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Del ajo al acho, pasando por axo, ayo, allo…

La limitación de capacidad expresiva de los signos que usamos en nuestro alfabeto y su imposibilidad de reproducir con fidelidad muchos nombres de la Toponimia, ha llevado a que series enteras de nombres originalmente similares, se vean hoy en día escritos con grafías diferentes, tan diferentes que a veces no se reconocen como familiares.

Uno de los sonidos consonánticos que primero se va a tratar es el correspondiente a la “dɮ” del Alfabeto Fonético Internacional conocida como “africada alveolar lateral” que -muy abundante en el Euskera previo a la normalización, se suele manejar con la forma “dj” cuando se quiere destacar en escritos que nos trasladen a otra época.

También debó ser muy recurrida en la Toponimia ibérica porque se puede adivinar en miles de nombres lusos y españoles (Barranco das Lajes, Monte das Lages, Falachos, Lanhoso, Barbas de Alho…), abundancia que a la vez va acompañada de interesantes significados, coherentes con los nombres de lugar.

El más sencillo, Ajo, pueblo y cabo con faro de primera magnitud, cuyo nombre hace mención a la contundente roca que forma el cabo: “Adɮo”, donde la primera parte equivale a la actual “haitz”, peña y “o” es el tamaño llamativo. (Foto de Portada)

Nombre que se repite en el Peñón del Ajo, cerca de Martos ( foto superior), en la Peña de Ajos en el Alto Palancia y en el Pico de Ajos en Yátova (abajo).

En Cabeza de Ajo, pico de Sierra Morena, la Punta Diente de Ajo en la costa de Tenerife, en el Carramolo del Ajo (cerrito de la Sierra de los Merinos cerca de Ronda) en las siguientes imágenes y en al menos tres Cerros del Ajo, uno cerca de Córdoba capital, otro cerca de Pedro Abad y el tercero en Antequera.

O la Sierra y Montes de Ajo, en León con sus alturas mayores de 2.000 m., vista impresionante en Google Earth.

Y entre varios cientos, el alto del Zumajo (Sumadɮo) al sur del Parque de los Alcornocales, el “ajo” son las peñas y “zum” las vetas calizas paralelas que nos recuerdan al flisch de su prima Zumaia.

Primera variante es la forma “acho”, frecuentísima en compuestos como “Picacho, Caracho, Laracho, etc., siendo pocas veces, pero contundentes, cuando aparece solo y con hache, como en la cornisa de Hacho, a un paso de Ronda, sobre el pueblo de Montejaque.

También en Málaga, el impresionante corte de roca que se cierne sobre Álora.

O el monte Hacho y su inmediato Hachuelo, al Norte de Loja y otro Hacho más, al Sur de Antequera, La Peña del Hacho en Colomera o la Sierra del Hacho, en Gaucín (abajo).

Los “hachos” que en las serranías andaluzas son abruptos y monumentales, en Galicia se encuentran con la forma Monte Facho, Monte do Facho y docenas de Facho a secas y dado el modelado antiquísimo de la zona, son entornos rocosos modestos pero persistentes ya que guardan la evolución de la aspiración (hache de “aitz”) a la “f” que data probablemente de más de 5.000 años y demuestra que no es cierto que el proceso haya sido, por ejemplo, del Latín “filium” a “hijo”, sino al revés.

La jovencísima jota, que siendo antes “x”, vuelve en algunas Comunidades a recuperar esa grafía, es relativamente abundante y tampoco plantea dudas, como en esta imagen de Artaxo a orillas del Irati en Navarra, donde el pueblo toma nombre del gran borde de roca blanda sedimentaria que separa la ribera del llano de Panacea, literalmente “pan atx ea”, el llano de la roca.

Tampoco faltan virajes a “ayo, allo”, entre los cuales Aguayo, Hoznayo, Moncayo, Etayo, Golmayo, Los Fayos, innumerables Mayos y Mallos, algunos muy famosos por sus cortados. Abajo, Los Fayos en el Queiles alto y el albergue del Moncayo, tras el cual se aprecia el gran acantilado que casi nadie enseña cuando se habla de este monte, cuando es el rasgo que le ha dado el nombre.

Entre los cientos de Velayos y Pelayos, el Pico Velayo en la zona pinariega de Soria, aparece según las cartografías, a veces, como Pico Pelacho (peña negra) y otros lo hacen como Pelayo, por ejemplo, La Pelayo de la Sierra de Gata occidental, que es un morro pelado formidable que parece un barco volcado.

Y la sierrita de Pelayo en Cartagena, donde estuvo el Castillo de la Atalaya.

Ya en Pirineos, no hay duda de que los numerosos Mallos (Añarón, Chico, Cristina, Acherito, Peñas, Lecherines, Luna…) son los verdaderos paradigmas de la evolución de “Adɮo”, que con la “ma” precursora de tamaño mayor, son las grandes peñas que conservan sus nombres con notable dignidad. En la imagen, Mallo de Lecherines.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

8 Comments

  • Hola Javi, te felicito por este magnífico artículo. Y yo que creía que en España sólo había un monte Hacho, el de Ceuta, una de las torres de Hércules.
    En cuanto a la voz mallos, tengo una duda. Yo creía que este «ma» tenía que ver con ‘pared’, voz que aperecería en horma: «pared alta» (or + ma).

    Un abrazo

    • Ma como sufijo, es un elemento relacionado con la generación o que inicia un proceso. Al principio, suele ser un aumentativo que ha perdido la «a» inicial de «ama». «Or» es lo espigado, lo alto, por ejemplo, en «tut or» variante de «zut or», literalmente, de pie y alto, así, «or ma» es lo que genera altura, por ejemplo, una pared.

  • Gracias por aclararme el origen de mi apellido: AJO. De niña siempre pensabas que se refería a la noble hortaliza y soportabas con cierta vergüenza el » ajo, perejil y cebolla» que te arrojaban en el cole.
    Después fue un alivio saber que fue gente de Ajo la que vinieron a repoblar el valle del Adaja con Alfonso sexto y de ahí el apellido
    Que llevamos unos cuantos en la zona.

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