no solo a la dinámica de la atmósfera, mares y tierras, sino al espacio exterior, sus satélites, planetas, estrellas y fenómenos lumínicos y magnéticos, ampliamente observados por seres que la cultura oficial nos ha hecho creer que vivían en cuevas porque esa idea es un principio plácido para los gestores de la cultura que prefieren dibujar un pasado miserable, mostrándonos las infinitas ventajas de su sistema civilizado actual. Aurora boreal.
Es radicalmente mentira que se viviera en las cuevas si por «vivir» se entiende lo que significa hoy ese verbo. Lo cierto es que las cuevas, algunos pantanos, glaciares y las simas (como Atapuerca), han conservado cuanto ha caído en ellas, mientras el exterior era lavado por los elementos o cubierto o devorado por el suelo que es un ente vivo, así que esta circunstancia da una notable y engañosa ventaja a aquel tipo de abrigos.
En la Prehistoria, el 999/1000 del tiempo se pasaba al aire libre, para lo cual se disponía de todo lo necesario: Campo libre, ausencia de fronteras, herramientas, materiales, animales, entornos adecuados, abrigos naturales y una gran inteligencia conseguida gracias a la cruel selección natural que dejó de funcionar hace unos 9.000 años mediante la “anti selección” que está permitiendo que seres inferiores, personas dominadas por la ambición, la obsesión por la grandeza o el mando (Obispos, Políticos, Rectores, Coroneles, Consejeros delegados…), proliferen como una plaga más que el mundo pacientemente soporta.
Tampoco hay nada que aguante un análisis “multivariante” en la teoría del supuesto «Refugio Vasco», confinamiento de milenios que se ha puesto de moda en los últimos veinte años, teoría que relaciona el “Last Glacial Máximum” con varios refugios en los que -según sus artífices- durante milenios, nuestros antepasados consumieron presos vidas angustiosas (!qué digo vidas, generaciones!) creyendo que el mundo se helaría del todo.
Los humanos de entonces tenían medios suficientes para saber lo que pasaba en su entorno, para cazar y pescar seres que vivían tan ricamente en zonas heladas y para escapar de ese refugio imaginado si la situación lo recomendaba[1].
Editores, rectores de universidad y periodistas con coeficientes intelectuales de inteligencia que nos escandalizarían si se conocieran, ven en cada una de estas chorradas una gran oportunidad de negocio en forma de libros, videos, películas, másteres, viajes… y nuestra sociedad inerte y vacía como nunca se cree todo lo que lleve una docena de sellos de calidad al margen, no queriendo darse por enterada que si le pasan el modelo a copiar, cualquier chino falsifica sellos, marcas o envolturas como hace cuarenta años se falsificaban «Rolex».
Cada poco tiempo tengo que explicar a las distinguidas visitas que vienen a charlar al caserío Ostekoetxe de Sandeliz, que el horizonte que se ve desde él, no es la maravilla verde y azul que ellos creen, sino un verdadero campo de batalla en el que un clima cada vez más inestable, ayuda a una muestra cada vez mayor de especies vegetales y animales (predominantemente exóticas) a aniquilar a las nativas, perdido hace unos sesenta años el duro equilibrio que los sufridos pescadores y caseros[2] mantenían y donde antes se oían trinos, arrullos y rumores de agua, ahora solo se escuchan motosierras, se sufren plagas de orugas y hongos y el suelo se abre en torcas y grietas…
Quien hurgue en las redes sociales verá que individuos de entre 60 y 80 años, se lamentan continuamente de que sus nietos no jueguen en la calle y compartan con amigos o vecinos el dar una vuelta en bici, mirar por un catalejo o el poder jugar al futbol con el balón del amigo rico o a la comba con la cuerda de la hija de algún marinero, pasando largas horas tumbados ante el “aipad” que les muestra un mundo tecnológico de milagros permanentes cuya prédica deja enanas a las estampas de santos con un trocito de sudario pegado que nos daban en la catequesis donde nos pedían una perra para China.
En aquella Prehistoria que nos pintan tosca y llena de carencias, las percepciones de sus personajes distinguidos respecto a todo tipo de fenómenos eran discutidas y –seguramente- mejoradas por largas conversaciones en las que parece que abundaba mucho el ya entonces lexema “de” con el que se resumía la etiología del prodigio en cuestión que era asignado a una «dinámica superior», divina.
Esa dinámica es lo que la Ciencia ha ido explicando poco a poco y hasta modulándolo mediante parámetros, números y signos, llegando a explicarlo con diagramas y símbolos, elementos que todos los hipercultos (incapaces de explicar cómo puede volar una araña), alaban sin límites.
Este ensayo ha recogido unas docenas de palabras de las lenguas Castellana, Gallega, Portuguesa, Catalana y Francesa, que comienzan por “de” y están lejos de poder ser explicadas por las fórmulas tradicionales que aparte de la imprecisa preposición latina, “de” (alejamiento, separación, bajada…), que ha sido aplicada sin inteligencia alguna a cientos de voces de esas y otras lenguas (Dean, deber, débil, decencia, decoro, defender, definir, dejar, delatar, delito, denuedo, deparar, deplorar, desairar, desear, devoción, diablo… los verbos gallegos degoirar y demandar, las voces francesas deblatérer, débris, débuter, délire, dérniere, désir… o las portuguesas desastre, destino; las italianas dea, delirio, …).
Esto se desarrollará en varias entregas parciales, pero ha de empezar necesariamente por “Deun”, voz del Euskera que significa cosas imprecisas como santidad, perfección, precisión…, siendo una forma que hoy en día es más corriente como “don” (el Don del Castellano y otras lenguas) y que el documentalismo organizado[3] define como neologismo, dando incluso una fecha para su creación en base a que en tal fecha aparece “deun” en un documento.
