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De Otxandiano a Arcediano

 

Tenemos una academia de la lengua vasca que ante su incapacidad para tomar medidas del nivel que merece el Euskera, ejercita su poder con acciones nimias como cambios de grafías y de contenido de los topónimos sin tener otra justificación que el seguidismo a una corriente academicista irracional y un culto tan desorbitado a algunos eruditos “del sistema” como irreverencia a otros investigadores no oficiales que plantean cuestiones a las que los normalizadores no saben responder.

Tales acciones no son inocuas, porque afectan a las nuevas generaciones que crecen en una atmósfera viciada. Tampoco resuelven nada aparte de dejar constancia de su despotismo, así, entre otras hazañas la fuerza bruta de la academia ha borrado Ochandiano de los nuevos mapas aprovechando la disculpa de que en una cita medieval se citaba como “Ochandio”.

Según sus teorías latinistas, la terminación “ano” era una evolución del “anum” (relativo a la propiedad) y como carecían de un nombre cabal de propietario que se ajustara al aparente “Ocho andi”, gran lobo que se muestra en el escudo local llevándose un bebé ante la alarmada madre, resolvieron la duda quitando el “ano” final, afeitando lo que les sonaba a latino y dejando la forma apocopada, vulgar que se usa en la calle[1] para quedar bien con la tradición en lugar de utilizar la gran herramienta que es el Euskera para acercarse al conocimiento y a la razón.

 

El Arcediano de la portada está en La Armuña y en principio no tiene otra coincidencia con Otxadiano que la situación de ambos en el centro de una llanura; moderada la de este y enorme la de aquel, pero podía haber elegido cualquiera de entre los miles de lugares que terminan en “llano”, los más de mil que lo hacen en “iano”, los cientos de “chano”, “chan”, “lau” y “laun”, las docenas que acaban en “ñano” y los poquitos que lo hacen en “yano” que suman casi tres mil, en tanto que los que lo hacen en el esperado “plano”, son apenas la décima parte, cuestión que me lleva susurrando desde hace décadas, que “llano” no deriva de “planus” latino, sino que es al revés y que las novelas que se inventan para explicar casos como el de Arcediano, comenzaron inocentemente por esa falta de continuidad en la identidad que han sentido alguna vez las naciones y que han tratado de suplirla dirigidas por poetas, caudillos o sacerdotes que aspirando a lo más elevado, querían ser hijos de imperios o de grandes clanes, pero tras calar en la Universidad está desmantelando su valor supremo, la búsqueda de la verdad en el ámbito universal.

En resumen, se ha renegado de la inteligencia para escudarse en la fábula y se ha aprendido a vivir en ella.

En concreto y en este caso, trato de decir que fue “iano, yano, llano, laun, chan, chano…” antes que “pla y plano” y por eso el pueblo lo ha conservado con tesón y menos alterado, aunque con el paso del tiempo, solo en algunos casos supieran lo que estas voces significaban.

Vayamos al ejemplo de Arcediano.

En el centro de la extensa planicie salmantina de casi 80.000 hectáreas que llaman La Armuña y que los geógrafos definimos como “un paisaje que se caracteriza por los diáfanos horizontes de sus campos de labranza sin elementos orográficos que interfieran la vista…”​, hay un poblado que no llega a cien habitantes que se llama Arcediano.

Para esta aldea se disputan dos pretendidos orígenes célebres, uno relacionado nada menos que con el emperador Adriano que volvía exhausto de campaña en Lusitania y montó su campamento de descanso en Arcediano (que ya se llamaba así por haber sido fundado por un diácono o predicador, orden que también se conoce como “arcedianos”) y otro, más detallado, mil años después, que cita a un tal Arcediano, campesino gallego que llegó a repoblar ese predio y le puso su nombre.

No es fácil saber si los nativos de Arcediano conocían sus ilustres alternativas de pasado, pero lo más probable es que no, que algún predicador de Salamanca creara este mito lejos de la minúscula aldea y que ni ellos ni la mayor parte de los salmantinos conozcan estas fantasías, de igual manera que los naturales de Otxandiano ignoran las maquinaciones de los eruditos para buscar un propietario romano con nombre adecuado para certificar que el valle de los arroyos Urkiola y Olaeta, y su población central se llamaran Ochandiano.

En ambos casos y en infinitos más, las explicaciones no van guiadas por un destino antroponímico, sino por la descripción de las condiciones del entorno en un momento del pasado, dictadas en lengua vasca que no es tan difícil leer.

En ambos, el tramo final del nombre, “diano”, es la expresión gráfica de la condición de llanura de ambas zonas.

En Otxandiano, una llanura aluvial de casi setecientas hectáreas, enorme para esta zona de la montaña cantábrica (figura siguiente), cuyo significado es “La llanura del gran pozo”, a partir de “ox andi iano”. Lo más probable es que la zona pantanosa se hallara donde el río busca la salida cerca de Antzarpozueta (pozas de las anátidas), donde se ha colocado una estrella.

Probablemente en la larga transición del pastoreo a la agricultura, a lo largo de milenios, la decisión y laboriosidad de los visitantes estacionales consiguió drenar esta zona para conseguir tierras de labor.

En Arcediano, las dimensiones y la morfología son muy distintas, siendo de destacar en primer lugar la escasez, casi ausencia de líneas de nivel, lo que indica extrema planicie (ver mapas y foto del campo al Norte de Arcediano) y abundando los indicios de fenómenos lagunares favorecidos por esa gran planicie y una estratigrafía localmente impermeable, apreciables tanto en cartografía de hace cien años, donde se ven tres grandes lagunas y varios eriales, hasta en la moderna, donde la gran abundancia de acequias y pozas, habla de los esfuerzos realizados para sanear las tierras.

A un paso de Arcediano, la replicación Palencia de Negrilla – Negrilla de Palencia, nombres que significan lo mismo a partir de “bael en tzi a”[2], el gran lodazal negro, recalcado ya en Castellano por el calificativo Negrilla, son evidencia de fenómenos lénticos que cualquier experto detecta en el suelo y que la cartografía muestra en abundancia recordándonos que esa planicie se cubría temporalmente de someras lagunas.

Así como Otxandiano es la llanura del gran pozo, Arcediano parece haber recibido su nombre cuando el suelo de la meseta armuñesa estaba cubierto de pequeñas quercíneas, seguramente encinas o coscojas, “art ze di iano”[3], bosque que fue desapareciendo por la presión agraria y del que ya no queda recuerdo ni indicios en la zona.

[1] General y verbalmente se usaba “Otxandidjo”, pero se escribía Ochandiano, que guardaba íntegro el mensaje a pesar de la ortografía.

[2] “bael” es el ciemo orgánico negro, “aen”, grande, amplio; “tzi”, pluralizador y “a “, artículo.

[3] “art”, encina, “ze” de baja talla, “di” abundancial, “iano” planicie.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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