Aunque esta forma de adverbio de modo del Castellano solo es compartida por el Portugués ( las demás lenguas cercanas usan “sobte, colpu, soudain, súpeto, improvviso, brusc, sudden, vdrug…), los entendidos latinófilos quieren referirla a un supuesto adjetivo latino, “repentinus” derivado de “repens”, trepar, que no tiene nada que ver con la idea de suceso imprevisto, explosivo e irremediable que conlleva “de repente”, tanto si se refiere a un suceso físico (como la galerna de anteayer en La Barceloneta), un ataque al corazón o a la actitud imprevista de animales o personas.
Lo más probable es que esté relacionado con el “derri” del Euskera, que significa inevitable, irremisible, que va a suceder y el sufijo adverbial “pen-pená” que indica situación, estado o momento de la acción, creando la oración “derri pen” que Castellano y Portugués han rematado con la desinencia “ente”, también derivada del “ende” del Eusquera, que se explicaba hace unos días en Eukele.com.
Es frecuente una reacción de emergencia en el Eusquera cuando las lenguas cercanas toman alguno de sus giros particulares que consiste en abandonar la forma preciosa anterior y crear otra de menor calidad etimológica, así, aunque en zonas costeras de Bizkaia se usaba hace menos de 50 años la forma “derrepentien” más incluso que “tanka”, hoy se han perdido esas dos y se ha impuesto “bapatean”, la preferida en los programas educativos, la que usan los entes oficiales y los medios de comunicación, forma cursi donde las haya, pero que ha triunfado.
En este sentido, ayer mismo comentando a una amiga y “andereño” jubilada, dos nombres de animales (jabalí y delfín) que en la forma actual (“basurdi” e “izurdi”, cerdo de bosque y de mar respectivamente) pierden la verdadera precisión con que el Eusquera antiguo los definía, a ella le parecían adecuados y bellos los nuevos, siendo una prueba patente de que los hablantes somos indolentes a la pérdida de información, al tesoro semántico que conllevaba cada uno de los nombres, verbos y adjetivos abandonados (más de 2.200 que se recogen en el Diccionario Crítico del Castellano).
En efecto, jabalí no tiene nada que ver con el Árabe “jebel”, monte, porque los árabes desconocían el jabalí hasta que llegaron al Atlas. Su nombre está relacionado con la raíz verbal eusquérica “xab”, desbroce, frotado, desmantelado y el sufijo “ari”, dedicado a…, de forma que “xabari” ha acabado cediendo su “x” a la jota de moda y la “r”, fácilmente lambadizada, ha dado en “jabalí”, que significa lo que es su carácter, “el que desbroza”.
¡Imposible definirlo mejor!
Lo mismo ha sucedido con el delfín, cuyo nombre dicen los sabios (por decir algo) que viene del Griego “delfis-delfus”, útero, cuando su precursor, “dei fin” expresa en Eusquera la agudeza de sus llamadas (“dei”, llamada, “fin”, aguda), audibles con intensidad no solo dentro del agua, sino en el interior de los barcos, especialmente en los de cuero, donde los marinos dormían hace seis, ocho o diez mil años.
Una pena que tengamos academia, departamentos y direcciones encargadas de defender nuestra lengua y que no vean más allá de sus narices.