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El Haya, La Haya, Las Hayas.

Es una pena, pero siempre que he pasado por cerca de La Haya iba con prisa y no he podido entretenerme en preguntar a los hayenses si es cierto que el nombre de su ciudad viene de “Den Haag”, algo así como “el coto” (de algún conde) o si el nombre venía de muy atrás, cuando el mar quedaba a kilómetros.
Pena, pero los sonidos de la familia a la que pertenecen los de este epígrafe, suelen encontrarse con grafías muy distintas a la española (por ejemplo, en Francia, “hague, hallais, halle, haches…”, en Italia, “aghe, aya, allá…”, en Portugal, “alha, aia, aja…”), lo que multiplica la dificultad para encontrar parentescos aunque las haya y aunque intuyamos que todas estas versiones tienen un mismo origen difícil de expresar con los signos de nuestro alfabeto.
Esteban Las Hayas es un amigo valiente a punto de hacerse un hueco en la balda de los octogenarios, que viene de vez en cuando “en bici” (eso, sí, eléctrica) hasta el caserío Ostekoetxe donde yo me entretengo arreglando trastos, sembrando y escribiendo. A Esteban le gusta pintar y andaba en aquello de crear una alegoría a su apellido con dos hayas hermosas florecidas sobre campo de sable.
Le desanimé asegurándole que si bien hay hayedos y “ahedos” que deben sus nombres a este árbol formidable, sus hayas no son de las de hayucos que buscan las torcaces en octubre, sino peñas afiladas y desafiantes que se ven desde una amplia cuenca.
A eso vamos.
Ortográficamente escrito, en España se encuentran más de doscientas hayas. Las hay a secas, Haya (aunque solo haya una), Hayas, hasta tres, La Haya y Las Hayas, media docena, El Haya, una docena, El Hayal, una veintena y luego muchos aparentes compuestos, desde Barranco de El Haya hasta Hayalejos, pasando por El Haya del Sil ( (peña del hueco) que no está en el valle del Sil, sino en la Sierra de la Demanda, en burgos, tocando a “Aido la Pared”, una gran peña pelada, en la foto siguiente) , el Haya Preñada, Haya Larga, Haya Maravedí o Sietehayas.

Las hay en Canarias y en el resto del estado, a excepción del huso oriental que abarca parte de Cataluña y el País Valenciano y todo Baleares, quizás porque los nombres que sonaban así, se trocaron por “faig” al evolucionar el lenguaje, voz que en la zona de influencia gallega da en “faia”.
El hecho de que en la zona de reciente vascofonía, haya multitud de lugares que comiencen con “aia…”, como Aia, Aialde, Aiaola, Aiarza… o tengan el aparente triptongo en otra parte de su nombre, como Araia, Bizkaia, Atalaia, Aiats… y un poco más lejos, numerosas “praia”, no es solo una cuestión ortográfica, porque sucede parecido con el formante “aya”, que aparece en 6.000 lugares, muchos de los cuales “repiten” lo ya visto, Araya, Cuesta de la Vizcaya (en Olivenza), Atalaya, Ayanz…
También se “escapa” la forma “allá” con casi 5.000 nombres que parecen los mismos, como Aralla de Luna, Bialla, Allariz, Cazalla…
Como curiosidad, en Girona se dan algunos de los casos más llamativos con resolución opuesta: El Pla de Aiats y el Puig de la Batalla.
El primero es una tira plana cacuminal bordeada por un acantilado impresionante “aia atx”, que repitiendo el concepto original alterado “ai”, peña, inicialmente “ai ai”, ha cuajado como Aiats y el segundo, cercano, el Puig de la Batalla, un lugar imposible para guerrear y que debe su nombre -como el anterior, al perímetro rocoso imponente que lo aleja del valle.
Puig es la cumbre y Batalla, una alteración de “bata aia”, peña enteriza, que los ortógrafos han corregido con gran complacencia.
En las primeras dos imágenes, el Pla y Cingle de Aiats en plano y a vista de pájaro, con la “cortina de roca” que los bordea.

En la siguiente imagen el Plá de Batalla, con idéntico farallón rocoso circundante.

En España hay alrededor de un centenar de lugares que llevan “batalla” en su nombre; algunos hacen referencia a una batalla real, como Bailén, Talavera o Arapiles, pero casi todos los demás tienen algo que ver con roquedos como el Alto, Pico y Loma de Las Batallas, casi a 2500 metros de altura en Gredos, donde no hay batalla posible.

Este tipo de alteraciones para dar lugar a voces más familiares, se ha dado también con numerosas Baralla, Carballa, Argalla, Tafalla, Moralla, Moratalla, Muralla, Olalla, Pantalla, Ralla…
En la Sierra Norte de Madrid, entre el Lozoya y el Jarama se encuentra un alto áspero y soleado que llaman Las Hayas, en el que la repoblación reciente no consigue disimular las estrías de la roca. Por poco que se sepa de silvicultura, a nadie se le ocurriría buscar hayas en una zona como esa, ya que las hayas buscan frescor, humedad y suelos básicos, así que el nombre no puede referirse a un hayedo por mínimo que fuera.

Ni tampoco al otro lado de la Sierra, ya en Ayllón, donde vuelve a haber un predio llamado Las Hayas, en un pizarral.

Y en el Norte de León, donde se repite Las Hayas y el lugar es bueno para las hayas, aunque con rocas ácidas, pero hay dos rocas imponentes que inclinan a opinión a que fueran estas dos piezas las que prestaron su nombre al lugar.


Como conclusión, así como hay lugares singulares que han creado fitónimos por haber conservado un tejo, una olma o un ciprés, en el caso de las hayas, la mayor parte de los nombres se refieren a rocas destacadas, que originalmente llamadas “aitz”, han modificado su final a “g, y, ll”.

Y como moraleja, recomendar a Esteban que cambie la idea de su escudo por otra como con peñas…

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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