Esta desinencia que algunos llaman sufijo es abundante e imprescindible en el Castellano, siendo lo normal que se asigne su origen a la terminación latina “eta”, plural de “etum”.
Monlau que era un hombre preciosista, es decir, apuraba el detalle y dedicó años de su vida a recoger en un diccionario el condensado del “saber” de la época, adolecía de una visión general, así que su obra, que párrafo a párrafo es interesante, en conjunto es un gel que se desparrama.
No obstante, comenzaba diciendo esto de las desinencias:
“Eda” se añade al final para indicar actividad intensiva de un cierto tipo en tiempos verbales, como en “búsqueda”, que en Latín es “quaerere” y en las otras lenguas latinas toma formas muy diferentes. O para definir una zona como abundante en algo (arboleda, aliseda, noceda, pineda, roqueda, humareda…), terminación que solo se presenta igual en Catalán y ya diferente, con las formas “…eto, etto, edo, et, ettu…” en la lenguas latinas.
En la imagen de portada, arboleda, que no bosque.
Se discrepa de ese planteamiento, porque es mucho más probable que “eda” proceda de la sonorización de la “t” de “eta” (lugar en que abunda algo), lo que pasa es que siglos de despotismo gramático han llevado a la paradoja generalizada de que las leyes fonéticas se han elaborado dando por hecho que el Latín era la fuente de las lenguas latinas y el aportador de infinitos préstamos para otras lenguas como el Euskera, así que tenemos una verdadera perversión de la realidad que no sería extraño que con la facilidad actual para la crítica sin barreras (aunque tampoco haya ayudas), poco a poco se definan como aberrantes las leyes que describen la “evolución fonética” del Latín al Castellano, pero también al Gallego, Portugués, Francés e incluso al Catalán e Italiano… (aunque menos notorias cuanto más al oriente).
Muy próxima en la prosodia, la terminación “era” que indica también multiplicidad de algo, como en pedrera, escalera, cartera, cordillera, hilera, sementera, cabellera, cartelera…, desinencia que -de nuevo- solo aparece en el Catalán, que Monlau la define como variante del sufijo “arius” latino (perteneciente al grupo….) que no se comparte y que lleva a pensar que el origen pudiera estar en la raíz “era”, del Euskera, momento, modalidad, dimensión… , por ejemplo “hasi era”, comienzo, “zabal era”, anchura…
En la imagen, pedrera o canchal.