Dry: Seco, árido, drenado, exprimido, sin lluvia…
El Inglés es un paradigma de lengua de síntesis y a la vez un gran saco en el que cabe todo lo ajeno que se hace automáticamente inglés, aunque es relativamente fácil deducir la procedencia de sus infinitos préstamos.
Pero sus genios de la Etimología tienen los mismos vicios que otros académicos; el principal irse a los grandes caladeros del Latín, Griego y Proto Germánico, saltando olímpicamente sobre los lenguajes ágrafos como el Euskera.
Hoy toca este adjetivo (que ellos ahora pronuncian “drai”, que es su forma original) y que todo el mundo ha usado al pedir un Martini, adjetivo que ha conservado con notable fidelidad el sonido original de esa cualidad o condición que consistía en la escasez o -incluso- ausencia radical de agua.
No importa la “y” griega, lo importante es que suena “drai” y aunque ellos juran que arranca del Bajo Germánico “dröge”, huele mucho a Euskera.
El tema es poliédrico y difícil de acometer estableciéndose la duda en si empezar por lo sencillo o lo complejo.
¡Sea por lo sencillo!
La forma arcaica de denominar al agua en Euskera fue “i”, morfema que se conserva en numerosos conceptos que tienen que ver con el agua en estado natural y con su ausencia en el medio o en los elementos, pero que a lo largo de milenios evolucionó a “ü”, a “u” y recientemente se dotó de una “r” de cierre, quedando definitivamente como “ur” en la memoria reciente.
Hay ejemplos abundantes de tales estados, distinguiéndose con nitidez la mayor presencia de las formas nuevas en elementos relacionados con el avance tecnológico (obras, presas, máquinas, zumos…), con nuevos descubrimientos y en la denominación de micro toponimia, como fuentes y manantiales.
Por otra parte, tanto la consonante doble “dr”, como su vocalización, “dræ”, tienen el significado de arrastrar, raer, retirar…, de forma que “dræ i” es equivalente a escurrir, quitar el agua, secar.
Otra forma de indicar la carencia o ausencia de cualquier condición o elemento, es la “k”, que bien como simple consonante, como verbo “ken”, quitar o como afijo “ka, ke”, adosado a un sustantivo, indica la carencia del mismo; así, “i ke” explica que algo carece de agua. Por ejemplo, el nombre del carbón de leña, “iketza”, variante de “i ke xar”, describe la jara carbonizada, esto es, sin agua.
El Latín se apropió también de este formante “i k”, el cual con la prótesis de una “S” al gusto romano, hizo “siccus, sicca, siccum”, parecido al “sec, seco, secco…” de las lenguas latinas que hicieron antes lo mismo y prefirieron la “e”, grupo muy diferente del “dry, drechen, droog, zra, torr…” del seco de algunas germánicas que vienen del “dra i”, pero también hicieron lo mismo.
Aunque los lingüistas hagan malabarismos para inventar voces precursoras del “Proto Pre Indo Europeo”, ambas (y muchas más) proceden del Euskera, bien sea sin una explicación del modo de conseguir la sequedad, “i k”, bien explicando que se ha retirado mecánicamente, “dræ i”, como tras cada chaparrón inoportuno en el campo de fútbol.