Llevamos cien años sin caballos en calles caminos y plazas, pero los caballos siguen ocupando un lugar importante en la Toponimia aunque aquí se van a plantear tantas dudas, que la ecuación quedará sin resolver o con numerosas dudas.
¿Cuántos caballos puede haber en los nombres de lugar de España?… Yo en una primera revisión he encontrado cerca de dos mil con “b”, cerca de trescientos con “v”, uno, solo uno con “k” y “b” y algunos curiosos con “g”; casi tres mil en total, muchos de ellos son picos, montes, rocas, lomas, cerros, altos, cabezas, pedras y piedras, puntas, saltos… del caballo y sierras, muchas sierras, hasta veinte sierras aparentemente derivadas de “de caballo”.
Pero es que aunque mis bases de datos del mundo no son tan completas como las de España, en Malta también los hay ( al menos, 3 con “v”) y en Francia, casi 30, también con “v”, en Italia, casi 150 con esa misma consonante, varios de ellos cabos (Capo Cavallo), casi 20 “Monte Cavallo”, varios “Punta Cavallo”… pero el que más me llamó la atención y me movió a investigar, fue la “Roche Caballo” en Marruecos.
¿Porqué tantos caballos relacionados con cerros, cabos, rocas y piedras, cuando lo que era de esperar era encontrar biotopos como prados o pastizales y no hay ni uno siquiera?… miento, hay uno, el Peñascón de Praucaballo en lo más áspero de Zamora, cerca de donde nace el río Tera a 1800 metros de altura, un lugar más para cabras monteses que para caballos.
Al buscar lo mismo con las yeguas, género mucho más íntimamente relacionado con la economía que los caballos que son elementos esenciales solamente para la carnicería, laguerra, las postas o para la reproducción como garañones, pero no tan comunes ni abundantes como las hembras, su nombre solo había trascendido al terreno en una quinta parte de lugares que los machos, la mayor parte de ellos, prados, dehesas, pozos, charcas, navas… como era de esperar , con solo un Pico de las Yeguas tres Peñas de la Yegua, una Sierra de Yeguas, pero en cambio, collados, muchos collados de la yegua…
El detonante de este estudio equino (voz que todos nos creemos lo que nos cuentan los sabios, esto es, que procede del “equs” latino, cuando lo cierto es que “equs” procede de “ie kua”, yegua, la de viajar) surgió tras pasar varias veces en poco tiempo por el lugar llamado Saltacaballos entre Bilbao y Santander, coincidiendo los viajes con marcha lenta por obras, lo que permitía recrearse en un entorno en el que la necesaria concentración al volante te impedía en circunstancias normales percibir los detalles del paisaje.
El acantilado es impresionante y la posibilidad de que por allí rondaran caballos me pareció remota. No digamos de la ocurrencia de que caballos saltaran en semejante peñón, aunque las obras de un “mini ferrocarril minero” y de un atrevido cargadero de mineral de hace un siglo, “suavizaron” algo la naturaleza agreste que se ve algo “apaisada” en esta imagen de Google Earth comparada con fotos de archivo del siglo XIX, elementos que en cartografía de 1940 aún eran perceptibles.
El tramo de terreno entre Ontón y Mioño en cuyo centro está Saltacaballos, (a veces citado como Saltacaballo) es especialmente agreste; inválido para cualquier aprovechamiento agrario o forestal y solo eventualmente aprovechable para pastoreo caprino, por lo que me vino a la memoria un día de pesca con José Iturraspe, un “merlucero” bermeano de los de verdad, conocido como Saltxaberría, hombre calmado que llevó con paciencia mi torpeza de chaval aún imberbe con los aparejos de merluza y mi secuencia de mareos con su remate de vómito y la penitencia de comer bacalao desmigado tras cada descarga para poder aguantar dos horas más…
Conté cinco arrojadas, pero pudieron ser algunas más.
Pescábamos en la Kala Txilimanku, a unas diez millas al Norte de Matxitxako y José, que apenas sabía firmar, me recitó con gran seguridad cada una con sus demoras, una docena de lugares de la costa desde Lekeitio a Cabo Ajo. Recuerdo Saltacaballos que se vio resplandeciente cuando a eso de las nueve de la mañana le dio el sol de lleno colándose entre una masa de nubes negras. Yo le entendí “Santacaballos”, pero dado mi estado me conformé con asentir que se veía bien.
Sería el año 1967 y aún no había siquiera sondas ni gonio para embarcaciones tan pequeñas, pero este hombre localizaba su posición –yo diría que- con menos de cien metros de error.
Esa cita me hizo pensar que quizás los nombres de cabos, rocas y puntas costeras llamadas caballo, no habían sido puestas por labradores, ganaderos ni exploradores militares, sino por pescadores y patrones de cabotaje, antes de que existieran aquéllos preciosos derroteros con dibujos de la costa a plumilla…
La costa cántabra tiene una decena de “caballos” que es obvio no se refieren al bello animal de tiro y monta; ¿entonces?… La costa rocosa en esos lugares tiene además algunas otras particularidades, principalmente la existencia de cavernas de diferentes tamaños, orientaciones y cotas; algunas submarinas, otras en lo alto, muchas en el recorrido mareal… .“Kab” además de designar a un receptáculo como un nido o una cavidad indefinida, es la raíz de las cavas, cuevas que escritas con uve parecen ser solo los escondrijos para el vino.
La otra parte, “allo”, así como se llama al ajo en varias lenguas, es en Euskera una de las variantes en que ha dado “atx o, adj o”, gran roca, de manera que “kab adjo” son las rocas que muestran cavas, así de sencillo.
¿Y lo de saltar?… La clave me la dio Saltxaberría: Está en el lado marino; no hay que hacer otra cosa que mirar qué tipos de fondos nos indican las cartas marinas y comprobar que son de arena; grandes bancos de arena que enlazan con la playa de Mioño; “sanda”, banco de arena, pasa fácilmente a “salta”.
Saltacaballos… El arenal de la peña con cuevas. Otro día nos metemos con las yeguas.
Izugarri Jabi!
Beneta, halaxe da.