Sin embargo, “deun” es una voz paleolítica en la que, “de”, como se verá a continuación, es el extracto de la idealización, de la armonía y la justicia, algo muy cercano a lo que inspiran las personas dotadas de santidad (capacidad para sanar).
“Un” es el interior, la situación, el estado, el ambiente y el entorno, el halo, así que “deun” es un descriptor clarísimo de una persona o ente que irradia un ejemplo irreprochable, algo parecido a Dios.
Inmediatamente ha de seguir la voz vasca “deabru”, demonio, que los agentes que llamo «DO» no han podido calificar de préstamo ni invención aunque hayan revuelto “Roma con Santiago” para tratar de explicarlo con fórmulas enrevesadas cuando en Euskera “abru tu” que es acción de aborrecimiento, de rechazo, resultando que “de abrú” es la divinidad que ha sido rechazada por la superioridad y ese castigo era un proceso bien descrito en la expulsión de algunos ángeles ya en el Génesis y en otras leyendas judías que explican el origen del demonio.
Demonio que la cultura hecha una piña (al alimón con la bibliografía tradicional) insiste en que es el “daimonion” griego que se usaba para denominar a los geniecillos que repartían gracias y que “daban” impulso a la naturaleza lo que ha dado en el pérfido demonio. Para cocinar este absurdo, echan mano de una “raíz IE inventada” que definen como “da” que dicen estar en la dádiva y el daca y en los caprichos de la lengua, mientras ellos se ponen el calcetín por encima del zapato.
Todo cocinado con mucha especia, poca chicha y con muy pocos ejemplos, ya que para encontrar otra “de” inicial hay que irse al Inglés “devil” que más adelante se analiza, cuando en Euskera, la explicación de demonio es inmediata como lo es la explicación de su permanencia en el Castellano: “De” es la divinidad y “moñó”, variante de “mono”, calificativo apuntando a algo grotesco, desmerecido y atípico, más que bello, lo que da el toque despectivo al dios caído en desgracia, dios desmadejado y ridículo o “demoño”.
En esta sociedad laica actual se han dejado de oír muchas voces de liturgia, sacristía y de organización eclesiástica, así, casi nadie sabe qué es un “Dean”, si bien es cierto que también antes había diferencias según iglesias y territorios, pero siempre era un referente, una especie de decano de los sacerdotes de un ámbito, alguien que por su antigüedad y prestigio presidía y dirigía los sínodos. Pues bien, los sabios del DO se agarran a la decanía de subalternos para plantear que el Dean era un dirigente que tenía bajo sí, diez monjes.
¡Gran razonamiento y endeble cargo que fluctuaría continuamente en gran parte de las capellanías!
Dicen eso como podían decir lo contrario y lo hacen en desarrollo de un ejercicio ridículo de poder, porque quienes razonamos de verdad no nos podemos apoyar en argumentos tan flojos.
“An” es la expresión apocopada de grandeza, es un “grande relativo”. «Dean» es el monje que más tiempo lleva demostrando su moral santa.
Tan neta vasca como la forma anterior es la del Diablo del Castellano, que los expertos en travestismo lingüístico quieren resolverla superponiendo voces occidentales como esta sobre las plantillas del Griego y el Latín, lo que da con harta frecuencia esperpentos que se tratan de maquillar con mil eufemismos. El del “diablo” en concreto, se hace derivar de “dia ballein” griego, que no es otra cosa que “lanzar atravesando”, aborto sin sentido que se explica con el argumento de que los “diabellein” eran calumniadores, difamadores…, cuando es la inocente evolución de “deabru” a partir de una lambadización que funciona con frecuencia en consonantes dobles de la “r” con oclusivas: “blu” por “bru”,”deablu” y de ahí, “diablo”.
Diablo que finalmente ha cuajado en gran parte de las lenguas europeas que usan voces con “i” o con “yod” como “djoevelen, djevelen, djaall, djabal, djabol, diable, dia- vole, diaño, diabo, diábolus, diavol…” y muy pocas usan la “e” como el “de-vil” inglés o el “teufel” alemán. Los primeros explican que “deofol”, una evolución del mismo Griego “diabolos”, cuando la explicación en Euskera no tiene pérdida: “de bilau”, donde “bilau” es un descriptor despiadado: Bellaco, traidor, felón…
Devoción, nos dicen que está relacionada con “de votum” del Latín, donde “de” indica una dirección descendente y “votum”, es una promesa, quizás relacionada con el “volo” (deseo), aunque a otros nos parezca que la devoción está más relacionada con una creencia firme, con una orientación clara, con una fe profunda en algo o alguien, más que en una promesa de fidelidad.
Esta sugerencia se apoya en “bo”, afirmación equivalente a “bai”, que precedida de la divinidad “de” y terminando en “zio”, motivo, anuncia que “De bo zio” es el modo de vida que confirma la fuerza de la divinidad, un pregonero de Dios.
Se continuará con varias voces de Castellano y Francés en nuevas entregas “De lo humano a lo devino”.
[1] Ver lo bien equipado que iba Otzi hace 6.000 años para cruzar los Alpes.
[2] Se estima en 22.000 los caseríos que desde los años 60 han ido abandonando la forma de explotación tradicional que había conseguido un paisaje estable y una riqueza ambiental “suficiente” para poder considerarse sostenible
[3] En adelante se usará el acrónimo DO para referirnos a los que viven de parasitar los contenidos documentales sin contestarlos enérgicamente, solo motivados por conservar el estatus actual de la cultura, que les beneficia de forma exagerada.