Aunque este morfema (y sus hermanos, “cit, sid”) entran en la composición de más de mil nombres de lugar, cuando se trata de ir en solitario, los dedos de una mano sobran para contarlos.
El más llamativo de todos es un hito topográfico que se halla en el punto más alto de un “cerro perfecto” donde Guadalajara se acerca a Soria y Zaragoza, conocido como Cabeza del Cid y que ha sido visitado por nuestros antepasados y por algunos invasores de las épocas de piedra, del bronce, del hierro… y según los vecinos acampó allí el Cid y por eso lleva ese nombre.
Ni Rui Diaz subió tan arriba para ir a Valencia, ni él y sus doce fieles (según Machado) necesitaban subir al cerro para pasar la noche seguros, aunque es seguro que allí hubo un campamento romano con muchos mercenarios “celtíberos” según certifican las últimas excavaciones realizadas, teniendo que concluir que su nombre es anterior al Cid Campeador y que los vecinos de Hinojosa solo repiten una bonita historia que les habrán contado sucesivos maestros, curas y secretarios desde que en el siglo XIII se popularizara el “Cantar”.
Un segundo Cid corresponde a otro hito aún más alto (1,560 metros de cota) cerca de Ávila, también conocido como “Cerro Bajero”, un lugar inhóspito, donde las piedras berroqueñas aguantan milenios agrietadas por el sol y el hielo antes de caer de espaldas rendidas por milenios de penitencia.
El tercero está en la llanura litoral de Castellón, apenas tiene cien metros y está a tres kilómetros de la playa, formando parte de una sierrita que protege a Almenara del fresco del Norte. También aquí dicen que el alférez castellano subió a su cumbre cuando bajaba río Palancia abajo.
El cuarto vuelve a los 1.104 metros en el punto más alto de una cresta meridional de la zona alicantina de Petrer que se conoce como Sierra del Cid, en cuyo límite septentrional hay otro pico de 113 metros que llaman “Sit” o Penya de la Silla del Cid. Imagen de portada.
Aunque el entorno de ambos picos y de la sierra en general, se halla muy alterado por los trabajos para la intensa repoblación con pino alepo, los relieves de la cumbre -y en especial los de ambos picos- destacan por su agresticidad.
Antes de seguir con la toponimia, es oportuno recordar que la aplicación de “Cid” a Rodrigo Diaz, se ha tomado considerando que los moriscos le llamaban “Çaid”, señor a partir de que venciera a cinco jefes moros que tenían que reconocer su poder y pagarle tributo, pero si se analizan los lugares por docenas o cientos, no se ve relación entre la fama que consiguiera el castellano y las características de los lugares de la pequeña toponimia, aparte de poblaciones como Lucena, Monforte, Santa Gadea, Vivar o La Iglesuela, Villafranca y El Poyo del Cid, cada una con su historia.
Lucena, adoptó “administrativamente” el apellido Cid para distinguirse de otras lucenas, Monforte lo debe a la cercanía de la sierra alicantina ya tratada y es muy reciente y de promoción local, Santa Gadea porque la tradición dice que allí forzó el Cid al rey de León a jurar. De forma parecida, Vivar (pedanía de la burgalesa Quintanilla) exhibe ese apellido porque en la Canción del Mío Cid se le cita como lugar de su nacimiento.
En cuanto a La Iglesuela y Villafranca, dos poblaciones del Alto Maestrazgo, una en Teruel y la otra en Castellón separadas por el río Trucha, lo más probable es que ambas hayan tomado el apelativo “Cid”, del impresionante morro agudo 1) localizado entre ambas, en que se encuentra la ermita de La Virgen del Cid (antes edificio funerario romano) y la cercana Fuente del Cid y no de que el Cid hubiera ido reiteradas veces a visitar a la virgen como dice la tradición, sino que tal forma geológica singular y aguda ya se llamaba “ziit”. Imagen siguiente.
Otra pequeña aldea cercana a Calamocha que se conoce como Poyo del Cid (porque en el Cantar dice que “el Cid se aposentó en el Poyo…”, puede que “Cid” fuera ya antes el precioso montecillo cónico “otero de San Esteban” desgajado de la sierrita de Valdellosa o esta misma sierra que se corona con un muro de roca inusual en esa zona, que el entorno se llamara Cid y que la tradición se aprovechó de la oportunidad para reivindicar al admirado burgalés.
Algunos otros nombres de lugar que llevan “cid” con mayúscula o minúscula, pueden apoyar esta posibilidad.
En plenas Batuecas, lugar solo apto para pastores, está La Portilla del Cid, paso pedregoso orlado por las peñas agudas de los Picos de la Mesa y al otro lado de España, en el Alto Palancia, tan pronto se repite “cid” al final de nombres como Vall de Almonacid y Algimia de Almonacid, como se insiste en lo correcto del nombre cercano de Almonecir para las ruinas de un castillo, lo que recuerda la facilidad de que la “d” se alterne con “l” y “r”.
Sin embargo no hay una ley clara, porque tan pronto hay una referencia a “cid” en zonas de fondo de valle, como se encuentra en la zona minera de Teruel una “Peña del Cid”, nombre que se repite a lo largo de kilómetros aunque la de más personalidad sea la cresta rocosa de casi 1,200 metros que domina el río y barranco del mismo nombre. Imagen siguiente.
O incluso surge en aparente femenino, como la larga Loma de La Cid (casi tres kilómetros) ya en la meridional cuenca del Segura o en lo más característico de Las Alpujarras, con un arroyo y aldea, El Cid.
Para terminar, destacar algunas curiosidades que llevan “sid”, como el apelativo -no tan raro- de “los Inquisidores” uno de cuyos ejemplos se encuentra en la campiña del Noroeste de Sierra Nevada, “Cerro de los Inquisidores” que está circundado en parte por un roquedo columnar muy vistoso, que pudo ser origen de un nombre “confundido” a partir de “ink i ziid”, los hitos clavados, a juzgar por su similitud con columnas esbeltas.
Y recordar que el Cerro del Castillo en Medina Sidonia, es quizás el punto con una mayor cuenca visual desde la Sierra hasta el océano, así que no es extraño que fuera visitado desde muy tempranamente. La influencia del sector culto en la población, influye en que la gente sencilla crea que su nombre procede de Sidón y que fue traído por los fenicios, pero aunque la zona ha sido muy alterada durante milenios, en la falda llamada “La Pedrera”, aún hay restos de los diques de roca que afloraban y que posiblemente dieron el nombre de “ziid on i a”, el lugar de buenas columnas.
[1] Se ha explicado en varias ocasiones que la forma “zii” que además de referirse a los juncos, en la forma de participio, “ziit”, es un adjetivo que significa “aguzado”, afilado tanto en perfiles verticales como horizontales.