Esta desinencia que algunos llaman sufijo, es abundante e imprescindible en el Castellano, siendo lo normal que se asigne su origen a la terminación latina “eta”, plural de “etum”.
Monlau que era un hombre preciosista, es decir, apuraba el detalle y dedicó años de su vida a recoger en un diccionario el condensado del “saber” de la época, adolecía de una visión general, así que su obra, que párrafo a párrafo es interesante, en conjunto es un gel que se desparrama.
No obstante, comenzaba diciendo esto de las desinencias:
“Eda” se añade al final para indicar actividad intensiva de un cierto tipo en tiempos verbales, como en “búsqueda”, que en Latín es “quaerere” y en las otras lenguas latinas toma formas muy diferentes. O para definir una zona como abundante en algo (arboleda, aliseda, noceda, pineda, roqueda, humareda…), terminación que solo se presenta igual en Catalán y con las formas “…eto, etto, edo, et, ettu…” en la lenguas latinas. En la imagen, arboleda, que no bosque.
Muy próxima en la prosodia, “era” indica también multiplicidad de algo, como en pedrera, escalera, cartera, cordillera, hilera, sementera, cabellera, cartelera…, desinencia que -de nuevo- solo aparece en el Catalán y que lleva a pensar que el origen pudiera estar en la raíz “ed eda” del Euskera, extensión, contención, posesión…
En la imagen, pedrera o canchal.